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Análisis y Desarrollo Global, Eliminación de la malaria

¿Cómo evitar que la COVID-19 agrave otras epidemias en países de renta baja y media?

Serie | COVID-19 y estrategia de respuesta #15

18.06.2020

Este documento forma parte de una serie de notas de debate que abordan preguntas fundamentales sobre la COVID-19 y las estrategias de respuesta. Los trabajos han sido elaborados sobre la base de la mejor información científica disponible y pueden ser actualizados a medida que esta evolucione.

Escrito por Laura de la Fuente, Research Assitant de ISGlobal, y Elisa López Varela, Assistant Research Professor de ISGlobal, el documento aborda cómo podemos minimizar el impacto de la COVID-19 en el control del resto de epidemias ya presentes en países de renta baja y media

 

La epidemia de la COVID-19 está teniendo efectos devastadores para los sistemas sanitarios: saturación y colapso de los servicios, imposibilidad de ser atendido, falta de recursos materiales y humanos, escasez de camas e, incluso, carencia de recursos terapéuticos tan esenciales como el oxígeno. En los países de renta alta, en los que las enfermedades transmisibles no eran hasta ahora el enemigo más peligroso, esta saturación del sistema sanitario ha podido ser controlada en unas semanas. Se han cerrado las consultas no urgentes de seguimiento de enfermedades crónicas, habilitado nuevas plantas de hospitalización para atender el aumento exponencial de personas enfermas, comprado respiradores y aumentado las unidades de cuidados intensivos, desviando al personal sanitario especializado para cubrir esas nuevas necesidades. Todo este despliegue ha sido necesario para enfrentarse a una pandemia sin precedentes y a su impacto pernicioso, permitiendo que la (nueva) normalidad pueda ir volviendo de manera progresiva a los hospitales y al resto del sistema de salud.

Lamentablemente, esta no es la regla en todo del planeta. Más de la mitad de la población mundial vive en países donde los sistemas de salud no pueden cubrir ni siquiera los servicios esenciales. Estos sistemas sanitarios sufren un estado perenne de saturación y se sostienen sobre un delicado equilibrio que puede ser roto por cualquier desajuste, haciendo que las muertes se disparen. En estos contextos, la mayoría de enfermedades endémicas son transmisibles y su control requiere tanto la implantación efectiva de medidas preventivas, muchas de ellas comunitarias, como la atención individualizada continua. Precisamente, lo más difícil de conseguir en el contexto de una pandemia como la de la COVID-19.

¿Qué ocurre en un país pobre cuando una emergencia como la del coronavirus interrumpe los programas de atención y prevención sanitaria?

Diferentes personas expertas han intentado anticiparse a esta pregunta y predecir a través de modelos matemáticos cuáles pueden ser las consecuencias de la COVID-19 sobre el VIH, la tuberculosis (TB) y la malaria, si realmente llegan a producirse interrupciones en los servicios de prevención y tratamiento. Los resultados podrían llegar a ser devastadores, especialmente en África subsahariana: una interrupción de tan solo seis meses en la distribución del tratamiento antirretroviral conllevaría en un año más de medio millón de muertes adicionales por causas relacionadas con el VIH/sida, y otro tanto en relación con la tuberculosis. En el caso de la malaria, podríamos ver duplicado el número de muertos con respecto a los datos que tenemos del año pasado (hasta las 770.000 muertes), afectando fundamentalmente a la infancia y a mujeres embarazadas.

Se estima que un millón y medio de personas morirán de tuberculosis en todo el mundo durante los próximos cinco años como consecuencia directa de la COVID-19.  Por si fuera poco, la posibilidad –aún no avalada científicamente– de que una vacuna fundamental para prevenir los casos graves de TB en niñas y niños pequeños (BCG) tenga utilidad contra la COVID-19 podría amenazar su disponibilidad como medida preventiva para la tuberculosis. La consecuencia directa sería una caída en la cobertura de vacunación infantil y un aumento dramático en la incidencia de la meningitis por tuberculosis y en las muertes infantiles. 

¿Cómo podemos minimizar el impacto de la COVID-19 en el control del resto de epidemias y qué lecciones ofrecen crisis anteriores?

Aunque la respuesta global a la pandemia de la COVID-19 no tiene precedentes, es posible aprender de las catástrofes vividas anteriormente y anticiparse a los potenciales problemas futuros. Sabemos que desviar toda la atención hacia el coronavirus puede acarrear consecuencias nefastas, y que la interrupción de los servicios de tratamiento y prevención causaría un incremento en el número de muertes por TB, VIH y malaria que superaría con creces las provocadas por la propia COVID-19. Pero también sabemos que, incluso en situaciones de crisis, es posible reforzar elementos esenciales del sistema de salud que ayuden a mantener el frágil equilibrio en el que se encuentran la mayoría de sistemas sanitarios del planeta.

Diversas organizaciones y alianzas como la Organización Mundial de la Salud (OMS); la Alianza para la Vacunación (GAVI); UNICEF; el Fondo mundial para la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria; ONUSIDA; la Sociedad Internacional de VIH/sida; y Stop TB Partnership están publicando documentos estratégicos con recomendaciones para los sistemas sanitarios. Todos ellos coinciden en que la respuesta a la COVID-19 debería integrarse en los circuitos existentes de prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades existentes, de modo que se avance en tándem y se fortalezcan los sistemas de salud de un modo transversal. En particular, abogan por promover una colaboración entre los diferentes actores, incluyendo ministerios de salud, entidades nacionales e internacionales, financiadores y sociedad civil, asegurando así una respuesta coordinada frente a la pandemia.

Estas son algunas de las medidas que proponen y que podrían minimizar el impacto de la COVID-19 sobre otras estrategias de salud:

  1. Sobre la adaptación de los servicios sanitarios. Conviene garantizar la flexibilidad y la respuesta rápida de los sistemas nacionales de salud para continuar prestando atención de manera segura a la persona usuaria que requiere atención médica y al propio personal sanitario. Las nuevas tecnologías y plataformas pueden ayudar a minimizar las visitas innecesarias a las unidades sanitarias. Es el momento de impulsar la prestación de servicios diferenciados de atención para optimizar cómo, cuándo, dónde y por quién se facilitan los cuidados y el tratamiento contra el VIH y, potencialmente, contra la TB y la malaria. En Senegal, por ejemplo, el Programa de Control Nacional del VIH ha creado una red de WhatsApp con los directores de los centros de atención de VIH, donde reciben inmediatamente las nuevas recomendaciones sobre cómo adaptar la prestación de cuidados.
  2. Sobre la continuidad de servicios básicos de prevención y atención sanitaria del resto de enfermedades endémicas. Para asegurar que ningún paciente quede atrás, es importante garantizar la continuidad de programas de inmunización infantil, salud materna y reproductiva y cuidados contra el VIH, la TB y la malaria. La continuidad de estas intervenciones es esencial para salvar vidas, por lo que sigue siendo necesaria su implementación en todas las unidades sanitarias y con especial atención a los grupos vulnerables y con mayores dificultades de acceso al sistema sanitario, incluyendo aquellos afectados por emergencias humanitarias. Este ha sido el compromiso declarado de GAVI durante su reciente y exitosa conferencia de refinanciación.
  3. Sobre la relación entre la respuesta al coronavirus y a otras enfermedades. Un elemento central de la estrategia contra la COVID-19 es el mantenimiento y fortalecimiento de las estructuras y sistemas básicos de atención al resto de prioridades del sistema. Se deben asegurar, entre otras medidas: el cumplimiento coordinado de los planes estratégicos de control de cada una de las enfermedades; la logística y cadena de suministro de productos sanitarios básicos (incluyendo test, tratamientos y material sanitario); y el fortalecimiento de los sistemas de información de gestión sanitaria y de vigilancia epidemiológica. El mantenimiento de estructuras como las plataformas de diagnóstico GeneXpert para TB puede contribuir al diagnóstico del Sars-CoV-2 y ayudar en la respuesta a la COVID-19, siempre y cuando no desplacen los diagnósticos de TB.
  4. Sobre la participación social. La experiencia contra el VIH nos ha enseñado que la participación de la sociedad civil y el liderazgo comunitario son claves para una respuesta robusta y sostenida. Interesa involucrar a la ciudadanía afectada desde el principio y en todas las medidas de respuesta que se tomen, creando confianza, asegurando el intercambio frecuente de información y con el imperativo de proteger los derechos humanos. Un buen ejemplo de esto es Cruz Roja, que desde el inicio de la pandemia analiza semanalmente en diez países africanos las "Opiniones de la Comunidad". Este programa contribuye a la lucha contra la epidemia recogiendo las preguntas, rumores y temores más frecuentes en diferentes sectores de la sociedad civil; creando materiales didácticos con información expresada de manera muy sencilla; y respondiendo a esas cuestiones a través de las redes sociales. Al desmentir las falsas noticias que llegan a la comunidad, evitan obstaculizar el uso de los servicios de salud.
  5. Sobre las necesidades de investigación científica. A pesar de la urgencia por encontrar respuestas a la COVID-19, es necesario promover la continuidad de las actividades de investigación clínica y programática en enfermedades críticas como el VIH, la TB y la malaria, considerando dichas actividades como parte extendida de los servicios básicos de atención sanitaria. La interrupción de ensayos clínicos que evalúan nuevas intervenciones biomédicas para la prevención y tratamiento de estas enfermedades conlleva el riesgo de retrasar o imposibilitar la generación de evidencia necesaria para mejorar la atención sanitaria, así como repercutir directamente en los cuidados de los pacientes.  Por otro lado, investigar en las interrelaciones entre COVID-19 y estas otras enfermedades ayudará a diseñar estrategias basadas en la evidencia y adaptadas a cada contexto que ayuden a mitigar el impacto de futuras pandemias.