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10 preguntas 'microscópicas'

10 preguntas 'microscópicas'

Si has llegado hasta aquí significa que has aceptado el reto y has realizado el cuestionario 10 preguntas 'microscópicas' sobre antibióticos y resistencias antimicrobianas, con motivo de la Semana Mundial de Concienciación sobre el Uso de los Antibióticos. Para que no te quedes con ninguna duda al respecto, te invitamos a leer una explicación detallada para cada respuesta y algunos enlaces para profundizar algo más en esta temática.

Los antibióticos actúan sobre moléculas o procesos que son exclusivos de las bacterias, independientemente de que sean patógenas o no. Por ejemplo, la penicilina inhibe la formación de la pared celular, una estructura vital para las bacterias pero que otros organismos como los virus o las células humanas no tienen. Otros antibióticos interfieren con vías metabólicas críticas para las bacterias pero no para otros microorganismos (por ejemplo, la síntesis de ácido fólico, inhibida por las sulfonamidas). Por esta razón, los antibióticos sólo sirven para combatir infecciones por bacterias y no por otros microorganismos como virus u hongos.

Por cada célula de nuestro cuerpo albergamos unas 10 bacterias que viven en perfecta simbiosis con nuestro organismo y que forman parte de la llamada microbiota. La mayoría de estas bacterias reside en nuestro intestino, donde cumplen una serie de funciones vitales, incluyendo la “educación” de nuestro sistema inmune, el metabolismo de nutrientes, y la protección contra organismos patógenos. Cuando consumimos antibióticos, el problema es que no solo eliminamos a las bacterias “nocivas” (que causan la infección), sino que también reducimos el número y diversidad de bacterias “útiles” de la flora intestinal.

No son las personas las que se vuelven resistentes a los antibióticos, sino las bacterias, al cambiar de tal manera que se reduce o elimina la acción de los fármacos. Cuando las bacterias dejan de ser sensibles a los efectos de uno o varios antibióticos, resulta necesario utilizar medicamentos cada vez más agresivos -y tóxicos - para eliminarlas.

Las bacterias son organismos que se dividen muy rápidamente y por lo mismo pueden acumular un número elevado de mutaciones aleatorias en su ADN. Muchas de estas mutaciones son letales, pero algunas pueden darles una ventaja selectiva cuando crece en presencia de un antibiótico (por ejemplo si la mutación produce cambios estructurales en una proteína diana). Por lo tanto, la aparición de genes capaces de conferir resistencia a diferentes antibióticos (naturales o sintéticos) no se puede prevenir. Lo que sí podemos controlar, evitando el mal uso y abuso de antibióticos, es la selección y la propagación de dichas bacterias.

Se han encontrado genes de resistencia a antibióticos incluso en la flora intestinal de los Yanomanis, una tribu aislada del Amazonas que nunca había estado expuesta a fármacos o dietas occidentales. Esto sugiere que las bacterias de los Yanomanis han desarrollado mecanismos para defenderse de toxinas o antibióticos naturales que se parecen a los antibióticos sintéticos. También hay un número elevado de bacterias resistentes en el medio ambiente (suelo, agua, etc.), donde pueden intercambiar genes con otras bacterias. Los hospitales y clínicas son terreno fértil para la proliferación de bacterias multirresistentes, que representan una amenaza para pacientes en condición delicada o inmunodeprimidos.

Las bacterias pueden adquirir resistencia a antibióticos por mutaciones en su ADN (como explicado arriba) o por intercambio de genes de resistencia con otras bacterias. Algunos de estos mecanismos de intercambio pueden ocurrir entre bacterias de diferentes especies, ya sean de vida libre, simbióticas o patógenas. Todas las bacterias pertenecen al reino procariota, que se caracteriza por no tener núcleo celular.

Existen bacterias resistentes a múltiples antibióticos (multirresistentes o MDR), extensamente resistentes (XDR), e incluso resistentes a todos los antibióticos existentes (panresistentes o PDR). El año pasado en el estado de Nevada, EEUU, una mujer murió como resultado de una infección con una bacteria (Klebsiella pneumoniae) resistente a todos los antibióticos disponibles en EEUU (26 antibióticos)! Aunque estos casos extremos aún son raros, las bacterias resistentes son las causantes de la muerte de 25.000 personas al año en Europa, y 700.000 muertes a nivel mundial. De no actuar ahora, se estima que en 2050 esta cifra alcance los 10 millones, lo que significa más que el número de personas que mueren actualmente de cáncer. La resistencia a los antibióticos es un problema de salud pública mundial.

Se han descrito algunas moléculas derivadas de otros organismos, incluyendo bacterias, que tienen un gran poder bactericida. Los bacteriófagos, virus que infectan exclusivamente a las bacterias, también representan una estrategia prometedora para tratar cierto tipo de infecciones bacterianas. Así mismo, una estrategia completamente diferente, que consiste en remplazar unas bacterias por otras mediante trasplantes de microbiota fecal (de un donante sano), se ha usado con éxito para tratar infecciones recurrentes por Clostridium difficile, una bacteria que causa diarreas graves.

Lavarse las manos antes de preparar los alimentos y después de ir al baño, mantener al día las vacunas que nos protegen de enfermedades bacterianas, y terminar el tratamiento antibiótico tal como lo prescribió el médico son comportamientos fáciles y poco costosos que, si todos seguimos, pueden contribuir de manera considerable a controlar el aumento de las resistencias antimicrobianas.

Ocurre con frecuencia que personas enfermas que sospechan padecer una infección recurran directamente a la farmacia para obtener un antibiótico sin prescripción médica, o que interrumpan el tratamiento en cuanto se sienten mejor. Estas son malas prácticas que favorecen la propagación de resistencias. Pero también hay que tener en cuenta el uso exagerado de antibióticos que se hace en el ámbito veterinario, para prevenir y curar las enfermedades infecciosas en los animales de consumo humano y en piscifactorías. Todo ello favorece la transferencia de bacterias resistentes a antibióticos a nuestro organismo a través del consumo de estos productos así como de su diseminación en el medio ambiente a través de las aguas residuales derivadas de estos sectores.

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