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La malaria a través de la historia: oscuridad y luz (Parte 3)

23.11.2017

[Esta entrada ha sido escrita por Xavier Fernàndez-Busquets y es la tercera y última sobre una serie sobre la historia de la malaria]

La historia contemporánea de la malaria comenzó con un giro hacia los límites del comportamiento ético

La historia contemporánea de la malaria comenzó con un giro hacia los límites del comportamiento ético. En 1927, Julius Wagner-Jauregg fue galardonado con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina "por su descubrimiento del valor terapéutico de la inoculación de malaria en el tratamiento de la demencia paralítica". Esta práctica, denominada malarioterapia de forma eufemística, consistía en el tratamiento de enfermedades (principalmente neurosífilis) mediante la subida de la temperatura corporal infectando al paciente con malaria. Aunque pueda parecer algo que desapareció hace mucho tiempo, la malarioterapia todavía se propuso como tratamiento para pacientes con VIH en un estudio publicado en 1997 por Henry Judah Heimlich, más conocido por su invención de la maniobra Heimlich, que a tantas personas ha salvado de ahogarse por un hueso de oliva atascado en la garganta.

Desgraciadamente, la guerra química del siglo XX contra la malaria no se inició por una motivación altruista impulsada por los millones de personas que morían en África. Las naciones desarrolladas comenzaron a invertir enormes cantidades de dinero en hallar una cura cuando la enfermedad empezó a matar a montones de soldados en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial. Paul Ehrlich (1854-1915) acuñó el término bala mágica para definir un medicamento hipotético capaz de acabar con los patógenos sin que afectara las células huésped sanas. Ehrlich desarrolló el azul de metileno, el primer antipalúdico sintético de uso generalizado en el frente bélico. No obstante, nunca gustó a las tropas porque teñía de azul la esclerótica y también la orina.

El arsenal antipalúdico completo no se lanzó de verdad hasta la Segunda Guerra Mundial

Pero el arsenal antimalárico completo no se lanzó de verdad hasta la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento, el alcaloide quinina era, con mucho, el antipalúdico más eficiente (y uno de los ingredientes del agua tónica que guardamos en el frigorífico hoy en día). Sin embargo, sus efectos secundarios y la dificultad para obtenerlo de su fuente natural —el quino, que crece disperso en las profundidades de los bosques pluviales de Sudamérica— impulsaron la investigación en busca de un análogo sintético. Alemania y los Aliados desarrollaron, literalmente, cientos de derivados de la quinina, sustituyendo o modificando prácticamente cada átomo de la molécula. El resultado de esta carrera química fue la cloroquina, un potente antipalúdico sin prácticamente efectos secundarios que, en aquel momento, se pensó que podría ser la bala mágica imaginada por Ehrlich para erradicar la malaria. Por desgracia, no fue así y al cabo de pocos años se detectó en el parásito la evolución de resistencias, lo cual ha inutilizado en muchas zonas endémicas este medicamento que en su día fue maravilloso.

Aunque pueda parecer sorprendente, el arma más letal del ataque químico contra la malaria no se desarrolló para eliminar el parásito, sino el mosquito vector. El diclorodifeniltricloroetano (DDT) es un organoclorado cristalino, incoloro, insípido y casi inodoro sintetizado por primera vez en 1874. La acción insecticida del DDT fue descubierta en 1939 por el químico suizo Paul Hermann Müller, a quien se le otorgó el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1948 "por su descubrimiento de la alta eficiencia del DDT como un veneno de contacto contra diversos artrópodos". La lástima fue que los días de gloria del DDT ­finalizaron repentinamente en 1962, cuando Rachel Carson publicó Primavera Silenciosa, un libro icónico para el movimiento ecologista en el que se revelaban los efectos tóxicos del DDT, por lo que acabó en la estantería de los productos químicos malditos donde continúa hoy en día, aunque muchos exigen su reintroducción.

Cuando la Segunda Guerra Mundial estaba en pleno apogeo, la historia de la malaria entra en su momento más oscuro

Cuando la Segunda Guerra Mundial estaba en pleno apogeo, la historia de la malaria entra en su momento más oscuro. En la Alemania nazi, el Reichsführer de las SS Heinrich Himmler envió a Klaus Schilling a trabajar al campo de concentración de Dachau. En 1946, durante los juicios de Nuremberg, se pudo escuchar la siguiente declaración: "Soy el profesor Klaus Schilling. He trabajado en enfermedades tropicales durante 45 años. Llegué a la estación experimental de Dachau en febrero de 1942. Calculo que inoculé entre 900 y 1.000 prisioneros. A la mayoría se los inoculó por protección. Sin embargo, ninguna de aquellas personas fue voluntaria". Pero esta falta de ética médica no fue exclusiva del Eje. En el centro correccional Stateville, una prisión estatal de máxima seguridad cerca de Chicago, también se utilizó a presos para probar medicamentos antimaláricos. En ese mismo juicio médico de Nuremberg, la defensa argumentó que, éticamente, no había diferencia entre la investigación llevada a cabo en las prisiones americanas y los experimentos que tuvieron lugar en los campos de concentración nazis. El estudio sobre la malaria se mencionó de manera explícita.

No obstante, y por suerte, nuestra breve (histórica) historia sobre la malaria finaliza con un capítulo resplandeciente

No obstante, y por suerte, nuestra breve (histórica) historia sobre la malaria finaliza con un capítulo resplandeciente. En 2015, parte del Premio Nobel de Fisiología o Medicina fue concedido a Youyou Tu "por sus descubrimientos relativos a una nueva terapia contra la malaria". Tu, la primera mujer china en ganar un Nobel, es conocida como la profesora de los tres noes: No posee un título de posgrado, No ha trabajado fuera de su país, No pertenece a ninguna academia china. Llevó a cabo su trabajo durante las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, en plena Revolución Cultural china, cuando los científicos (intelectuales) eran menospreciados como una de las nueve categorías negras de la sociedad. En 1967, Mao Zedong respondió a la ayuda que le solicitaba Ho Chi Minh, que se encontraba en apuros porque su ejército estaba perdiendo la guerra de Vietnam no contra el Tío Sam, sino contra la malaria.

Mao lanzó el Proyecto 523 con el objetivo de hallar una cura para la enfermedad. Tu buscó en el libro de medicina tradicional china del año 340 a. C. Zhou Hou Bei Ji Fang (Manual de las Prescripciones de Urgencia), escrito por Ge Hong, y extrajo una receta sobre cómo preparar un remedio para las fiebres periódicas. El método recomendaba extraer el principio activo (en realidad, artemisinina) mediante una infusión de hojas de artemisa en agua templada, no caliente. Y ahora viene la parte más emotiva de este breve relato. ¿Saben de dónde proviene el nombre que los padres de la profesora Tu escogieron para ella al nacer? De un antiguo proverbio chino: "You, you, bala el ciervo, pastando la artemisa de los campos".

Continuará.

Más información

Lee la parte 1: La malaria a través de la historia: desde los dinosaurios hasta un simple "mal aire" 

Lee la parte 2: La malaria a través de la historia: Los descubrimientos que nos han traído hasta aquí