Publicador de contenidos
javax.portlet.title.customblogportlet_WAR_customblogportlet (Blog Health is Global)

La prevención de enfermedades hepáticas empieza con nuestros hábitos, no en la consulta médica

16.4.2025
Liver Health Starts Before the Clinic Rethinking Where Prevention Begins
Foto: Francesca Runza / Unsplash

Las enfermedades hepáticas pueden prevenirse mucho antes de ir al médico: cuidar el hígado empieza por nuestros hábitos y el entorno donde vivimos.

 

[Este post ha sido coescrito por Dana Ivancovsky-Wajcman, investigadora postdoctoral en ISGlobal, y Jeffrey V. Lazarus, responsable del Grupo de Salud Pública Hepática en ISGlobal.]

 

La salud del hígado no se deteriora de un día para otro. Se va desgastando con los años, marcada por lo que comemos, cómo nos movemos, el estrés que acumulamos y el entorno que habitamos. Aun así, la mayoría de las estrategias de prevención siguen centradas en lo que ocurre dentro de una consulta médica.

¿Y si llevamos demasiado tiempo buscando en el sitio equivocado?

¿Y si la clave para detener las enfermedades hepáticas está en las aulas, las cocinas y los espacios comunitarios, y no solo en los centros de salud?

La realidad es que afecciones como la esteatosis hepática metabólica (MASLD, por sus siglas en inglés) suelen desarrollarse silenciosamente durante muchos años antes de que aparezcan los síntomas. Por eso la prevención debe comenzar pronto, e involucrar más que al sistema sanitario.

Los inicios invisibles de la enfermedad hepática

Más allá de los factores genéticos, el estilo de vida desempeña un papel crucial en por qué algunas personas desarrollan esteatosis hepática metabólica. El estilo de vida occidental —caracterizado por un alto consumo de carnes procesadas, cereales refinados, dulces y alcohol, junto con una baja ingesta de verduras, frutas, frutos secos, legumbres y cereales integrales, así como el sedentarismo, el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol— juega un papel importante en el desarrollo de la esteatosis hepática metabólica. Los hábitos de vida se forman desde edades tempranas y condicionan la salud en la edad adulta. Por ejemplo, hay estudios que han encontrado que cuando las dietas de las madres son poco saludables durante el embarazo, sus hijos pueden tener más probabilidades de desarrollar problemas hepáticos como esteatosis hepática metabólica más adelante. La lactancia materna podría ayudar a proteger contra problemas hepáticos como la esteatosis hepática metabólica, mientras que consumir grandes cantidades de azúcar y grasa aumenta el riesgo de desarrollarlos. De manera similar, la inactividad física y el exceso de tiempo frente a pantallas durante la infancia aumentan el riesgo de esteatosis hepática metabólica grave en la edad adulta.

Si bien los cambios en el estilo de vida y la pérdida de peso son las principales terapias para la esteatosis hepática metabólica, son difíciles de lograr y mantener, especialmente para las poblaciones vulnerables. Por eso, establecer hábitos de vida saludables desde una etapa temprana es la forma más eficaz de prevenir la esteatosis hepática metabólica y apoyar la salud metabólica en general.

La salud metabólica es la capacidad del cuerpo para mantener niveles equilibrados de azúcar en sangre, colesterol, presión arterial y otros factores clave. Cuando este proceso funciona bien, ayuda a prevenir enfermedades no transmisibles como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y la esteatosis hepática metabólica.

El papel de los educadores y los entornos en la primera infancia

La prevención debe comenzar temprano, ¿pero cuándo? Idealmente, durante el embarazo o incluso antes. Es importante que las futuras madres sean conscientes de su alimentación, y que su entorno favorezca decisiones saludables. Esto se puede lograr mediante educación nutricional en clases prenatales y ofreciendo programas de actividad física subvencionados y diseñados especialmente para mujeres embarazadas.

Estos esfuerzos deben continuar durante los primeros 1.000 días. Esto significa apoyo a la lactancia materna, como consultas gratuitas en hospitales y atención primaria, y cursos educativos para madres y padres que aborden la dieta saludable y la relación con la alimentación.

Durante la primera infancia, los padres o tutores legales son los principales modelos a seguir para establecer hábitos alimentarios. Por ello, se deben fomentar las comidas en familia, ya que están asociadas a mejores hábitos alimentarios y bienestar mental en la infancia y adolescencia.

Además, las escuelas y las familias deben trabajar juntas para promover comportamientos saludables. Esto incluye evitar comidas con exceso de azúcar, prohibir las bebidas azucaradas y limitar los dulces en celebraciones de cumpleaños. En su lugar, se debe garantizar el acceso a una alimentación nutritiva y equilibrada, por ejemplo, mediante comedores escolares saludables o huertos escolares comunitarios. Crear un entorno alimentario saludable en las escuelas es especialmente importante para niñas y niños vulnerables, como aquellos que enfrentan inseguridad alimentaria y carecen de apoyo familiar, ya que la inseguridad alimentaria también está vinculada a la esteatosis hepática metabólica. También se debe fomentar que los menores se mantengan activos dentro y fuera del horario escolar.

Por qué la formación médica aún es insuficiente

Imagina que empizas a trabajar en una panadería: el olor a bollería recién hecha, y lo fácil que sería comerse una al salir del horno. Sin darte cuenta, tu consumo de carbohidratos aumentaría.

Eso es lo que ocurre con las decisiones de salud: rara vez son una simple cuestión de elección personal. Nuestro entorno, educación, trabajo y crianza moldean nuestros hábitos. Pero incluso cuando alguien quiere adoptar hábitos saludables, el sistema sanitario no siempre ofrece el apoyo necesario.

Muchos profesionales de la salud quieren ayudar a sus pacientes a mejorar su dieta o actividad física, pero el sistema lo pone difícil. La mayoría de las facultades de medicina aún no enseñan adecuadamente nutrición ni intervenciones sobre el estilo de vida, lo que deja a muchos médicos sin herramientas ni confianza para dar consejos personalizados útiles. Además, las consultas suelen ser breves, y a veces se percibe que el cambio de hábitos no es responsabilidad del médico.

Esta combinación de barreras lleva a perder muchas oportunidades.

Un llamado a la prevención intersectorial

Además de educación y concienciación, tomar decisiones saludables debería ser la opción más sencilla. Prevenir las enfermedades hepáticas —y promover la salud en general— requiere colaboración entre sectores. Educadores, profesionales de la salud, líderes comunitarios y responsables políticos tienen un papel importante que desempeñar, incluso en el ámbito internacional.

También debemos ampliar nuestra idea de quién educa sobre salud. Docentes, entrenadores deportivos, trabajadores juveniles, madres y padres, e incluso tenderos locales pueden ser “educadores de salud más allá del ámbito sanitario.” Estas figuras cotidianas influyen directamente en los hábitos y actitudes, muchas veces más que los entornos clínicos.

Por eso la salud hepática, junto con otras afecciones metabólicas, debería integrarse en los planes de estudios escolares, programas comunitarios y educación familiar—no como un añadido, sino como una base para el bienestar a lo largo de toda la vida.

Conclusión

La prevención de las enfermedades hepáticas empieza con nosotros, tomando decisiones saludables en nuestra vida diaria. Desde lo que comemos hasta mantenernos activos y evitar hábitos dañinos, nuestras elecciones determinan nuestra salud a largo plazo. Pero no estamos solos en este camino, nuestro entorno y comunidad también juegan un papel crucial.

Por ejemplo, comer más frutas y verduras se vuelve algo natural cuando son asequibles y fáciles de conseguir. Evitar las bebidas azucaradas es más fácil cuando hay restricciones publicitarias, impuestos aplicados y fuentes públicas de agua disponibles. Lo mismo ocurre con la actividad física: alguien puede tener intención de ir caminando al trabajo, pero si el trayecto no es seguro o no es fácil de recorrer, probablemente optará por el transporte público o privado. Nuestro entorno condiciona nuestros hábitos.

Por eso, si tomamos distancia, nos damos cuenta de que todos tenemos un papel que desempeñar: las madres y padres nos guían hacia hábitos saludables, los docentes nos enseñan sobre nutrición, las amistades fomentan estilos de vida activos, los urbanistas diseñan espacios caminables, las industrias ofrecen opciones alimentarias nutritivas, y las políticas públicas establecen prioridades sanitarias e implementan los cambios necesarios.

Al asumir la responsabilidad individual y colectiva de nuestra salud y apoyarnos mutuamente, podemos construir un futuro más saludable para todos.