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Movilidad y COVID-19, ahora y en un nuevo futuro

04.12.2020
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Foto: Mònica Moreno / Ayuntamiento de Barcelona - Una ciclista circula por la ampliación del espacio para bicicletas en la calle Pau Claris de Barcelona.

[Este artículo se ha publicado originalmente en catalán en el boletín 'Espai Salut' de la Diputació de Barcelona]

[Autoría: Carolyn Daher (coordinadora de la Iniciativa de Planificación Urbana, Medio Ambiente y Salud de ISGlobal), Guillem Vich (investigador en ISGlobal) y Oriol Marquet (investigador en el Grupo de Estudios en Movilidad, Transporte y Territorio de la Universitat Autònoma de Barcelona)]

Facilitar y gestionar la movilidad en las ciudades y áreas metropolitanas es un reto ya de por sí complicado que este año se ha visto agravado como consecuencia de la pandemia de la COVID-19, especialmente en las zonas urbanas, donde desplazarse y, al mismo tiempo, mantener las distancias físicas resulta difícil.

Las medidas de confinamiento, el teletrabajo y las restricciones de los viajes han tenido múltiples impactos sobre la movilidad diaria. Los datos procedentes de aplicaciones de telefonía móvil mostraron una reducción drástica del movimiento de la ciudadanía durante el estado de alarma. Inicialmente se fomentó el uso de coches y motos para mantener el distanciamiento físico. Las formas de transporte activo, como ir en bicicleta y caminar, aumentaron notablemente en las ciudades, mientras que el uso del transporte público cayó en picado. Terminado el confinamiento, el nivel de recuperación de los patrones de movilidad ha sido variable, según el modo de transporte. Así, si bien el uso del vehículo privado se ha recuperado hasta niveles cercarnos a los de antes de la pandemia, otros usos, como el del transporte público, continúan experimentando reducciones notables.

Los vínculos entre la COVID-19 y la movilidad urbana ofrecen oportunidades para obtener beneficios para la salud inmediatos y a largo plazo. Se abre la posibilidad de que diferentes sectores trabajen juntos con el objetivo de mantener bajo el uso del vehículo motorizado privado, restablecer la confianza en el uso del transporte público y promover el transporte activo de cara a conseguir una ciudad sostenible equitativa, habitable y sana.

 

¿Cómo afecta la COVID-19 a los riesgos de salud asociados a la movilidad? La relación entre salud y movilidad está bien demostrada y tiene múltiples dimensiones. La planificación urbana centrada en el coche constituye la principal fuente de contaminación atmosférica y acústica, y también contribuye al efecto de isla de calor, al sedentarismo y a la falta de espacios verdes.

Los volúmenes altos de tráfico motorizado en las zonas urbanas contribuyen de manera notable a los niveles de contaminación atmosférica exterior. Estos contaminantes tienen muchos impactos negativos sobre la salud en todas las etapas de la vida.

Los niveles de contaminación atmosférica han disminuido en muchas ciudades de todo el mundo a causa de las medidas de confinamiento, la reducción de la actividad económica y la disminución de la movilidad. No obstante, hacen falta reducciones a largo plazo para conseguir beneficios significativos para la salud. La crisis actual demuestra que son posibles reducciones significativas en los niveles de contaminación atmosférica de las ciudades y que el tráfico motorizado es su causa principal.

Tenemos una oportunidad crítica para llevar a cabo cambios positivos y duraderos en salud mediante soluciones de movilidad urbana más activas, inclusivas y sostenibles

Tenemos una oportunidad crítica para llevar a cabo cambios positivos y duraderos en salud mediante soluciones de movilidad urbana más activas, inclusivas y sostenibles. El ruido es uno de los factores ambientales más importantes que afectan a la salud humana. En Europa, constituye el segundo riesgo ambiental más perjudicial. El tráfico rodado suele ser la principal fuente de ruido urbano en Catalunya, seguido de trenes y aviones, tanto dentro como fuera de las ciudades. En Barcelona, el ruido del tráfico rodado contribuye a un 36% de las enfermedades relacionadas con la planificación urbana y del transporte, lo que convierte al ruido en el principal riesgo para la salud ambiental.

El confinamiento provocó disminuciones enormes del ruido procedente del tráfico rodado y del ocio, lo que demostró que es posible que las ciudades sean más tranquilas. Durante la primera semana de confinamiento en Barcelona se registró una disminución de más de 9 dB en comparación con la media del 2019. Aun así, las reducciones a corto plazo no son suficientes para mejorar la salud, ya que los efectos más importantes del ruido para la salud tienen lugar por una exposición a largo plazo. Es crucial que las ciudades tengan en cuenta los impactos del ruido a la hora de planificar la movilidad para cumplir los requisitos de la Comisión Europea y las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

 

Foto: Martí Petit / Ayuntamiento de Barcelona

 

La planificación del transporte urbano influye en los niveles de actividad física de los ciudadanos. El estilo de vida sedentario es el cuarto factor de riesgo de mortalidad mundial y se asocia con un 6% de las muertes en todo el mundo. Realizar actividad física es una necesidad de salud aún más urgente en el contexto de una pandemia para minimizar sus impactos negativos. Entre los muchos beneficios de la actividad física para la salud se encuentran una mejora del sistema inmunológico y un efecto estabilizador sobre la salud mental, dos aspectos que se han demostrado especialmente afectados por la COVID-19 y las restricciones asociadas al confinamiento. Por lo tanto, es incluso más importante contar con opciones para la actividad física mediante la movilidad activa y el acceso a los espacios exteriores y espacios naturales.

Durante la fase de confinamiento, la actividad física se redujo drásticamente. Según datos proporcionados por Google, el 12 de abril de 2020 las visitas a los parques habían disminuido un 89% en España en comparación con el 15 de febrero del mismo año. Por otra parte, datos de Apple indican que el 18 de abril de 2020, los españoles caminaban un 87% menos que el 13 de enero de 2020. Estos datos cobran una relevancia especial si se tiene en cuenta que pequeños incrementos o descensos en los niveles de actividad física pueden tener una repercusión muy importante en términos de salud pública. El documento de análisis sobre movilidad y COVID-19 publicado por ISGlobal detalla más información sobre esta cuestión.

La movilidad urbana durante y después de la pandemia de la COVID-19 puede afectar significativamente a la salud. Para adaptarse mejor a los escenarios en evolución, las medidas de urbanismo deberían facilitar la movilidad cotidiana. La prioridad debería ser promover el transporte activo y proporcionar un espacio público suficiente para que las personas se puedan mover manteniendo el distanciamiento físico. Un mejor uso de la tecnología para gestionar la movilidad y una comunicación clara sobre las opciones disponibles de la red de transporte pueden ayudar a aliviar el miedo y fomentar un uso racional de los modos de transporte.

La prioridad debería ser promover el transporte activo y proporcionar un espacio público suficiente para que las personas se puedan mover manteniendo el distanciamiento físico

Esto requiere medidas proactivas y protectoras, una colaboración eficaz entre sectores y conjuntamente con la sociedad. Los planificadores urbanos y de transporte tienen un papel clave en la promoción y protección de la salud pública, al facilitar una movilidad que permita a las personas satisfacer sus necesidades básicas de la manera más segura posible. Las ciudades pueden mostrar el camino probando e implementando políticas e intervenciones sociales, tácticas y tecnológicas.

Hace falta reasignar el espacio público para priorizar la movilidad activa siempre que sea posible. En muchas ciudades, la mayor parte del espacio público se dedica a vías de tráfico rodado. Ahora más que nunca necesitamos este espacio para otros usos. En la fase aguda de la pandemia tuvieron lugar descensos de entre un 60% y un 90% en el volumen de viajes motorizados que liberaron un espacio público considerable. Las ciudades tienen la oportunidad de aprovechar esta circunstancia para priorizar la movilidad activa y dedicar zonas amplias a bicicletas y peatones. Esto permitiría añadir nuevos usuarios al grupo de viajeros activos de manera segura y un mayor número de viajeros entre los usuarios actuales, lo que crearía múltiples ventajas para la salud.

Caminar o ir en bicicleta son las dos opciones más saludables, sostenibles y equitativas que garantizan el distanciamiento físico. Los patinetes y otros vehículos de movilidad personal (VMP) también adquirirán mayor relevancia y requieren un control para comprender sus ventajas y limitaciones. Muchas ciudades ya han comenzado a habilitar la infraestructura viaria para promover el transporte activo. Los viajes locales también se han de priorizar siempre que sea posible para actividades y servicios diarios. Se debería establecer y promover infraestructuras para los desplazamientos activos en la escuela.

Caminar o ir en bicicleta son las dos opciones más saludables, sostenibles y equitativas que garantizan el distanciamiento físico

El uso del vehículo privado ofrece una solución práctica y cómoda para la movilidad con distancia física. No obstante, promover el uso del vehículo privado como principal solución de movilidad contra la COVID-19 comporta impactos negativos importantes en la salud a corto y largo plazo. A corto plazo, las ciudades con un volumen elevado de tráfico antes de la pandemia lucharán para conseguir un aumento del número de vehículos en circulación y esto limitará el espacio para el transporte activo. A largo plazo, promover este tipo de movilidad para garantizar la distancia física empeorará la sostenibilidad de estas ciudades y la salud de sus habitantes.

Los servicios de taxis y viajes compartidos ofrecen una opción más flexible a las personas que necesitan usar el coche, especialmente las más vulnerables, como las personas mayores. Si se implementan de manera eficiente y coordinada con la administración local, son una opción viable que puede minimizar la necesidad de poseer coche propio.

El transporte público es fundamental para la movilidad urbana en la mayoría de ciudades medianas o grandes. Para muchas personas, incluidos los trabajadores esenciales, el transporte público es la opción principal y la única viable económicamente para sus necesidades diarias de movilidad. Los gobiernos locales y las autoridades de tráfico han de trabajar juntos para garantizar un nivel de servicio suficiente y continuo.

Parte de la opinión pública ha asociado el uso del transporte público a un aumento de las tasas de infección por enfermedades, o incluso, en muchas zonas urbanas del mundo, lo han culpado de la rápida propagación de la COVID-19. Si bien es cierto que el transporte público suele congregar a mucha gente en espacios interiores limitados y comportar superficies compartidas que pueden facilitar la transmisión de enfermedades (por ejemplo, puertas de entrada y barras para agarrarse), los datos disponibles no sugieren que haya ocurrido así en el caso de la COVID-19.

 

Foto: Mariona Gil / Ayuntamiento de Barcelona

 

Aunque el conjunto de evidencias sobre el transporte público y la difusión de la COVID-19 es limitado, hasta ahora los estudios hechos en Francia, Japón, Austria y Estados Unidos no han encontrado ninguna conexión significativa entre brotes y transporte público cuando se toman medidas de prevención. En cambio, un brote en China relacionado con un viaje en autobús de mayor distancia pone de manifiesto el papel crucial que tienen la gestión y las medidas de prevención.

Las estrategias clave para conseguir un transporte público más seguro incluyen la reducción del número de ocupantes por autobús o vagón de metro/tren, el uso obligatorio de mascarillas en todo momento y el aumento de la frecuencia del servicio y la limpieza. Facilitar la combinación de modos de transporte, es decir, combinar bicicletas o vehículos de movilidad personal con transporte público, también puede ayudar a aligerar el número de usuarios en los tramos iniciales y finales de los trayectos más largos.

La tecnología es un activo clave para la gestión de la movilidad que actualmente está infrautilizado. Se pueden desarrollar aplicaciones para teléfonos inteligentes que ayuden a las personas a encontrar rutas óptimas y sugerir alternativas para evitar aglomeraciones. Por ejemplo, las aplicaciones pueden alertar a las personas sobre las calles congestionadas en tiempo real, y se pueden emplear también para programar viajes de transporte público con antelación, de modo que se pueda limitar su ocupación. También se pueden utilizar para realizar pagos y evitar tocar las máquinas expendedoras de billetes en las estaciones y los autobuses.

Aunque el conjunto de evidencias sobre el transporte público y la difusión de la COVID-19 es limitado, hasta ahora los estudios hechos en Francia, Japón, Austria y Estados Unidos no han encontrado ninguna conexión significativa entre brotes y transporte público cuando se toman medidas de prevención

Ofrecer opciones más flexibles para el teletrabajo y gestionar el horario laboral ayudará a descongestionar las rutas de viaje. Fomentar las compras locales, para las que es suficiente un transporte activo, también ayudará. Las compras en Internet pueden reducir aún más los viajes individuales. Sin embargo, la entrega de mercancías se ha de coordinar y, preferentemente, la “última milla” se ha de hacer con un transporte activo y sostenible.

A largo plazo, otros cambios políticos y estructurales pueden ayudar a garantizar que la movilidad se mantenga activa y sostenible. Eso contribuirá a mejorar la salud, a frenar el cambio climático y a lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Por ejemplo, serán acciones relevantes y necesarias elaborar un estudio de la ocupación y las externalidades asociadas al transporte activo y sostenible, fortalecer el transporte activo al trabajo y crear una oficina de ciclismo gubernamental al más alto nivel.

Recomendaciones:

  • Caminar, ir en bicicleta o VMP (vehículos de movilidad personal) para trayectos de hasta 5 km.
  • Ir en bicicleta para desplazamientos de hasta 10 km (y en bicicleta eléctrica para trayectos más largos).
  • Transporte público de baja ocupación para viajes más largos.
  • Coches y motocicletas para poblaciones que no tengan acceso a otros modos de transporte.

La prioridad debería ser promover el transporte activo y proporcionar un espacio público suficiente para que las personas se puedan mover manteniendo el distanciamiento físico