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Una responsabilidad compartida y global

13.10.2014

Trabajadores de MSF atienden a un paciente con posibles síntomas de ébola.

Cualquiera de los días de 2013 murieron en los países pobres más personas de malaria y tuberculosis que todas las que han muerto hasta este momento por la crisis del ébola. Pero ninguna de estas enfermedades ha tensado las costuras del sistema internacional de salud tanto como el ébola. Mientras escribo estas líneas, los medios de comunicación reflejan la crisis desatada en Madrid tras el contagio de la auxiliar de enfermería Teresa Romero, que atendió recientemente a uno de los religiosos repatriados. Hoy los españoles experimentan algo del miedo y de la incertidumbre que se ha apoderado de naciones enteras en África occidental desde hace meses.

Las estadísticas son imprecisas, pero se calcula que desde marzo de este año el brote de ébola ha contagiado a más de 7.400 personas, de las cuáles casi la mitad han fallecido. Pocos asuntos reflejan con tanta nitidez el equilibrio de riesgos que caracteriza la salud global en el siglo XX como el ébolaEl número de infectados se multiplica por dos cada 15-20 días en Liberia y cada 30-40 días en Sierra Leona. El impacto sobre los sistemas de salud y las economías de los países afectados está adquiriendo proporciones sísmicas. Aterrados ante la posibilidad de un contagio, los enfermos de malaria, los desnutridos y las parturientas evitan acudir a los centros de salud, lo que multiplica los daños colaterales de una enfermedad que ha bloqueado el tránsito de personas y mercancías. Si los escenarios más pesimistas prevén hasta 1,4 millones de infectados a mediados del próximo mes de enero, el ébola es una verdadera amenaza para el conjunto del planeta.

Pocos asuntos reflejan con tanta nitidez el equilibrio de riesgos que caracteriza la salud global en el siglo XXI. Desde los laboratorios de Europa y EEUU hasta los puestos de salud más remotos de Guinea Conakri, el ébola demuestra la necesidad de una estrategia basada en la responsabilidad compartida. Los gobiernos nacionales y la comunidad internacional han respondido lenta e inadecuadamente a una crisis que comenzó mucho antes del pasado mes de marzo y que hunde sus raíces en la pobreza y el estado calamitoso de los sistemas sanitarios de África; tanto como en un modelo de innovación roto que responde a los incentivos equivocados. A pesar de los avances de los últimos años en campos como la vacunación y la nutrición infantil, el lugar en el que uno nace determina todavía de manera inaceptable la posibilidad de alcanzar los cinco años y de vivir una vida sana.

En conjunto, la ayuda al sector salud es menos del 1% del gasto total que los países desarrollados destinan a la financiación de sus propios sistemas sanitarios, una proporción poco equilibrada a la luz de los últimos acontecimientos

Los gobiernos de los países afectados son los primeros responsables de su futuro, pero sería ingenuo ignorar el papel de una comunidad internacional que se juega en este asunto algo más que un prurito ético. De acuerdo con el Institute for Health Metrics and Evaluation, los donantes públicos y privados destinaron en 2013 al sector salud 31.300 millones de dólares, una cantidad superior a la de años anteriores, pero muy por debajo de las necesidades establecidas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio. En conjunto, la ayuda al sector salud es menos del 1% del gasto total que los países desarrollados destinan a la financiación de sus propios sistemas sanitarios, una proporción poco equilibrada a la luz de los últimos acontecimientos.

Esta brecha de inequidad ha resultado determinante en la investigación de tratamientos contra el ébola. En este momento dos vacunas se encuentran en una fase de experimentación relativamente avanzada, la primera basada en adenovirus y la segunda en el virus de la estomatitis vesicular. Sin embargo, los trabajos para el descubrimiento de estos remedios solo se han acelerado en los últimos meses, tras un período de abandono que comenzó en los años 80 y que ha terminado únicamente cuando los tratamientos tienen visos de ser relevantes para los países ricos o rentables para las compañías farmacéuticas privadas.

Los equipos de ISGlobal hemos sufrido esta misma contradicción en primera persona, peleando durante años por atraer recursos de investigación para enfermedades "de los pobres" como la malaria y el Chagas. Algo de eso podría cambiar tras esta crisis.

La amenaza del ébola en España se resuelve únicamente cooperando para acabar con la epidemia en origen.

España tiene razones éticas y prácticas para involucrarse plenamente en la batalla del ébola. Aunque la ayuda al desarrollo en el sector de la salud ha sufrido importantes reducciones en los últimos años y la Cooperación Española se había retirado de las zonas más afectadas por la crisis del ébola, nuestro país tiene mucho que ofrecer si está dispuesto a arrimar el hombro. Además de reforzar en la tramitación de los presupuestos de 2015 la financiación de las actividades que realizan las organizaciones humanitarias sobre el terreno, el Gobierno puede trabajar con el Parlamento, las ONG y las instituciones europeas e internacionales y liderar una estrategia que aproveche nuestras capacidades en ámbitos críticos para la resolución del problema: la investigación científica, el fortalecimiento de los sistemas públicos de salud, los protocolos y dispositivos de evacuación, la formación de personal sanitario, el asesoramiento técnico, de gestión y de comunicación, y el apoyo logístico.

Los casos de españoles afectados por el virus han estimulado una solidaridad que nunca llegó a desaparecer con la crisis. Pero esta vez se trata de ir un paso más allá. La amenaza del ébola en España se resuelve únicamente cooperando para acabar con la epidemia en origen. Un país que aspira a formar parte del Consejo de Seguridad de la ONU debe ser capaz de entender porqué está situación es una responsabilidad de todos. Elevémonos a la altura de nuestras obligaciones y aceptemos este desafío que puede abrir un futuro de oportunidades en la lucha por la salud global.