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Esperanza e incertidumbre en la Asamblea Mundial de la Salud: ¿hacia dónde va la salud global?

13.6.2025
WHO  PIERRE ALBOUY (1)
Foto: OMS / PIERRE ALBOUY - Sesión plenaria inaugural de la 78.ª Asamblea Mundial de la Salud en el Palacio de las Naciones de Ginebra, Suiza, el 19 de mayo de 2025.

Tras la 78.ª Asamblea Mundial de la Salud (2025), reflexiones sobre salud global, reformas en la OMS y el impacto real de los recortes actuales.

 

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El mes pasado se celebró en Ginebra la 78.ª Asamblea Mundial de la Salud (WHA78), que reunió a más de 3000 delegados de todo el mundo. Como asistí a uno de los eventos paralelos, tuve la oportunidad de vivir la ciudad mientras acogía una de las plataformas más destacadas de cooperación multilateral y diálogo en salud global.

Era la primera vez que visitaba Ginebra y estar allí me pareció surrealista después de haber pasado gran parte de mi vida académica leyendo sobre el mundo de la posguerra e instituciones como la ONU y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los delegados se movían con prisa para llegar a las muchas sesiones programadas en diferentes edificios y se hacían fotos frente a las banderas del Palacio de las Naciones, sintiendo la importancia del momento, pero también, por supuesto, pensando en LinkedIn. Somos muchos los que al pasar de la academia al trabajo sobre el terreno nos hemos dado cuenta de lo complejas y frágiles que son estas instituciones. Esto último lo estamos comprobando ahora más que nunca.

El Director General de la OMS, Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, haciéndose una foto con una asistente en la 78.ª Asamblea Mundial de la Salud en Ginebra (Suiza). Foto: OMS/Pierre Albouy.

Aunque el tema oficial de la Asamblea de este año era «Un mundo para la salud», en todas las conversaciones formales e informales se hablaba de otro: los drásticos recortes de financiación iniciados por el presidente de los Estados Unidos y secundados por varios gobiernos europeos. Fue a la vez revelador y muy desalentador comprobar cómo la dirección de una de las reuniones más influyentes en el ámbito de la salud global puede estar tan profundamente condicionada por las decisiones y la ideología de un solo hombre.

Oscilé entre un cauto optimismo y una callada desilusión. Me fui de Ginebra con una mezcla de reflexiones y preguntas

No cabe duda de que la 78.ª Asamblea Mundial de la Salud se cerró con algunos logros importantes: entre otras cosas, se adoptó un Acuerdo Pandémico histórico; se aprobó un aumento del 20% en las contribuciones; se comprometieron más de 210 millones de dólares en la ronda de inversiones de la OMS; y la Ministra de Sanidad de España fue nombrada miembro del Comité Ejecutivo de la OMS, lo que supone un paso notable en el creciente compromiso de España con la diplomacia en salud global. Estas decisiones no son poca cosa. Y, sin embargo, la pregunta que se quedó flotando es: ¿son suficientes para hacer frente a la magnitud y la urgencia de los retos que se plantean sobre el terreno?

En medio de estas conversaciones, me encontré oscilando entre un cauto optimismo y una callada desilusión. Me fui de Ginebra con una mezcla de reflexiones y preguntas (y un atisbo de crisis existencial), que ahora comparto con vosotros para que reflexionemos juntos.

La reforma está en marcha, pero ¿qué pasa con el presente?

Mientras las discusiones se centraban en hojas de ruta para la reforma y en oportunidades a medio y largo plazo para reestructurar los sistemas de ayuda, yo me preguntaba: ¿cómo estamos abordando lo que les está ocurriendo ahora mismo a las personas reales debido a los recortes en ayuda?

El repentino recorte de fondos no es sólo una cuestión presupuestaria: se trata de interrupciones en tiempo real en la vida de personas que son mucho más que estadísticas. Nuestros propios equipos en ISGlobal estiman que debido a estos recortes se podrían perder hasta 14 millones de vidas

El repentino recorte de fondos no es sólo una cuestión presupuestaria: se trata de interrupciones inmediatas en la vida de personas que son mucho más que estadísticas. Nuestros propios equipos en ISGlobal estiman que debido a estos recortes se podrían perder hasta 14 millones de vidas. Han cerrado centros de salud que atienden a cientos de personas al día. Muchos trabajadores del ámbito de la salud y el desarrollo han perdido sus empleos de la noche a la mañana. Las organizaciones comunitarias están cerrando. Se ha interrumpido el acceso a diagnósticos y medicamentos que salvan vidas. Sin embargo, pocas sesiones se ocuparon de esta crisis en tiempo presente.

Sin duda, un cambio sistémico sostenible lleva tiempo, pero los más afectados por las consecuencias no disponen de ese tiempo. ¿Cómo hemos llegado a este punto sin un plan de contingencia? ¿Cómo estamos respondiendo ahora? Estas realidades exigen algo más que marcos: exigen urgencia, empatía y voluntad de actuar.

La financiación de la salud global aún se sostiene sobre bases coloniales, ¿por qué no hablamos de ello?

Aunque las conversaciones sobre la reestructuración del sistema de financiación de la salud global fueron centrales en la Asamblea de este año, no hubo un reconocimiento real de los cimientos coloniales de la infraestructura. Se hizo cada vez más hincapié en la movilización de recursos nacionales y en el abandono de la dinámica tradicional entre donantes y receptores en favor de la creación conjunta. Sin embargo, se habló poco sobre las condiciones estructurales —pasadas y presentes— que han limitado la capacidad de los países de ingresos bajos y medios (la mayoría poscoloniales) para movilizar recursos. Cargas de deuda, relaciones comerciales extractivas, inestabilidad política y conflicto —que debilitan los sistemas de salud locales— y un legado colonial, siguen condicionando las posibilidades de muchos países en la actualidad. Si realmente queremos apropiación nacional y asociaciones equitativas, debemos afrontar estas jerarquías de poder profundamente arraigadas. De lo contrario, la cocreación corre el riesgo de convertirse en poco más que una nueva forma de dependencia, una nueva etiqueta para un viejo desequilibrio.

La Asamblea Mundial de la Salud en el Palacio de las Naciones en Ginebra (Suiza). Foto: OMS/Pierre Albouy.

¿Todo compromiso es realmente significativo?

Además de las sesiones centrales de la Asamblea, se celebraron más de 100 eventos paralelos, un impresionante despliegue de atención mundial. Sin embargo, el volumen no siempre se traduce en compromiso significativo. Las sesiones de una hora, muchas veces superpuestas, se quedaron en la superficie, saturadas de palabras de moda como “financiación innovadora” sin abordar las preguntas difíciles sobre cómo se implementan estas propuestas sobre el terreno, en diferentes sistemas de salud y contextos sociopolíticos, y en qué plazos. A medida que el sector de la salud global crece en escala y complejidad, quizás sea hora de repensar los formatos en los que nos reunimos, no solo para gestionar multitudes, sino para fomentar un diálogo más profundo e inclusivo. Porque si el compromiso sigue siendo una casilla que se marca en lugar de una práctica que se mejora, corremos el riesgo de reproducir las mismas exclusiones que decimos querer cambiar.

A medida que el sector de la salud global crece en escala y complejidad, quizás sea hora de repensar los formatos en los que nos reunimos, no solo para gestionar multitudes, sino para fomentar un diálogo más profundo e inclusivo

Las conversaciones sobre sostenibilidad financiera, diversificación y resiliencia no son nuevas. Llevan más de una década sobre la mesa. Lo diferente ahora es que estamos en un punto en el que esas ideas deben pasar de la retórica a la práctica. Estos problemas no son lineales, y por lo tanto, sus soluciones tampoco lo son. Plataformas como la 78.ª Asamblea Mundial de la Salud siguen siendo vitales, pero para garantizar su valor, debemos exigirles altos estándares de responsabilidad e inclusión, y también usarlas como espacios para reflexionar sobre nuestros propios roles en el sistema. Debemos comprometernos mentalmente con la complejidad, la desilusión y la contradicción que nos presenta el sistema, y aun así luchar por el cambio. Un cambio que sea significativo a largo plazo y también que respondan a la urgencia del presente, porque la gente no puede esperar a que los sistemas evolucionen y nosotros tampoco deberíamos hacerlo.