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Diez buenas noticias en un tercer (y ojalá que último) año pandémico

28.12.2022
2002 buenas noticias
Foto: ISGlobal

Este año, el mundo ha sufrido el impacto acelerado del cambio climático, la guerra en Ucrania y la subida en los precios de comida y energía. Además, la fatiga pandémica ha alimentado la desconfianza en gobiernos y las teorías conspiracioncitas, polarizando aún más nuestra sociedad. Pero en medio de estas crisis, también ha habido buenas noticias. En lo que respecta a la salud global, aquí hay diez razones para mantener el optimismo mientras nos despedimos del 2022.

1. Las muertes globales por COVID-19 están en el nivel más bajo desde que comenzó la pandemia

El tercer año pandémico registró el mayor número de casos pero el menor número de muertes; en parte porque ómicron parece causar una enfermedad menos grave y en parte gracias a la inmunidad adquirida por infecciones previas y la vacunación. Este año también hemos visto la llegada de vacunas adaptadas, que pueden proporcionar una mayor protección contra las subvariantes de ómicron que circulan actualmente. Otro elemento positivo es el último informe sobre el estado de confianza en las vacunas en la Unión Europea: más del 80% de las personas encuestadas está de acuerdo en que las vacunas son importantes, efectivas y seguras. Sin embargo, resulta preocupante que la confianza haya disminuido entre los jóvenes de 18 a 34 años y que las dudas y desinformación sobre las vacunas sigan cundiendo en muchas regiones del mundo. La COVID-19 sigue siendo una amenaza para la salud pública, y aún existe la posibilidad de nuevas oleadas de infecciones y muertes causadas por la propagación de una nueva variante no relacionada. De ahí la importancia de mantener los esfuerzos globales para vigilar la circulación y el impacto de las variantes del SARS-CoV-2.

 

Muertes diarias atribuidas a la COVID-19 (media móvil de 7 días). Fuente: Financial Times.

 

2. Es posible que pronto tengamos una vacuna universal contra la gripe

Una vacuna experimental de ARNm probada en animales indujo una respuesta protectora contra los 20 linajes conocidos del virus de la influenza (va dirigida contra los 18 tipos de hemaglutinina –una proteína en la superficie del virus– más dos linajes de la gripe B). Esta vacuna podría cambiar las reglas del juego en caso de una futura pandemia causada por uno de los numerosos virus de influenza que pueden saltar de otros animales al ser humano, incluyendo los subtipos H5 y H7 frecuentemente asociados a los virus de gripe aviar altamente patógena. Sin embargo, aún debe probarse en personas y superar una serie de obstáculos, incluyendo la aprobación por agencias regulatorias. Este tipo de vacuna también abre el camino hacia una vacuna universal que proteja contra todas las variantes del SARS-CoV-2 y otros coronavirus relacionados, incluyendo el SARS.

 

 

3. Dos otros brotes de virus emergentes parecen estar bajo control

El brote de viruela del mono (ahora rebautizada Mpox por la Organización Mundial de la Salud, OMS), declarado emergencia de salud pública de importancia internacional en julio, está menguando gracias a una combinación de vacunación y cambios de comportamiento. Aun así, este año ha causado más de 80.000 casos confirmados y 65 muertes, y es probable que se convierta en una enfermedad global. Mientras tanto, el brote de ébola en Uganda, que creció rápidamente hasta convertirse en el octavo mayor de la historia –con 164 casos probables y confirmados y 55 muertes hasta el 5 de diciembre–, parece ahora bajo control a pesar de la falta de vacunas eficaces contra la cepa de ébola-Sudán (las tres vacunas candidatas existentes seguramente llegarán demasiado tarde para ser probadas). Sin embargo, ambos brotes volvieron a poner de manifiesto la falta de interés e inversión en enfermedades que no suelen afectar a los países ricos. Una vez más, África fue la última en recibir vacunas contra el Mpox, a pesar de registrar el mayor número de muertes.

 

 

Número y proporción de casos de Mpox notificados semanalmente por regiones mundiales de la OMS ( 22 de noviembre de 2022). Fuente: ECDC.

 

4. África empezará a producir sus propias vacunas de ARNm

Uno de los mayores fracasos morales durante esta pandemia fue la distribución desigual de vacunas COVID-19 debido al acaparamiento por parte de los países más ricos y la falta de transferencia de tecnología por parte de las farmacéuticas. Esto podría cambiar. A principios de este año, la OMS anunció los seis primeros países africanos (Egipto, Kenia, Nigeria, Senegal, Sudáfrica y Túnez) que recibirán formación del centro global de tecnología de ARNm en Sudáfrica, creado en 2021 con el apoyo de socios africanos y europeos para promover el acceso equitativo a las nuevas vacunas.

 

Test de COVID-19 en Madagascar (2020). Foto: Henitsoa Rafalia / Banco Mundial.

 

5. Una estrategia innovadora para desarrollar nuevos antibióticos

Gracias al uso de ordenadores para diseñar proteínas a partir de genes bacterianos, un equipo científico ha creado un nuevo antibiótico que mata incluso a las bacterias más resistentes. Esta novedosa tecnología, impulsada por los enormes avances logrados este año en el uso de inteligencia artificial para diseñar proteínas, podría suponer un gran avance en la lucha contra la resistencia antimicrobiana, que es una de las principales amenazas de salud a la que nos enfrentamos hoy en día. En el 2019, las infecciones bacterianas fueron la segunda causa de muerte a nivel global (7,7 millones de muertes causadas por 33 bacterias patógenas, de las cuales 1,2 millones fueron causadas por bacterias resistentes a los antibióticos).

 

 

6. Una contribución récord para el Fondo Mundial

En su 7º reaprovisionamiento, el Fondo Mundial logró reunir 700 millones de dólares para acelerar la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria (con un aumento de la contribución española del 30%), y al menos 20 gobiernos de países implementadores se convirtieron también en donantes. Los fondos también ayudarán a los países a seguir respondiendo a la COVID-19, mitigando el impacto de la pandemia en las tres enfermedades y reforzando los sistemas de salud y de preparación ante pandemias. Esto cobra aún más relevancia en vista de que las muertes por tuberculosis, tras décadas de progreso, aumentaron por primera vez entre 2020 y 2021.

 

 

7. Un tratado internacional sobre pandemias en el horno

La COVID-19 nos demostró, una vez más, que ningún gobierno o institución puede hacer frente por sí solo a una amenaza pandémica. El mundo necesita urgentemente un plan coordinado para prevenir, prepararse y responder mejor a futuras pandemias (el actual Reglamento Sanitario Internacional resulta claramente insuficiente). Este año, la OMS comenzó a liderar las negociaciones para un nuevo tratado internacional vinculante, que incluye propuestas para compartir datos y secuencias genómicas de virus emergentes y normas sobre distribución equitativa de vacunas. Pero el nuevo pacto, que se espera que esté listo para mayo del 2024, solo será posible mediante el compromiso político sostenido de los líderes mundiales y una OMS más fuerte y con más recursos, incluidos los del Fondo de Pandemias del Banco Mundial (al que España también ha hecho una primera contribución significativa este año).

 

Foto: Pierre Albouy / OMS.

 

8. Un acuerdo histórico para compensar a los países más afectados por el cambio climático

En la COP27 se dio un paso importante hacia la justicia climática con la decisión de crear y poner en marcha un fondo de "pérdidas y daños" para los países vulnerables más afectados por los desastres climáticos. Sin embargo, como señalan los críticos, el acuerdo firmado es vago y carece de detalles sobre quién debe contribuir al fondo y qué países se beneficiarán. Otro punto positivo de la conferencia es que confirmó que la salud ocupa un lugar cada vez más central en las conversaciones sobre el clima, como demuestra la recién lanzada plataforma mundial de conocimiento sobre clima y salud. Aun así, hay poca conciencia pública sobre el impacto de las temperaturas extremas en la salud (se calcula que más de 20.000 personas han muerto en toda Europa por las olas de calor de este verano). Lamentablemente, la COP27 logró poco en materia de acciones decisivas para abandonar los combustibles fósiles (las compañías petroleras enviaron más representantes que nunca a la conferencia), lo que significa que nuestra oportunidad para limitar el aumento de la temperatura a 1,5 ºC está prácticamente perdida.

 

Foto: UNFCCC / KiaraWorth

 

9. Los mamíferos salvajes están resurgiendo en Europa

El último informe de una coalición de organizaciones conservacionistas muestra que muchas poblaciones de mamíferos en Europa han experimentado un aumento espectacular en los últimos 50 años, gracias a los esfuerzos de conservación. Además, la cumbre mundial 2022 sobre la vida salvaje (CITES) celebrada en Panamá, aprobó resoluciones para proteger cientos de especies amenazadas, entre ellas los tiburones. Sin embargo, el futuro parece muy sombrío para la vida salvaje del planeta. Según el último informe de IPBES, 1 millón de los 8 millones de especies de plantas y animales en el mundo están amenazadas de extinción. Esto es especialmente preocupante, ya que la pérdida de biodiversidad es consecuencia del cambio climático, pero al mismo tiempo los ecosistemas son un elemento clave para mitigar el impacto de la crisis climática.

 

La vida salvaje vuelve a Europa. Fuente: Our World in Data.

 

10. El mundo nunca ha tenido tanto conocimiento y herramientas para resolver los retos a los que se enfrenta

Lo que le falta es liderazgo y voluntad, a todos los niveles. El mes pasado, la población mundial alcanzó los 8.000 millones de habitantes, según estimaciones de la ONU. Esto significa que tenemos 8.000 millones de razones para redoblar los esfuerzos y trabajar colectivamente para alcanzar las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), con especial atención a las dos amenazas más acuciantes –y entrelazadas– para la vida tal y como la conocemos: la pérdida de biodiversidad y el calentamiento global. La hoja de ruta está clara y no hay más tiempo que perder. Las medidas que nosotros (como ciudadanos y líderes) adoptemos –o no– en 2023 determinarán si 8.000 millones de personas podrán vivir de forma sostenible y pacífica en un planeta sano.