Publicador de contenidos

Análisis y Desarrollo Global

¿Cuáles son los obstáculos para lograr una inmunización universal contra la COVID-19?

Serie | COVID-19 y estrategia de respuesta #12

04.06.2020

Este documento forma parte de una serie de notas de debate que abordan preguntas fundamentales sobre la COVID-19 y las estrategias de respuesta. Los trabajos han sido elaborados sobre la base de la mejor información científica disponible y pueden ser actualizados a medida que esta evolucione.

Escrito por Rafael Vilasanjuan, Director de Análisis y Desarrollo Global de ISGlobal, y Adelaida Sarukhan, doctora en Inmunología y redactora científica de ISGlobal, el texto aborda los desafíos para garantizar que la vacuna del nuevo coronavirus llegue a toda la población de forma justa y equitativa.

Todas las vacunas se basan en el mismo principio: inocular el patógeno inactivado, o partes del mismo , para que nuestro sistema inmune aprenda a reconocerlo y genere anticuerpos que nos protegerán contra futuras infecciones . Sin embargo, cada patógeno tiene sus particularidades, y desarrollar una vacuna contra un nuevo virus significa identificar qué parte del mismo se debe administrar y cómo hacerlo para generar la mayor protección, durante el mayor tiempo posible. Este proceso requiere estudios preclínicos en el laboratorio y en modelos animales, antes de pasar a estudios clínicos en humanos, donde primero se prueba su seguridad en un número pequeño de personas voluntarias (fase 1), antes de probar su eficacia y comprobar su seguridad a mayor escala (fases 2 y 3). Normalmente, todo este proceso dura por lo menos 10 años y muchas vacunas candidatas se quedan en el camino porque no son seguras o no son eficaces.

Para la vacuna del coronavirus se está tratando de comprimir ese plazo a menos de 18 meses. Una manera de hacerlo es partir de estrategias ya probadas con virus similares, o bien combinar las fases para probar la vacuna en un mayor número de personas. Es así como tres de las más de 90 vacunas candidatas contra el coronavirus ya han comenzado ensayos de fase 2 tras dar resultados prometedores, pero preliminares, en fase 1. Sin embargo, ninguna de estas tres candidatas usa tecnologías ya aprobadas para uso humano –una de ellas se basa en secuencias génicas del virus; las otras dos usan un virus incapaz de replicarse como vehículo para introducir proteínas del coronavirus– lo que implica un reto adicional, ya que no se tiene experiencia previa con dicha metodología. De ahí la importancia de apostar por varias vacunas, que podrían ser complementarias. A pesar de la urgencia, las consecuencias de sacar al mercado una vacuna sin las garantías necesarias de seguridad o eficacia serían catastróficas para la COVID-19 y podrían alimentar la falta de confianza en las vacunas por una parte de la población.

Pero supongamos que todo va bien y es posible demostrar antes de final de año la seguridad y eficacia de una o incluso varias vacunas. Esto no significa que estén disponibles para la población. Para ello es necesario hacer frente a tres grandes desafíos que van más allá de los estrictamente científicos: la producción a escala, lagobernanza del proceso y la propiedad de las innovaciones que se generen.

La paradoja de la carrera contra la COVID-19 es que los desafíos científicos son, posiblemente, los más fáciles de sortear. Los retos más complejos vienen después: producir suficientes dosis de la o las vacunas, distribuirlas priorizando a los colectivos que más las necesitan y garantizar que todos los países puedan adquirirla independientemente de sus recursos. Por estos motivos, ISGlobal insiste en tres recomendaciones básicas durante este proceso:

  1. Los donantes públicos y privados deben asegurar una financiación suficiente para el desarrollo, la producción y distribución de una o varias vacunas eficaces contra la COVID-19 . Esta financiación debe hacer uso de todos los mecanismos tradicionales e innovadores que puedan ser útiles para garantizar estos objetivos.
  2. La gobernanza de todo el proceso debe fundamentarse en la participación plena y transparente de todos los países concernidos , pero también aprovechar la oportunidad que brindan nuevas formas de organización como el ACT-Accelerator, que incluye a expertos, industria y organizaciones internacionales. Una Organización Mundial de la Salud reformada y reforzada puede contribuir al liderazgo imprescindible que precisa el desafío de la vacuna.
  3. La gestión de los derechos de propiedad intelectual debe someter el legítimo beneficio de los propietarios de la patente a los objetivos de salud pública y el derecho de todas los países y poblaciones a una vacuna eficaz contra la COVID-19 . Los gobiernos deberán hacer uso de todas las flexibilidades que les ofrecen los acuerdos internacionales para garantizar este orden de prioridades.

Es probable que, aunque contemos con una vacuna antes de un año, esta no estará disponible para su distribución en ese horizonte. Sin embargo, aún sin vacuna hay esperanza, como hemos visto en el caso del VIH. Seguramente tardaremos mucho menos en encontrar tratamientos antivirales ya existentes en el mercado que ayuden a reducir la gravedad de los síntomas, acelerar la recuperación o disminuir la transmisibilidad del virus. Esto, junto con buenas herramientas de diagnóstico e identificación de contactos , puede hacer una gran diferencia, aún sin vacuna.