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La lotería del nacimiento

22.10.2019

 

Imaginen que, al nacer, cada uno de nosotros ignorásemos nuestras condiciones de partida: si nacemos hombre o mujer; si nuestra raza será blanca o no; si padecemos una discapacidad de algún tipo; si hemos venido al mundo en una zona rural de África o en un hospital de Barcelona. Imaginen que ignoramos por completo lo que la lotería del destino ha reservado para nosotros, y ahora respondan: ¿qué consideraríamos justo o injusto? Si existe la posibilidad de nacer mujer, ¿admitiríamos como inevitable ganar un 30% menos que un hombre por hacer el mismo trabajo? ¿Comprenderíamos la necesidad de los controles migratorios extremos si es posible que hayamos nacido en el lado equivocado de la frontera?

¿Comprenderíamos la necesidad de los controles migratorios extremos si es posible que hayamos nacido en el lado equivocado de la frontera?

Esta lógica, denominada “el velo de la ignorancia”, inspiró la reflexión del filósofo estadounidense John Rawls acerca de la justicia social. La posibilidad de que cada uno de nosotros caiga en el lado de los perdedores nos ayuda a entender la necesidad de los mecanismos correctores. La importancia de un sistema redistributivo que nos iguale a todos en derechos y oportunidades. No podemos alterar las condiciones de partida que la naturaleza o la casualidad nos otorgan, pero sin duda podemos garantizar que estas condiciones no se convierten en un hándicap de por vida. La equidad puede corregir la desigualdad.

Pocos asuntos ilustran mejor este argumento que el de las inequidades en salud. En este momento, avances médicos de ciencia ficción conviven con condiciones de vida medievales en medio mundo. La brecha de 34 años en las esperanzas de vida de Japón y Sierra Leona refleja dos universos paralelos en los que la atención sanitaria, la nutrición o el acceso a vacunas y medicamentos pueden determinar la vida de un ser humano desde antes incluso de su nacimiento. Estas diferencias también son posibles al interior de un mismo país, incluso de los más desarrollados. Pregunten si no a los cerca de 30 millones de estadounidenses que viven hoy sin ningún tipo de seguro médico.

La brecha de 34 años en las esperanzas de vida de Japón y Sierra Leona refleja dos universos paralelos en los que la atención sanitaria, la nutrición o el acceso a vacunas y medicamentos pueden determinar la vida de un ser humano desde antes incluso de su nacimiento

La lucha contra las desigualdades evitables va mucho más allá de las consideraciones éticas. Hoy sabemos que la inequidad es un lastre para el interés común, además de una injusticia para quienes la sufren. Una estimación de este fenómeno en el caso de la Unión Europea eleva el coste a 980.000 millones de dólares anuales. Esta cifra estima lo que se ahorraría el sistema si la población en una situación educativa y de ingresos menos favorable alcanzase los niveles de salud que disfrutan poblaciones con estudios de secundaria o universitarios. Muchos otros trabajos, en contextos muy diferentes apuntan en la misma dirección, señalando el peso de la inequidad social en la productividad económica, el pago de impuestos o los costes sanitarios.

Por todas estas razones, la comunidad internacional ha establecido entre sus prioridades la extensión de la Cobertura Universal de Salud. Las diferentes versiones de este concepto son una realidad en los países desarrollados y muchos de los emergentes, pero buena parte de la población mundial carece de una red de seguridad sanitaria básica. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible han consagrado esta aspiración como un antídoto contra el gasto catastrófico derivado de algunas enfermedades, que condena a millones de familias a espirales de deuda y pobreza. También como mecanismo para recorrer los tramos finales en batallas épicas de la salud global como la que se lucha contra la malaria, la mortalidad infantil o el VIH. En regiones como África subsahariana, el objetivo es consolidar redes eficaces de atención primaria y secundaria. En otras, como la UE, se trata de no dejar fuera del sistema a grupos vulnerables como los inmigrantes en situación irregular.

Hoy sabemos que la inequidad es un lastre para el interés común, además de una injusticia para quienes la sufren

En pleno siglo XXI, el código postal no puede ser un determinante de derechos fundamentales como el de la salud. Existen las herramientas para corregir estas inequidades. Solo hace falta aplicarlas.

Para ilustrar las inequidades en salud, desde ISGlobal hemos escogido un formato distinto: un cómic, que te invito a leer aquí.

 

Más información

Cómic: La desigualdad en salud