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Tuberculosis: cómo acelerar el desarrollo de nuevas vacunas contra viejas enfermedades

21.7.2022
Vacunas TB

[Este artículo ha sido escrito por Adelaida Sarukhan, redactora científica de ISGlobal, con la colaboración de Alberto García-Basteiro, Associate Research Professor en ISGlobal y coordinador del área de tuberculosis del CISM]

 

La pandemia de COVID-19 ha supuesto un retroceso notable en la lucha contra la tuberculosis (TB) y otras enfermedades infecciosas que afectan sobre todo a los países de renta baja: en 2020, el número de muertes por TB aumentó por primera vez en más de una década. Por lo tanto, si la comunidad internacional quiere alcanzar las metas que se había propuesto para 2030 (reducir en 80% el número de nuevos casos y en 90% el número de muertes por la enfermedad), es urgente contar con nuevas herramientas, incluyendo vacunas más efectivas para la población infantil y adulta.

Actualmente hay varias vacunas candidatas contra la TB en desarrollo, pero los ensayos clínicos para probar su seguridad y eficacia son caros, y los recursos disponibles son limitados (en 2020, se invirtió 113 veces más dinero en investigar la COVID-19 que en investigar la TB, a pesar de que causó alrededor de 1,5 millones de muertes solo en ese año). Por lo tanto, es importante diseñar ensayos clínicos de manera más inteligente y eficiente para aprovechar al máximo los recursos disponibles. Esto es precisamente lo que plantean Alberto García-Basteiro y colegas, como parte de un grupo de expertos, en una revisión reciente en la que analizan los pros y contras de las diferentes estrategias posibles e identifican las áreas que requieren más investigación.

Existen tres estrategias para probar la eficacia de una vacuna contra la tuberculosis, según el momento de la historia natural de la enfermedad en que se administran y el desenlace que se espera evitar:

  1. Capacidad para prevenir la infección. Puesto que las infecciones por Mycobacterium tuberculosis son más frecuentes que los episodios de enfermedad, esta estrategia tiene la ventaja de que se necesita una muestra más pequeña de participantes y un tiempo de seguimiento más corto para tener resultados. Al evitar la infección, se evitaría la posible enfermedad (se estima que un 10% de los infectados desarrollarán la enfermedad a lo largo de la vida). El problema es diagnosticar la presencia de bacteria viable en personas aparentemente sanas. Actualmente, la infección se diagnostica por métodos indirectos, que detectan la respuesta inmune a la misma. El test más específico detecta la producción de un mediador (el interferón gama) por linfocitos T, pero no detecta todas las infecciones, y el resultado puede variar a lo largo del tiempo, tal vez reflejando infecciones no persistentes.
  2. Capacidad para prevenir la enfermedad. En este caso, la vacuna se administra a personas expuestas al patógeno o con infección ya diagnosticada, y se evalúa cuántas de ellas proceden a desarrollar la enfermedad. Es importante determinar el tipo de muestras y pruebas que se escogen para diagnosticar la enfermedad (algunas son más sensibles, pero más laboriosas de realizar en el terreno o a gran escala, otras no permiten caracterizar la cepa bacteriana, otras necesitan realizarse más de una vez, otras no permiten diagnosticar formas extrapulmonares de la enfermedad). También es importante definir los objetivos: prevenir la enfermedad en pacientes con síntomas clínicos a nivel individual o también prevenir la enfermedad subclínica (aquella que ocurre en pacientes que no reportan síntomas, pero con evidencia radiológica y o microbiológica de la enfermedad). Varios estudios (aquí y aquí) sugieren que la enfermedad subclínica es frecuente y también juega un papel importante en la transmisión, y por lo tanto, prevenir la tuberculosis subclínica puede ser algo a tener en cuenta en ensayos clínicos futuros.
  3. Capacidad para prevenir la recurrencia de la enfermedad. Este tipo de ensayos, en que se vacuna a personas durante el tratamiento, evalúa la eficacia de la vacuna para potenciar el efecto del tratamiento farmacológico y/o prevenir recurrencias de la enfermedad o reinfecciones. Esta estrategia permite hacer ensayos más pequeños y por lo tanto menos costosos (es frecuente que los pacientes tratados vuelvan a tener nuevos episodios de tuberculosis en los años posteriores al tratamiento). Pero es importante definir el momento óptimo para vacunar (al inicio o al final del tratamiento) y realizar las pruebas necesarias para diferenciar recurrencias (reactivación del episodio original de tuberculosis que no se había curado totalmente) de las reinfecciones.

Estamos en una época prometedora con respecto al desarrollo de nuevas vacunas contra viejas enfermedades. Sin embargo, hacerlas realidad dependerá de nuestra capacidad de diseñar ensayos clínicos más costo-efectivos e informativos, identificando los criterios/desenlaces más relevantes y usando las técnicas diagnósticas más adecuadas.

 

Referencia

Alberto L. Garcia-Basteiro, Richard G. White, Dereck Tait, et al. End-point definition and trial design to advance tuberculosis vaccine development. Eur Respir Rev 2022; 31: 220044.