Publicador de contenidos
javax.portlet.title.customblogportlet_WAR_customblogportlet (Blog Health is Global)

Posibles riesgos de la iluminación LED para la salud humana

04.1.2019

[Este artículo se ha publicado originalmente en catalán en el boletín "Espai Salut" de la Diputacio de Barcelona]

Nos encontramos en la época del año de menos horas de luz natural y mayor exposición a la luz artificial. Hasta comienzos del siglo XX, la especie humana había sido sometida a ciclos periódicos y estables de luz y oscuridad a lo largo de su evolución. Pero este patrón comenzó a tambalearse debido al uso extensivo de los sistemas de iluminación artificial nocturno y, más recientemente, debido al incremento en el uso de las luces de tipo LED de tonalidad blanca que podemos encontrar tanto en las iluminaciones exteriores de las calles, monumentos, etc. así como en el interior de las casas a través de las pantallas de diferentes aparatos electrónicos (tablets, móviles, etc.).

La luz artificial es un factor innegable de progreso y ha permitido alargar el periodo activo en horas nocturnas. Sin embargo, su uso indiscriminado tiene asociados diferentes impactos y entre ellos encontramos los efectos en la salud humana. En particular, la exposición en horas nocturnas en las luces de tipo LED que incorporan en su espectro de emisión un pico de luz azul podrían estar relacionadas con efectos nocivos en la salud, a través de la supresión de la producción de melatonina, una hormona que empezamos a producir de forma natural por la tarde y que alcanza su máximo durante la noche en condiciones de oscuridad.

La exposición en horas nocturnas en las luces de tipo LED que incorporan en su espectro de emisión un pico de luz azul podrían estar relacionadas con efectos nocivos en la salud, a través de la supresión de la producción de melatonina

La melatonina se encarga de sincronizar nuestro reloj biológico informando del ciclo de luz-oscuridad, y por tanto preparando a nuestro organismo para ir a dormir, dando lugar a una serie de respuestas fisiológicas que regulan diferentes funciones de nuestro organismo durante la noche, como la temperatura corporal, la presión sanguínea, la secreción de enzimas digestivas o la producción de hormonas.

Aparte de sincronizar nuestro ritmo circadiano, es decir, el reloj interno que guía nuestros ritmos biológicos, la melatonina también tiene actividad antitumoral, neuroprotectora, reguladora de la respuesta inmunitaria, antiinflamatoria y antioxidante. Así pues, la supresión de la producción de esta hormona puede conducir a problemas de salud. De hecho, en 2007 la Agencia Internacional de Investigación sobre Cáncer (IARC), que pertenece a la Organización Mundial de la Salud (OMS), clasificó el trabajo por turnos que implicara una disrupción del ritmo circadiano como probable carcinógeno.

Numerosos estudios han evaluado los efectos en la salud de la exposición a luz artificial durante la noche, tanto en animales de experimentación como en humanos. Sobre todo en cuanto a trabajadores por turnos, se han encontrado asociaciones con diferentes enfermedades, como la diabetes, la obesidad, enfermedades cardiovasculares y también el incremento del riesgo de cánceres dependientes de hormonas, como el cáncer de mama y de próstata (Schernhammer et al., 2001; Papantoniou et al., 2015).

La Agencia Internacional de Investigación sobre Cáncer (IARC) clasificó el trabajo por turnos que implicara una disrupción del ritmo circadiano como probable carcinógeno

Con respecto a la población general expuesta durante la noche a fuentes de iluminación tanto de la calle como en el interior de las viviendas, la evidencia científica es más escasa, pero los resultados publicados hasta ahora apuntan hacia la misma dirección.

Barcelona. Imagen cortesía de the Earth Science and Remote Sensing Unit, NASA Johnson Space Center. http://eol.jsc.nasa.gov

Por ejemplo, un estudio reciente liderado por ISGlobal (Garcia-Saenz et al., 2018) en las ciudades de Barcelona y Madrid ha encontrado una asociación entre personas expuestas a niveles más elevados de luz azul artificial y un incremento del riesgo de cáncer de mama y próstata. Esta investigación se realizó utilizando como fuente de información imágenes nocturnas tomadas por los astronautas de la estación espacial internacional (ISS) de la NASA.

Barcelona. Imagen cortesía de the Earth Science and Remote Sensing Unido, NASA Johnson Space Center. http://eol.jsc.nasa.gov

Un estudio reciente liderado por ISGlobal en Barcelona y Madrid ha encontrado una asociación entre personas expuestas a niveles más elevados de luz azul artificial y un incremento del riesgo de cáncer de mama y próstata

En cuanto a la luz emitida por aparatos electrónicos, diferentes estudios (Chang et al., 2014; Akacem et al., 2017) han evaluado la exposición a estas fuentes de luz durante tres horas antes de acostarse, y los resultados muestran una reducción marcada en la producción de melatonina y una disminución en la calidad del sueño y el rendimiento intelectual al día siguiente.

Finalmente, cabe destacar que durante el día es muy necesario recibir luz, idealmente del Sol o si no también de fuentes de luz que contengan el espectro azul para sincronizar nuestro reloj biológico y que nuestro organismo entienda que es hora de estar despierto y activo. Por el contrario, cuando llegue la noche, el tipo de luz más recomendado sería de color cálido o anaranjado, ya que no afectaría de forma tan marcada la producción de melatonina. Este tipo de iluminación más anaranjada lo podemos incorporar a nuestros aparatos electrónicos mediante filtros de pantalla. En cuanto al alumbrado público, actualmente hay ciudades en todo el mundo que optan por incorporar luces de tipo LED más cálidas, sin componente azul en su espectro. Esta elección permite reducir la contaminación lumínica en forma de luz intrusiva en el interior de las viviendas mientras dormimos o la exposición directa durante las horas que pasamos en la calle antes de llegar a casa por la noche.

Cuando llegue la noche, el tipo de luz más recomendado sería de color cálido o anaranjado, ya que no afectaría de forma tan marcada la producción de melatonina

Se trata, pues, de una cuestión sobre la que la evidencia científica disponible todavía no es concluyente, pero que habrá que seguir investigando y abordar con precaución.