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Análisis y Desarrollo Global

¿A quién vacunar primero cuando lleguen las primeras dosis de vacuna contra la COVID-19?

Serie | COVID-19 y estrategia de respuesta #27

04.12.2020

Este documento forma parte de una serie de notas de debate que abordan preguntas fundamentales sobre la COVID-19 y las estrategias de respuesta. Los trabajos han sido elaborados sobre la base de la mejor información científica disponible y pueden ser actualizados a medida que esta evolucione.

Está escrito por Silvia de Sanjosé y Adelaida Sarukhan en nombre del Grupo Colaborativo Multidisciplinar para el Seguimiento Científico de la COVID-19 (GCMSC), una iniciativa promovida conjuntamente por ISGlobal y el Col·legi de Metges de Barcelona (COMB), con la colaboración de la Associació Catalana d'Entitats de Recerca (ACER).

 

Una vacuna segura y eficaz contra la COVID-19 es la única manera de alcanzar un nivel de inmunidad de grupo que nos permita regresar a una cierta normalidad. Afortunadamente, la tecnología y experiencia adquiridas en las últimas décadas han facilitado el desarrollo de vacunas a una velocidad nunca antes vista: un proceso que normalmente tarda de ocho a diez años se está comprimiendo a 12-18 meses.

Es muy probable que para finales de año tengamos una o más vacunas aprobadas por las autoridades regulatorias. Pero, a pesar de que las farmacéuticas han comenzado la producción a gran escala de sus candidatas, incluso antes de saber si funcionan, lo cierto es que el número de dosis disponibles en los primeros meses será limitado.

Los gobiernos deben, desde ahora, establecer un plan de vacunación para alcanzar el mayor impacto posible con un número de dosis inicialmente limitado.

Por el momento, hay una serie de incógnitas sobre las vacunas candidatas y que serán importantes para guiar y revisar la estrategia de vacunación a medida que se vayan esclareciendo. También hay consideraciones sobre su distribución que deben tenerse en cuenta.

 

La propuesta del Grupo Colaborativo Multidisciplinar de Seguimiento Científico de la COVID-19 (GCMSC)

Tras una revisión de la literatura científica y de diferentes informes, el Grupo Colaborativo Multidisciplinar de Seguimiento Científico de la COVID-19 (GCMSC) coincide en que será necesario establecer prioridades de vacunación, y que estas prioridades deben basarse en obtener el máximo beneficio en salud con un número limitado de vacunas, protegiendo en primer lugar a los más vulnerables y a los más expuestos por realizar trabajos esenciales.

Propone la siguiente priorización a medida que vaya aumentando la disponibilidad de vacunas:

  1. Trabajadores de la salud en contacto con pacientes, incluidos hogares de ancianos, y personal de primeros auxilios (bomberos, policías y otros servicios de emergencia).
  2. Personas de 80 años o más y ancianos institucionalizados.
  3. Adultos de 65 a 79 años.
  4. Personas con comorbilidades: diabetes mellitus tipo 2, enfermedad cardiaca crónica, incluida la cardiopatía isquémica, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, enfermedad renal, obesidad de clase III (IMC >40 kg/m2), pacientes con cáncer sometidos a quimioterapia (si el tipo de vacuna lo permite), condición inmunodeprimida (si el tipo de vacuna lo permite), condición crónica que pueda afectar la respuesta al SARS-CoV-2.
  5. Personas institucionalizadas en régimen de aislamiento limitado (prisiones, centros de internamiento de extranjeros, etc.).
  6. Trabajadores esenciales (transporte público, educación, alimentación, etc.).
  7. Mayores de 55 años.
  8. El resto de la población.

 

Hay que tener en cuenta, sin embargo, que las personas con evidencia de infección previa por SARS-CoV-2 (PCR, prueba antígeno o serología) no deberán considerarse prioritarias para acceder a las vacunas en las primeras fases.

Es importante señalar que estos criterios de priorización podrán variar según se vaya conociendo el grado y la duración de la protección por las diferentes vacunas disponibles en grupos de riesgo específicos. Por ejemplo, en caso de que se aprobara una vacuna capaz de reducir la transmisión viral, aun si es menos eficaz en proteger contra la enfermedad, podría usarse prioritariamente para inmunizar a la población joven.

Es necesario preparar:

  • Criterios prácticos para identificar grupos prioritarios, en particular aquellos con enfermedades crónicas.
  • Un plan de comunicación para hacer frente a la reticencia o rechazo a la vacunación.
  • La promoción continua de medidas adicionales de prevención (mascarillas, ventilación, distancia física) hasta que la transmisión se haya reducido a un nivel suficiente.
  • Un plan de seguimiento (que incluya un registro nacional) para monitorear la cobertura, la efectividad (grado y duración de la protección) y la seguridad de las vacunas, así como mecanismos en el contexto de la farmacovigilancia que garanticen una reacción rápida en caso de algún efecto secundario grave. Esto incluye preparar un programa de indemnizaciones gubernamentales.