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Un año pandémico en 10 citas

21.12.2020
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Este año no ha sido normal, sin duda. Pero, como lo expresó elegantemente el periodista Ed Yong, “lo normal nos ha llevado a esto”.

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Al intentar escribir este texto de fin de año, me di cuenta de que mis palabras no eran suficientes para describir la pandemia de COVID-19 o su impacto. Así que tomé prestada una idea del periodista científico Kai Kupferschmidt, quien preguntó a sus seguidores de Twitter cuáles eran las “citas pandémicas” que más recordaban.

Se han dicho muchas cosas durante estos (dolorosamente largos) 12 meses. Pero he seleccionado 10 declaraciones que me llamaron la atención, para bien o para mal, y que pueden ayudar a ilustrar cómo se ha desarrollado la pandemia y qué puede estar esperándonos a continuación.

1. “Lo normal ha llevado a esto”, escribió Ed Yong, periodista científico de The Atlantic, en agosto.

Nuestro modelo actual de crecimiento económico ha llevado a una mayor deforestación y pérdida de biodiversidad, una urbanización acelerada, explotaciones ganaderas intensivas y viajes globales, factores todos ellos que se sabe que aumentan el riesgo de que los virus zoonóticos salten a los huéspedes humanos y se propaguen con alarmante facilidad. Científicos y personas expertas en salud pública de todo el mundo han estado advirtiendo durante muchos años de que iba a tener lugar una pandemia causada por un virus desconocido, tan solo era cuestión de saber “cuándo”, teníamos que estar preparados. Pero, como señaló el virólogo alemán Christian Dorsten, “no hay gloria en la prevención”, y la preparación para una pandemia no ha recibido los recursos ni la atención necesarios. Esperemos que esto cambie. En última instancia, la mejor manera de reducir el riesgo de futuras pandemias es evitar volver a actuar como antes. Como la economista Mariana Mazzucato y otros han dicho, es hora de repensar el capitalismo.

2. “No me gusta cómo pinta esto”, tuiteó Helen Branswell, periodista científica de la web de noticias médicas STAT, el 2 de enero.

Desgraciadamente, tenía razón incluso si en ese momento muchos de nosotros creíamos poco probable que el puñado de casos reportados en Wuhan se convirtiera en una pandemia de tal magnitud. Por desgracia, a diferencia del SARS, que se consiguió contener aislando a las personas enfermas, resultó que este “nuevo” coronavirus es altamente transmisible (incluso por personas que no presentan síntomas o que presentan pocos síntomas) y puede permanecer en el aire más tiempo de lo que se pensaba. Aunque su letalidad varía mucho según los escenarios y la edad, de media mata a casi 1 de cada 100 personas infectadas y puede dejar secuelas a largo plazo en hasta 1 de cada 20 personas infectadas. Con más de 75 millones de casos confirmados y 1,7 millones de muertes hasta la fecha en todo el mundo, no hay duda de su impacto en la salud.

3. "Sé rápido, no lo dudes... si has de estar seguro antes de actuar, nunca ganarás”, dijo Mike Ryan, epidemiólogo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en marzo.

Sin duda alguna, los países que mejor lograron frenar la propagación del virus (e incluso eliminarlo de su territorio) no fueron necesariamente los que tenían más recursos, sino los que no dudaron en implementar medidas agresivas para contener el virus (test, rastreo de contactos, aislamiento) o, finalmente, controlar su propagación (restringiendo la movilidad o cerrando negocios) lo antes posible. Los países asiáticos, que tenían experiencia previa con el SARS u otras enfermedades infecciosas, reaccionaron rápidamente e implementaron procedimientos de rastreo de contactos, mientras que los países occidentales a menudo “ tropezaron con este procedimiento básico de salud pública”. Y, como el gobierno de Nueva Zelanda ha demostrado tan brillantemente, la adopción de medidas tempranas y agresivas tiene mucho más éxito cuando las y los líderes muestran empatía e inspiran confianza.

4. “Va a desaparecer. Un día, como un milagro, desaparecerá”, ha repetido muchas veces a lo largo del año Donald Trump, presidente de los Estados Unidos.

Sí, Bueno, obviamente no ha sido así. Estados Unidos ha sufrido una sola ola con tres grandes aumentos repentinos, cada uno peor que el anterior, y algunos de sus Estados han batido recientemente récords mundiales en cuanto al número de nuevas infecciones diarias o de muertes por habitantes. Desde el principio, la respuesta a la COVID-19 ha estado guiada por la política en lugar de por la ciencia.

5. “Navegando en la pandemia de la COVID-19: nos hemos subido al bote salvavidas. La tierra firme queda lejos”, dijo Marc Lipsitch, epidemiólogo, en marzo.

La velocidad a la que se propagó el virus tomó por sorpresa a la mayor parte de Europa. Los primeros encierros totales fueron como saltar de un barco que se hunde a una balsa salvavidas. Esta fue la “parte fácil”. Llegar a tierra de forma segura resultaba más complicado. Se dedicó mucho tiempo y energía a discutir las mejores estrategias de salida. Al final, la segunda ola de Europa muestra que quizá se necesite apuntar a algo más que simplemente mantener el virus bajo control. Nueva Zelanda y otros países asiáticos han demostrado que es posible una estrategia COVID-Cero. Ahora estamos mejor preparados para lograrlo: tenemos pruebas más rápidas para detectar infecciones y sabemos más sobre las condiciones que favorecen la transmisión. Además, los tratamientos específicos y las vacunas no están lejos. Como bien lo resumió el director de la organización benéfica de investigación biomédica Wellcome Trust, Jeremy Farrar: “La ciencia es nuestra estrategia de salida”.

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6. “Nosotros, los pobres, somos inmunes al coronavirus”, dijo Miguel Ángel Barbosa, gobernador de Puebla, México, en marzo.

Pocas declaraciones han sido tan claramente falsas y engañosas. La pandemia se ha cobrado un precio desproporcionado entre las personas desfavorecidas. No solo están altamente expuestas al virus (muchas son trabajadoras esenciales, no disponen de baja por enfermedad o no pueden teletrabajar) sino que también tienen más posibilidades de enfermar gravemente (muchas no tienen acceso a atención médica de calidad y cuentan con tasas de enfermedades crónicas más altas que incrementan el riesgo de contraer una enfermedad grave). Además, son las que más han sufrido las consecuencias económicas y sociales de los encierros (con niñas y niños que no han podido seguir las clases vía Internet y un aumento en la violencia doméstica y de los embarazos de adolescentes, entre otros). Un estudio reciente muestra que tres de cada cuatro hogares sufrió una disminución de ingresos, con el 82% de los hogares más pobres afectados. Y esto nos lleva a la siguiente cita:

7. “Esta pandemia ha magnificado todas las desigualdades de nuestra sociedad, como el racismo sistémico, la desigualdad de género y la pobreza”, dijo Melinda Gates en una entrevista en septiembre.

De hecho, todo tipo de desigualdad (desigualdad de género, desigualdad racial, desigualdad de ingresos) ha quedado expuesta y amplificada durante esta pandemia. Por citar algunos ejemplos: en los Estados Unidos y el Reino Unido, las personas negras, asiáticas, latinas y de otros grupos étnicos minoritarios han tenido entre dos y cuatro veces más probabilidades de morir a causa de la COVID-19. Las personas que viven en áreas desfavorecidas han tenido tasas de diagnóstico y mortalidad más altas que las que viven en áreas menos desfavorecidas. En España, los resultados recientes de seroprevalencia muestran que las mujeres que trabajan como limpiadoras o cuidadoras, así como las migrantes, han estado más expuestas al virus que la población general. Tomando prestada una frase del escritor británico Damian Barr: “Puede que estemos en la misma tormenta, pero en barcos diferentes”.

8. “Sin equidad, no podremos acabar con la COVID-19, el VIH ni ninguna otra pandemia”, escribió Peter Sands, del Fondo Mundial para la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria (The Global Fund).

Laa desigualdades son per se una pandemia, y abordarla debería convertirse en una prioridad a nivel nacional y mundial. La pregunta es si estamos dispuestos a tomar las medidas necesarias, incluidas las reformas fiscales y la inversión en bienes públicos.

9. “Esto es ciencia en evolución. Estás viendo cómo se hacen salchichas, frente a los ojos del mundo”, dijo el investigador de vacunas de Yale Saad Omer en diciembre.

Este comentario reciente referido al desarrollo de vacunas ilustra claramente la velocidad a la que la ciencia ha progresado durante la pandemia y el nivel de atención que ha recibido. Hace solo seis meses había un puñado de vacunas candidatas en ensayos clínicos. Hoy hay más de 70, de las cuales 15 en fase 3, y dos han sido aprobadas y desarrolladas. A pesar de la increíble hazaña de haber pasado de una secuencia viral a una vacuna aprobada en 11 meses, el mayor desafío aún queda por delante: producir suficientes dosis para vacunar a la población mundial, y distribuirlas, desde el principio, de forma justa y equitativa. La vacuna por sí sola no nos sacará de esta crisis. Necesitamos solidaridad (dentro de los países y entre ellos) y necesitamos confianza (en la vacuna, en la ciencia, en las instituciones).

10. “Mantente a salvo, sé inteligente, sé solidario”, dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, en los primeros meses de la pandemia.

Este es el mejor mensaje en que puedo pensar para las próximas vacaciones.

 

Que el próximo año traiga el fin de esta pandemia y el principio de un estilo de vida “no tan normal” en el que finalmente decidamos que es hora de construir una sociedad más justa, más inclusiva y más sostenible.

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