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Entrevista a María Elena Bottazzi: “Regalamos nuestra vacuna para salvar el mayor número posible de vidas”

30.10.2025
Entrevista ME Bottazzi

La microbióloga María Elena Bottazzi explica cómo su equipo codirigido con Peter Hotez desarrolló y compartió la tecnología para desarrollar las vacunas Corbevax e Indovac sin ánimo de lucro.

Para definirse, la microbióloga María Elena Bottazzi empieza por su multiculturalidad: nació en Italia y creció en Honduras, el país de su padre. De aquellos días recuerda con nostalgia los ríos en los que se bañaba y los caballos de la finca ganadera de su abuela. Había que guardarse de las lombrices intestinales y de las enfermedades tropicales olvidadas que lastraban las vidas de tantas personas a su alrededor. Empezó así a forjarse su sensibilidad para la pobreza y las desigualdades.

Le gustaba estudiar. Se licenció en Microbiología y Química Clínica en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, de la que salió, dice, “tan preparada como cualquiera que hubiera estudiado en una universidad del alto mundo”. Luego amplió su formación en Florida y Pensilvania: un doctorado en Inmunología Molecular, dos posdoctorados en Biología Celular y Molecular, e incluso el principio de un máster en Gerencia.

El encuentro con Peter Hotez marcó un punto de inflexión en su carrera. Comenzaron a colaborar en 2001 y, diez años más tarde, se mudaron a Houston, la cuarta ciudad más poblada de Estados Unidos, para fundar el Centro de Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas. Desde entonces comandan un pequeño equipo de científicos interesado en todo aquello que otros grupos de investigadores descartan: enfermedades desatendidas, emergentes o reemergentes. Su propósito es diseñar, sin ánimo de lucro, vacunas accesibles y asequibles para quienes más la necesitan.

Cuando estalló la pandemia de COVID-19, su laboratorio ya llevaba una década estudiando los coronavirus, interesado en el SARS y el MERS, que habían dejado de recibir atención y se habían convertido así en enfermedades desatendidas. En tres meses tuvieron a punto una tecnología basada en proteínas recombinantes que dio lugar a Corbevax, una vacuna contra la COVID-19 libre de patentes y de bajo coste, desarrollada en colaboración con la compañía Biological E en la India. “Una vacuna para el mundo”, resume Bottazzi. Posteriormente, colaboraron también con BioFarma en Indonesia para codesarrollar Indovac.

Decana asociada de la Escuela Nacional de Medicina Tropical del Baylor College of Medicine y profesora de Pediatría, Bottazzi estuvo recientemente en Barcelona invitada por el Programa de Malaria y Enfermedades Parasitarias Olvidadas de ISGlobal.

La División de Medicina Tropical Pediátrica del Hospital Infantil de Texas impulsa la investigación y el desarrollo de vacunas contra enfermedades olvidadas. Foto: Baylor College of Medicine.

Nominación al Nobel

-En el año 2020 te nominaron a premio Nobel de la Paz junto a Peter Hotez, y ese mismo año Forbes dijo que eras una de las mujeres más poderosas de Centroamérica. ¿Cómo te cambió todo eso?

-La nominación supuso un reconocimiento a nuestro trabajo de buscar soluciones para enfermedades tropicales desatendidas o emergentes (lo era entonces la COVID-19). Pero la visibilidad ganada también nos trajo una responsabilidad, porque ahora tenemos nuestros “quince minutos de fama” y la sociedad anda viendo qué es lo que hacemos. Hemos tenido que mejorar como comunicadores, lo que no es fácil.

-¿Qué sentís que habéis hecho bien?

-Anclarnos en el concepto de “sin ánimo de lucro”, habernos mantenido fieles al objetivo de que nuestro trabajo resulte accesible y asequible, beneficioso para cualquier persona al margen de su capacidad económica. A veces puedes confundirte y ver oportunidades que te desplazan un poco de ese centro, pero en seguida regresas a tu propósito.

-Imagino que hay momentos de desánimo. ¿Qué haces entonces?

-En ciencia, el desánimo es constante: un experimento no funciona, una hipótesis no se confirma, no hay fondos suficientes, ocurre algo inesperado... Pero hay que recordar que a veces esos malos momentos abren puertas a oportunidades. Durante la pandemia de COVID-19, por ejemplo, cuando todo se paró de golpe y no podíamos acercarnos al laboratorio sin ponernos en riesgo, en el equipo nos volvimos más empáticos con los compañeros.

Tecnología libre de patentes para las vacunas Corbevax e Indovac

-Para vosotros fue una oportunidad, porque ahí cambió un poco vuestra trayectoria.

-Trabajamos muy duro, casi 24/7, pero Corbevax e Indovac nos dieron visibilidad: éramos un laboratorio relativamente pequeño, en Texas, trabajando para poder beneficiar al mundo. A la tecnología que desarrollamos se la llamó “la vacuna del mundo”. La regalamos. Nos centramos en cómo salvar la vida al mayor número de personas posible. La oportunidad de hacerlo, y hacerlo con colaboradores y grupos con los que compartíamos la misma mentalidad, con los productores de vacunas, en la India e Indonesia, fue… no sé ni cómo expresar lo que sentíamos. Se distribuyeron cien millones de dosis de nuestra vacuna a niños de 12 a 14 años, o sea a nuestro futuro. Eso es algo que creo que nunca vamos a olvidar.

-¿Pudisteis ver en el terreno cómo se administraba la vacuna?

-Al principio nos manteníamos en contacto con nuestros colaboradores a través de Zoom, pero después pudimos ir a verlos, sí. Fue muy lindo. Cuando visitamos en India a Biological E, el primer laboratorio que adoptó nuestra tecnología, nos hicieron plantar un arbolito. Tengo yo un arbolito en la India con mi nombre, que se va a ver crecer y que ellos van a seguir cuidando como reconocimiento a todos los niños y niñas que logramos salvar. Fue una experiencia muy bonita.

-Compitiendo con las grandes farmacéuticas, ¿os sentíais un poco David frente a Goliat?

-Desarrollar cualquier medicamento biológico, especialmente vacunas, es un proceso arduo. Lo vemos ahora que volvemos a trabajar en vacunas contra enfermedades desatendidas: tras 25 años de trabajo, todavía estamos empezado, no hemos logrado llegar al punto que logramos con la vacuna de la COVID-19. Pero ya tenemos un precedente, sabemos que ¡sí se puede! Obviamente, sí se puede cuando hay grupos que se unen con un mismo objetivo, y se cuenta con el aval de los gobiernos y líderes, y con los fondos necesarios… y la aceptación de las poblaciones. Ahí es donde tenemos que trabajar un poco más: en cómo explicar a la población el beneficio de la vacunación. Se olvida muy rápido cuando desaparecen enfermedades infecciosas terribles contra las que han funcionado vacunas muy eficaces.

-¿Eso tiene que hacerlo una científica? Además de investigar, ¿tienes que buscar fondos, explicar a la población que las vacunas son beneficiosas, etc.?

-Para que la ciencia alcance realmente a las poblaciones hay que considerar muchos factores: sociales, económicos, legales, éticos… Es muy importante saber comunicar esa ciencia, explicar su valor. Las universidades deberían hacer hincapié en que la ciencia ha de conversar con otras disciplinas.

En busca de nuevas vacunas

-¿Estáis trabajando en nuevas vacunas?

-Trabajamos en un grupo de vacunas contra los parásitos intestinales, que causan muchas enfermedades, sobre todo en niñas y niños. Tenemos bastante avanzada una contra la uncinaria. Trabajamos también en otra contra la esquistosomiasis, de la que estamos esperando resultados de un estudio en Uganda. Y avanzamos en una vacuna para la enfermedad de Chagas, para pacientes infectados pero sin todavía síntomas clínicos. Estamos esperando las aprobaciones para ver si podemos empezar un estudio en México. Además, trabajamos con otros parásitos y bacterias. Por ejemplo, tenemos un proyecto de vacuna contra la enfermedad de Lyme, una bacteria que se transmite por las garrapatas.

El factor humano

-En vuestros equipos habéis introducido a psicólogos de comportamiento.

-Sí, con la idea de mejorar las interacciones en el equipo, abordar el estrés de la vida diaria y hacer que el trabajo resulte ameno y productivo sin que la persona descuide su vida familiar.

-¿Tú cuidas ese equilibrio entre la vida laboral y la personal?

-Sí. Es mucho trabajo. ¿Cómo agregar tiempo para reflexionar y hasta entenderse a una mismo? Yo que soy mujer, latina, vivo en Estados Unidos y no tengo el inglés como primera lengua, he de tratar con personas bastante importantes y, a veces, tengo un poco el síndrome de la impostora. He de pensar cuáles son mis fuerzas, y no enfocarme tanto en mis debilidades, que mi grupo de trabajo puede complementar. Me gusta mucho practicar remo en el gimnasio. Es un deporte interesante porque tú pones tu propio esfuerzo, pero es para mejorar el esfuerzo colectivo. Hay mucha ciencia detrás de cómo el ejercicio te ayuda a forjar esas alianzas con el equipo. Eso en cuanto al plano físico. Y después no hay que olvidar las raíces, la familia, no perder esa conexión humana.

Tándem con Peter Hotez

-Llevas 25 años haciendo tándem con Peter Hotez. ¿Cómo es vuestra relación?

-Tenemos la misma pasión y la misma visión, pero si nos hicieran un estudio de personalidad creo que estaríamos casi en los extremos del espectro: yo hago más el trouble shooting, resuelvo problemas, y él es más visionario y se le da muy bien la parte social y de comunicación. Yo implemento, organizo, soy la detallista. Nuestras conversaciones son constructivas, aunque no estemos de acuerdo. Aprendemos el uno del otro. Y nos apoyamos, en momentos difíciles nos recordamos que el trabajo que estamos haciendo vale la pena, y transmitimos eso a nuestros equipos. Peter siempre me ha visto como una igual, aunque fuera mujer y más joven. Me ha puesto siempre al frente y yo también he tomado la oportunidad de destacar. Así que avanzamos juntos. No creo que hubiéramos podido hacer lo que hemos hecho por separado. Me considero muy afortunada, y creo que él también.