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Satisfecho de investigar la biología del parásito de la malaria

17.12.2018

Equipo del laboratorio de epigenética de la malaria de ISGlobal (incuyendo miembros que se han marchado del equipo recientemente). De izquierda a derecha, Núria Rovira Graells, Harvie Portugaliza, Anastasia Pickford, Oriol Llorà Batlle, Elisabet Tintó Font, Carla Sánchez Guirado, Alfred Cortés Closas, Cristina Bancells Bau, Lucas Michel Todó y Sofía Mira Martínez. Ilustración: Lara Sànchez Guirado (larades86@gmail.com).

 

Hace unos 19 años, terminé mi doctorado sobre las proteínas de unión al ADN monocatenario de la mosca de la fruta Drosophila melanogaster y me pregunté: ¿qué quiero hacer en el futuro? Había disfrutado mucho de todos los aspectos de mi vida de estudiante de doctorado, incluyendo mi proyecto de investigación, pero tenía la sensación de que necesitaba algunos cambios.

Decidí seguir dedicándome a la investigación básica (...): investigar organismos en los que aún hubiera grandes descubrimientos por hacer y que pudiera llegar a ejercer un impacto en el bienestar de las personas

Decidí seguir dedicándome a la investigación básica, pero con dos diferencias fundamentales respecto a lo que había hecho hasta el momento: en primer lugar, quería pasar de investigar organismos modelo que ya estuvieran profundamente estudiados a investigar organismos en los que aún hubiera grandes descubrimientos por hacer; en segundo lugar, quería desarrollar una investigación que pudiera llegar a ejercer un impacto en el bienestar de las personas al cabo de un periodo de tiempo relativamente corto, pero que siguiera siendo investigación básica fundamentada en hipótesis en lugar de investigación aplicada.

Cuando recibí una oferta para empezar a trabajar en la investigación de la malaria no tuve que pensármelo dos veces antes de aceptar: era justo lo que quería hacer. Algunos de los aspectos fundamentales de los parásitos de la malaria siguen siendo desconocidos, y esta enfermedad produce un elevadísimo sufrimiento personal en los países de rentas bajas. El salario estaría en moneda extranjera, y ni siquiera me preocupé de comprobar el tipo de cambio antes de aceptar la oferta (por lo general, alguien que se dedica a la ciencia básica no lo hace por dinero).

Cuando recibí una oferta para empezar a trabajar en la investigación de la malaria no tuve que pensármelo dos veces antes de aceptar: era justo lo que quería hacer

Para llegar a ser un malariólogo molecular, primero trabajé durante cuatro años en una región de Papua Nueva Guinea donde la malaria es endémica, y después durante dos años y medio en el Reino Unido, además de realizar estancias más cortas en Suiza y Australia. A partir de ahí me pareció que podía empezar a considerarme a mí mismo un malariólogo, y puse en marcha un equipo de investigación sobre la malaria en Barcelona.

Ahora me encuentro en un momento de mi vida en el que con frecuencia miro hacia atrás, hacia las decisiones fundamentales que he tomado a lo largo de mi vida (se le puede llamar crisis de la mediana edad, pero me parece que la expresión “balance a la mediana edad” es más apropiada). No me pregunto si tomé o no la decisión correcta porque la respuesta siempre sería afirmativa: si hice lo que mi intuición me decía que tenía que hacer, era la decisión correcta en aquél momento.

 

Sin embargo, sí me pregunto si logré cumplir mis expectativas. En cuanto a la idea de dedicarme a un campo de investigación en el que aún quedaran grandes descubrimientos por hacer, la respuesta es un rotundo “sí”: seguían existiendo aspectos fundamentales sobre la biología de los parásitos de la malaria que esperaban a ser descubiertos, y de hecho a lo largo de estos casi veinte años la comunidad de investigación sobre la malaria ha arrojado luz sobre algunos. Me siento orgulloso de haber contribuido a aportar algunas de las respuestas, junto con mi equipo. Siguen existiendo otras grandes preguntas aún sin resolver, lo que parece prometedor en cuanto a las emociones que nos deparan los próximos años.

Cuando me pregunto sobre mi segunda motivación para empezar a investigar en el campo de la malaria, la respuesta no está tan clara. ¿Realmente mis esfuerzos han contribuido a aliviar el sufrimiento humano? Para ser justos, debo responderme a mí mismo que no, o que todavía no. Quizá veinte años atrás no era plenamente consciente de la escala temporal a la que la investigación progresa y se traduce en aplicaciones prácticas, incluso cuando se estudio un patógeno humano en vez de un organismo modelo. Empezar a descifrar un nuevo mecanismo por el que los parásitos de la malaria se adaptan a las fluctuaciones en su entorno, o comprender cómo pasan de formas generadores de enfermedad a formas transmisoras de la enfermedad son tareas colosales, que requieren muchos años. La aplicación, en su momento, de este conocimiento al desarrollo de nuevas estrategias de lucha contra la enfermedad llevará aún muchos más años.

Quizá veinte años atrás no era plenamente consciente de la escala temporal a la que la investigación progresa y se traduce en aplicaciones prácticas

A veces es tentador pensar que simplemente cribando millones de compuestos químicos para desarrollar nuevos fármacos, o aplicando aproximaciones de “fuerza bruta” para combatir la enfermedad (p.ej. la administración masiva de fármacos) podemos ser capaces de derrotar a la malaria, sin necesidad de dedicar esfuerzos a comprender la biología del parásito. Sin embargo, la investigación operacional nos demuestra, una y otra vez, que vencer a la malaria en algunas regiones de África es una tarea casi imposible con las herramientas disponibles actualmente: las estrategias de prueba y error empíricas no han logrado proporcionar una vacuna anti-malárica eficaz, lo que significaría un punto de inflexión en la lucha contra la enfermedad, y el desarrollo de nuevos fármacos contra los que no se puedan generar resistencias tiene pocas probabilidades de éxito a menos que vaya acompañado de una profunda comprensión de los mecanismos implicados.

Si bien deben continuarse aplicando estrategias basadas en un producto, y estrategias empíricas, los ejemplos anteriores nos muestran que derrotar a un patógeno complejo como el parásito de la malaria requiere mucho más, dado que se trata de un enemigo formidable equipado con múltiples mecanismos para sobrevivir, a pesar de nuestros esfuerzos para eliminarlo.

 

Sigo estando plenamente convencido de que la investigación realizada por nuestro equipo, junto con los descubrimientos de muchos otros equipos de todo el mundo, tiene el potencial de ejercer un impacto significativo en la producción de mejores herramientas o estrategias para combatir la malaria. En qué momento pasará, cómo lo hará y dónde sucederá es totalmente imprevisible, dado que la impredecibilidad se halla es parte indisociable de la investigación básica. ¿Quién podría haber predicho que la investigación sobre los electrones proporcionaría en algún momento una herramienta tan fundamental para la medicina como el aparato de rayos X? Por lo tanto, aunque creo que mis esfuerzos todavía no han ejercido un impacto sobre la salud humana, tengo la sensación de que vamos por buen camino.

Sigo estando plenamente convencido de que la investigación realizada por nuestro equipo (...) tiene el potencial de ejercer un impacto significativo en la producción de mejores herramientas o estrategias para combatir la malaria

Por supuesto, también te das cuenta de las dificultades al hacer balance de casi veinte años como investigador de la malaria, pero me temo que esto requeriría otro post entero.