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Investigación, Formación

Manuel Llinàs: "Necesitamos nuevos enfoques, nuevas herramientas y nuevas formas de pensar sobre la malaria"

Entrevista con el Dr. Manuel Llinás, profesor asociado de biología molecular y miembro del Lewis-Sigler Institute for Integrative Genomics de la Universidad de Princeton

04.09.2012

El Dr. Manuel Llinàs es profesor asociado de biología molecular y miembro del Lewis-Sigler Institute for Integrative Genomics de la Universidad de Princeton.  Desde Julio está de visita sabática como profesor visitante en CRESIB, el centro de investigación de ISGlobal. Hablamos con él y le preguntamos por las razones de su visita, entre otras cosas.

Obtuviste un doctorado en biología molecular y biología celular de la Universidad de California - Berkeley. ¿Por qué te interesó la biología y cómo acabaste en el campo de la malaria?

En la universidad estudié química pero siempre me interesó la perspectiva biológica de ésta. Con mis estudios, sin embargo, no sentí que pudiera tener un impacto en el campo de la salud así que cuando hice el doctorado busqué un programa que me permitiese hacer muchas cosas distintas. Durante los dos últimos años del doctorado formé parte de un proyecto junto al Profesor Stanley Prusiner, quien más tarde ganaría el premio Nobel por la descripción de los priones, y así fue como entré en el campo de la salud.

El salto a la malaria fue más tarde, durante mi posdoctorado. La genómica estaba cogiendo cada vez más importancia y los microarrays eran la última técnica de moda. Después de trabajar un año en un laboratorio que se dedicaba a esto, entró otro estudiante de posdoctorado que sabía mucho sobre malaria y eso cambió completamente todo lo que hice a partir de entonces. Así pues, acabé en este campo por casualidad. Me sorprendió lo poco que se sabe sobre una enfermedad que lleva tanto tiempo entre los humanos. Cuanto más leía, más me daba cuenta de que, a pesar de que ésta sea probablemente una de las enfermedades más estudiadas, es necesario aplicar más tecnología si queremos lograr avances. Pensé que en la malaria es donde yo podía lograr un mayor impacto.

En la actualidad estás de visita sabática como profesor visitante en CRESIB. ¿Qué te hizo cambiar Princeton por CRESIB? ¿Qué crees que te puede aportar CRESIB y viceversa?

Princeton es una universidad pequeña y no tiene facultad de medicina. Yo soy el único parasitólogo allí. A pesar de que tengo una gran cantidad de recursos tecnológicos a mi disposición, echo de menos la posibilidad de interaccionar con investigadores de campo y con grupos que continuamente trabajen en malaria. Claramente, CRESIB es uno de los grupos más relevantes en este campo y está muy reconocido internacionalmente. Aquí hay mucha expertise en malaria que no tengo en Princeton.

Además, yo no trabajo en Plasmodium vivax y aquí hay varias personas que sí lo hacen. Pienso que es importante para los que trabajamos en Plasmodium falciparum ver cómo nuestro trabajo se puede trasladar a las otras especies de Plasmodium. Al fin y al cabo, el reto es luchar contra todas las especies de parásitos y no solo contra una.

En el área de la biología, tu investigación se centra en el más letal de los cuatro parásitos que causan la malaria, Plasmodium falciparum. ¿Por qué es este parásito un enemigo tan complicado?

Estos organismos han encontrado la forma de co evolucionar y adaptarse al cuerpo humano de forma que no nos matan. Esto hace que sea muy complicado trabajar con ellos ya que para sobrevivir dentro de nuestras células tienen que parecerse a nuestro metabolismo y fisiología. Durante mucho tiempo el gran reto era que no se podía cultivar. Ahora que ya podemos cultivar P. falciparum, podemos también responder a muchas preguntas. El gran reto que seguimos teniendo es la brecha entre los estudios in vitro e in vivo. Hay reacciones que ocurren dentro de un frasco que no tienen lugar en las personas. Hay muchas cosas que aún no entendemos.

A pesar de que P. falciparum solo tiene 5.400 genes, su biología es extremadamente compleja. Es fascinante cómo este parásito puede sobrevivir tanto en el hígado como en la sangre o en mosquitos, cómo pasa de ser móvil a inmóvil, y cómo  desarrolla estadios sexuales y asexuales. De hecho, solo entendemos una pequeña fracción de su biología. En mi opinión, esto es una gran oportunidad para nosotros. El reto es que necesitamos nuevos enfoques, nuevas herramientas y nuevas maneras de pensar sobre un problema antiguo.  Y eso es complicado.

¿Qué impacto crees que puede tener la investigación que estás llevando a cabo en la lucha contra la malaria?

Mi trabajo no se centra en desarrollar vacunas sino nuevos fármacos que tengan como diana procesos metabólicos. A día de hoy hemos encontrado muchos fármacos que matan el parásito pero seguimos sin conocer cómo funcionan. Eso es fascinante. Tenemos un mecanismo de acción que no entendemos. Así que, además de desarrollar nuevos fármacos también hemos de averiguar cómo funcionan estos, cual es su diana. Para desarrollar la próxima generación de antimaláricos hemos de optimizar la investigación en los dos sentidos.


Como seguramente sabes, la actual crisis financiera ha afectado profundamente la investigación en nuestro país, que ha visto como su presupuesto se ha reducido dramáticamente. ¿Qué opinión te merece esta situación?

La crisis financiera está afectando a los presupuestos de investigación prácticamente en todo el mundo pero el problema es claramente peor aquí. El hecho de que los científicos no consigan todo el presupuesto necesario para poder desarrollar su trabajo ha hecho que tengamos que cambiar un poco nuestra estrategia. Tenemos que pensar muy bien el tipo de investigaciones para las que pedimos financiación y entender que ahora hay menos dinero. Al largo plazo, lo mejor será trabajar de forma conjunta, combinando la expertise individual que varias personas tienen sobre un mismo problema como la malaria.

Tal vez, el aspecto positivo de esta crisis sea que ahora solo se financiará la mejor investigación. Es una forma de verlo algo dura pero pienso que los científicos están educados y capacitados para aportar muchas otras cosas a la sociedad. Un doctorado científico te permite desarrollar una habilidad y unos mecanismos que pueden ser aplicados a muchos otros campos de la vida.