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Rompiendo el círculo vicioso de enfermedad y pobreza: 25 años del CISM y de cooperación exitosa entre España y Mozambique

20.10.2021
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Foto: Andalu Vilasanjuan

[Este texto forma parte de una serie de artículos para conmemorar el 25º aniversario del CISM. Autora: Cristina Gutiérrez Hernández, jefa de la Oficina de Acción Humanitaria de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID). De 2014 a 2018 fue Coordinadora General de la Cooperación Española en Mozambique.]

 

Las sensaciones que me produce pensar en el 25 aniversario del Centro de Investigación en Salud de Manhiça (CISM) mezclan parte de mi historia personal y profesional.

Recuerdo con nostalgia la pasión que me provocaba durante mi etapa de estudiante de medicina todo aquello que tuviera que ver con la investigación de las enfermedades infecciosas y, especialmente, con las enfermedades tropicales. Estas mezclaban en su propia existencia un sofisticado comportamiento que dependía de la biología, involucrando a otras especies en su ciclo de vida y, además, estaban relacionadas con las condiciones climatológicas cambiantes de la zona del mundo en que nos encontrásemos (altitud, humedad, temperatura…).

Las sensaciones que me produce pensar en el 25 aniversario del Centro de Investigación en Salud de Manhiça (CISM) mezclan parte de mi historia personal y profesional

Cada enfermedad era una historia en sí misma, y la malaria, un ejemplo perfecto de la capacidad de un parasito para sobrevivir y producir una de las enfermedades con mayor morbilidad y mortalidad en algunas zonas del planeta. Por aquel entonces, en el fin de la década de los 80 e inicio de los 90, se comenzaba a hablar de algo impensable hasta el momento: conseguir una vacuna que pudiese frenar esta temible enfermedad.

Pasados muchos años, en los que mi vida había dado un giro hacia el trabajo como cooperante, en el año 2014 tuve la ocasión de pisar el CISM por primera vez, en mi posición como Coordinadora General de la Cooperación Española en Mozambique, puesto que acababa de ocupar hacia muy poquito tiempo. La visita al CISM era algo obligado, pues está íntimamente ligado al trabajo de la cooperación española en ese país.

Cristina Gutiérrez en Mozambique. Foto: Miguel Lizana / AECID. 

 

Esa primera visita supuso una vuelta a aquellos años en que mi vida había estado dedicada más directamente a la medicina. Fue un sueño hecho realidad poder estar allí, viendo como un grupo de investigadores hablaban de los incipientes resultados de los estudios sobre la vacuna RTS,S contra la malaria.

Fue un sueño hecho realidad poder estar allí, viendo como un grupo de investigadores hablaban de los incipientes resultados de los estudios sobre la vacuna RTS,S contra la malaria

Pero también descubrí que el CISM era mucho más que eso y que su trabajo se focalizaba en una noble tarea: la búsqueda de soluciones a las principales enfermedades transmisibles que afectan de manera específica a Mozambique y a muchos de los países más pobres del mundo. La investigación biomédica era, y es, su herramienta para contribuir a romper el círculo vicioso de enfermedad y pobrezaa más enfermedades, más empobrecimiento; y a más pobreza, más enfermedad–. Se apoyaba, de esta manera, el desarrollo económico y social de las poblaciones vulnerables.

Desde su creación en 1996, el CISM se desarrolló siguiendo la orientación de un Programa de Cooperación Bilateral entre los gobiernos de Mozambique y España, cuya actividad se estructura en torno a tres pilares ligados íntimamente entre sí, que dotan al centro de una potente razón de ser y que suponen una apuesta valiente de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID) por ayudar a superar la infranqueable barrera que suponen las enfermedades para salir de la pobreza:

1. La investigación biomédica es su principal herramienta. Los estudios más emblemáticos son los ensayos de la vacuna RTS,S contra la malaria, pero destacan también las actuaciones en el área de otras enfermedades infecciosas altamente prevalentes en la zona, como la neumonía y las enfermedades diarreicas. El CISM generó la evidencia científica necesaria que posibilitó la ampliación del Programa Alargado de Vacunación del Ministerio de Salud de Mozambique (MISAU), mediante la introducción de las vacunas del pneumococo y del rotavirus. Estos microorganismos causan grandes cifras de morbilidad y mortalidad entre la población infantil del país, sin olvidar otras áreas que presentan grandes desafíos para Mozambique, como el VIH/sida y la tuberculosis, en un contexto en el que existen pocos datos debidamente recopilados sobre las causas de enfermedad y muerte de la población.

2. La formación como base de su sostenibilidad en el tiempo. El CISM, junto con instituciones académicas de referencia internacional, ha promovido y tutelado diversos másteres y doctorados para licenciados en ciencias de la salud. Ellas y ellos son la esperanza de futuro para la importante labor de continuar investigando.

3. La asistencia clínica, fundamentalmente en el Hospital de Manhiça, pero también en muchos centros de salud distribuidos por el país que, en definitiva, permiten al CISM combinar los estudios biomédicos con los epidemiológicos, sociales y la interacción con políticas de salud pública, impulsando todas las investigaciones realizadas.

La AECID ha jugado y sigue jugando un rol crucial en el desarrollo del CISM desde su creación en 1996

La AECID ha jugado y sigue jugando un rol crucial en el desarrollo del CISM desde su creación en 1996. De hecho, es el principal financiador del funcionamiento general del centro. Es una sólida base de apoyo que todo centro de investigación necesita para seguir existiendo y cultivando éxitos y avances a través de las diversas fuentes de financiación para los múltiples estudios que allí se llevan a cabo. Confío que estas investigaciones sigan llevándose a cabo durante muchos años más y seguir avanzando juntos para romper el círculo vicioso de enfermedad y pobreza.