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Salud pública y salud global: parecido no es lo mismo

03.6.2014

Acercó el vaso a la barra y oyó justo detrás la pregunta que estaba esperando.

—Y tú, ¿a qué te dedicas?

—Esto, yo… a la salud global.

—¿Y eso qué es?

—La que afecta a todo el mundo.

—Eso es una redundancia.

Mal comienzo. Tendría que cargarse de paciencia.

—Lo de todo el mundo lo decía en sentido literal: el planeta entero.

—¿La salud del planeta? Suena a medio ambiente.

—Parece que no me estoy explicando bien.

La frase rebotó en su cabeza: menuda excusa manida, se dijo. Lo volvió a intentar:

—A ver si de corrido funciona mejor: la salud global aborda los problemas de la gente con independencia de donde vivan.

—O sea, cómo curar enfermedades y esas cosas.

—No sólo, también prevenirlas.

—¿No tener una enfermedad es un problema? Ahora me entero.

Dio un respingo. Los ojos marrones que tenía delante le escrutaban divertidos, como quien juega con una presa, causándole una mezcla de excitación e incomodidad.

—Caramba, no. Quiero decir que no sólo nos importa tratar a afectados sino también evitar que los sanos enfermen.

—Ya, les dais vacunas.

—Entre otras cosas. También intentamos que tengan acceso a agua potable y suficiente comida, por ejemplo.

Eso por fuerza tenía que impresionar, nunca le había fallado.

—¿Eso no es lo que hacen los servicios sociales?

—Nosotros integramos una visión social en la salud.

—Ya lo tengo: eres especialista en salud pública.

—No exactamente.

—Me estoy liando.

La situación corría el riesgo de escapársele de las manos. Decidió adoptar una actitud profesoral.

—Quien se especializa en salud pública limita su campo de acción a una comunidad determinada. Quien lo hace en salud global supera esos límites, incluso aunque sean fronteras políticas.

—Entonces serías especialista en salud pública pero internacional.

—Podría haber sido, pero la expresión salud pública internacional o salud internacional a secas se ha utilizado hasta ahora con otro enfoque.

-Ilústrame.

Empezaba a dudar de que el esfuerzo valiera la pena, pero no quería abandonar antes de tiempo, no esta vez.

—La salud internacional se ha concentrado tradicionalmente en los problemas de salud de los países en desarrollo.

—Y la salud global no hace eso.

—¡Por supuesto que sí! De hecho, es una parte muy importante de nuestro trabajo.

—Me pierdo.

¿Le estaba tomando el pelo o en serio había que darle cualquier cosa bien mascada?

—Nosotros abordamos los problemas de salud de todos los países estén desarrollados o no.

—Lo que vendría a ser una fusión de la salud pública y la salud internacional.

—Es más que eso: la salud pública se concentra en comunidades, y la salud internacional en países. La salud global en cambio trasciende esos límites: ya no hay divisiones.

—No hay diferencias.

El interrogatorio subía de grado y eso ya era demasiado. Tenía que reaccionar.

—¡Sí, sí que las hay, y muchas! Diferencias que cuando son evitables e injustas llamamos inequidades.

—¿Diferencias dentro de los países o entre países?

—De las dos.

—A mí no me lo quitas de la cabeza: es una fusión entre salud pública y salud internacional.

Quiso elevar aún más su tono de voz pero sólo consiguió que sonara quejumbroso.

—¡Qué terquedad! Mira, algo distintivo de la salud global es que parte de la idea de que los grandes retos no los puede solucionar un solo país por sí mismo, que hace falta colaboración multinacional y multidisciplinar para investigarlo, prevenirlo, controlarlo o acabar con él.

—Eso no es nuevo. Los humanos llevamos mucho tiempo haciéndolo.

—Pero a más pequeña escala: lo nuestro abarca todo. Global, como su propio nombre indica.

—¿Sabes qué te digo?

Temía haber arruinado sus expectativas, por lo que se resignó a que la charla muriera en ese mismo instante. 

—Dime.

—Que no sé si lo comprendo, pero que me gustas igual. ¿Quieres tomar algo?