Publicador de contenidos
javax.portlet.title.customblogportlet_WAR_customblogportlet (Blog Health is Global)

Día Mundial del Sida 2025: aún hay tiempo para hacerlo bien

27.11.2025
World AIDS day 2025 There’s still time to get it right
Foto: ONUSIDA

Estamos más cerca que nunca de acabar con el sida, pero los recortes presupuestarios amenazan décadas de progreso. La inversión continua y la prevención son esenciales para alcanzar los objetivos de 2030.

 

Loading the Elevenlabs Text to Speech AudioNative Player...

 

 

Cuando se celebró el primer Día Internacional del Sida en 1988, acababa de terminar mi primer curso de inmunología, en el que empezábamos a aprender más sobre un virus misterioso: el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). En aquel momento, nadie sabía mucho sobre este virus sigiloso.

Tres años más tarde, la muerte de Freddie Mercury llevó la atención mundial hacia una epidemia que ya se había cobrado millones de vidas. La mayoría habían muerto en el anonimato, dejando atrás vidas inconclusas y seres queridos afligidos. Ninguno de ellos vivió para ver el gran avance de 1996: la terapia antirretroviral triple (que combina tres fármacos en un solo tratamiento). Para quienes vivían con el VIH, este momento fue tan trascendental como la llegada del hombre a la Luna: el VIH dejó de ser una sentencia de muerte automática y se convirtió en una enfermedad crónica y manejable.

Una revolución compartida de forma desigual

Sin embargo, esta revolución siguió siendo un privilegio de los países ricos. Se tardó casi una década en llevar este tratamiento que salva vidas a los países de bajos ingresos, especialmente los del África subsahariana. Mientras las personas en los países más ricos recuperaban sus vidas, alrededor de 30 millones de personas en todo el mundo vivían con el VIH, la mayoría sin tratamiento, y cada año se infectaban 3,8 millones más. En países como Sudáfrica, Mozambique y Zambia, el VIH seguía siendo una sentencia de muerte, el epítome de la inequidad global.

Dos cambios revolucionarios que salvaron a millones de personas

Entonces, ¿qué cambió alrededor de 2002-2003 para que el tratamiento contra el VIH estuviera disponible para decenas de millones de personas? Dos iniciativas importantes transformaron la respuesta mundial:

Estos enormes esfuerzos coordinados aportaron recursos sin precedentes, y siguen haciéndolo. A principios de la década de 2020, aportaban conjuntamente alrededor de 10 000 millones de dólares anuales, mientras que la financiación para la investigación del VIH seguía aumentando, lo que condujo a importantes avances en la prevención, el diagnóstico y el tratamiento clínico.

Estamos tan cerca de acabar con el VIH, de garantizar que millones de personas puedan llevar una vida plena y saludable. Retroceder ahora sería un fracaso tanto moral como estratégico

Desde la implementación del tratamiento antirretroviral en las regiones más afectadas por el VIH, se han salvado más de 20 millones de vidas y se han evitado casi 40 millones de nuevas infecciones. Con el tratamiento, personas al borde de la muerte volvían literalmente a la vida a las pocas semanas de empezar a tomar las pastillas: muchos lo calificaron de milagro. Incluso siendo una científica racional y poco dada a creer en milagros, podía entender que ese regreso tan espectacular a la salud pudiera percibirse como obra de un poder sobrenatural.

Cada año, ONUSIDA informaba sistemáticamente de los avances: menos nuevas infecciones, menos muertes por sida y una importante reducción de la transmisión de madre a hijo, mientras que el tratamiento evolucionaba de múltiples dosis diarias a una sola pastilla. Y lo que aumentó fue la esperanza de vida. En Sudáfrica, pasó de unos 56 años en 2000 a 67 años en la actualidad.

La ciencia avanzaba. En los últimos años, los avances en prevención, como la profilaxis preexposición inyectable (PrEP) con cabotegravir cada dos meses y las inyecciones semestrales de lenacapavir, nos han acercado más que nunca a acabar con el SIDA para 2030.

2025: un peligroso paso atrás

Luego llegó 2025. La administración estadounidense de Donald Trump desmanteló mecanismos clave de ayuda internacional, recortó la mayor parte de la USAID y redujo drásticamente la financiación para el PEPFAR y el Fondo Mundial.

Apenas unos meses después de los recortes, los efectos ya son visibles: despido de trabajadores sanitarios, cierre de clínicas y personas sin acceso al tratamiento. Un estudio de modelización reciente advirtió de que una reducción del 24 % en la financiación podría suponer 3 millones de muertes adicionales relacionadas con el sida y entre 4 y 11 millones de nuevas infecciones por el VIH para 2030.

Estamos demasiado cerca para dar marcha atrás

Estamos tan cerca de acabar con el VIH, de garantizar que millones de personas puedan llevar una vida plena y saludable. Retroceder ahora sería un fracaso tanto moral como estratégico.

Es como construir la casa de tu familia desde cero, pasar años colocando ladrillos, invirtiendo tus ahorros y cuidando cada detalle. Solo te queda pintar la puerta principal y habrás terminado. ¿De verdad te irías después de haber llegado tan lejos? ¿Renunciarías a tu hogar y perderías todo el dinero y los sacrificios que has hecho?

Terminar lo que empezamos

No podemos detenernos cuando estamos cerca de la meta. En todo el mundo, los sistemas de salud están avanzando hacia la atención integrada, en que el VIH se gestiona junto con enfermedades crónicas e infecciones como la tuberculosis y la malaria, a menudo a través de los servicios de atención primaria. Estos modelos han demostrado ser sostenibles, rentables, centrados en la comunidad y replicables.

Acabar con el sida para 2030 sigue siendo posible, pero solo si elegimos terminar lo que empezamos

Garantizar un tratamiento antirretroviral ininterrumpido es esencial para salvar vidas y mantener el VIH bajo control. Pero no acabaremos con la epidemia si no logramos detener las nuevas infecciones: no se puede ignorar la prevención. Herramientas prometedoras como el lenacapavir como PrEP (lo más parecido a una vacuna que hemos tenido nunca) deben llegar a las regiones con alta incidencia y a las personas con mayor riesgo.

También debemos abordar el estigma y la discriminación, ya que siguen siendo obstáculos importantes para muchas personas.

Para llegar a los más necesitados será necesaria la colaboración entre gobiernos, donantes internacionales, investigadores, la industria farmacéutica y las comunidades afectadas.

Acabar con el sida para 2030 sigue siendo posible, pero solo si elegimos terminar lo que empezamos.