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Malaria: sin ciencia no alcanzaremos la erradicación

25.4.2014

El destacar la importancia de la investigación y el desarrollo en los extraordinarios logros contra la malaria que se han conseguido en la última década, no es sólo un asunto de promoción o defensa de la ciencia: es un hecho completamente real. Ni la reducción de las tasas de mortalidad por malaria en un 45% desde el año 2000, ni la disminución en la incidencia de la malaria en casi un 30% en el mismo periodo hubieran sido posibles sin las herramientas con las que no contábamos hace sólo diez años, y cuya existencia ha sido posible gracias a los esfuerzos de cientos de científicos, y sus financiadores. Se calcula que más de tres millones de vidas han sido salvadas en este tiempo, lo que muestra que, si ciencia y salud pública han ido siempre de la mano, quizá la malaria sea uno de los casos más claros de esta feliz unión.

Pongamos como ejemplo las redes mosquiteras impregnadas con insecticidas de larga duración, actualmente la medida preventiva contra la malaria más extendida en todo el mundo. Estas redes reducen los episodios de malaria en más del 60%, protegiendo no solo a los que duermen debajo de ellas, sino a toda la comunidad. Con un coste medio inferior a 1,5 euros por año de protección, esta herramienta es una de las más que tienen mejor relación costo-efectividad en todo el ámbito de la salud pública. Y sólo estuvieron disponibles tras años de rigurosos estudios científicos.

De la misma manera, si este año se registra —como todos esperamos— una vacuna de primera generación contra la malaria, será el resultado de la investigación científica más avanzada. La vacuna será sin duda un paso enorme, pero hay que recordar que han sido necesarios 30 años, el trabajo de multitud de actores y el compromiso de los financiadores para llegar hasta este punto y que, en cualquier caso, tras este gran éxito seguirá siendo necesario trabajar para desarrollar una segunda generación de vacunas más eficaces, y también capaces de interrumpir la transmisión del parásito a los seres humanos.

Existen muchos otros ejemplos. Los medicamentos que se utilizan actualmente contra la malaria son producto de años de investigación y desarrollo, gracias a los que Medicines for Malaria Venture (MMV) cuenta en este momento con el portafolio de nuevos compuestos antimaláricos más grande de la historia. Por otra parte, las pruebas de diagnóstico rápido, una herramienta sencilla, barata, muy fácilmente utilizable en terreno y que vio la luz gracias también a un intenso trabajo científico,  están posibilitando ahora que los casos de malaria se diagnostiquen antes de que el paciente reciba tratamiento, con lo que se reduce el riesgo de que los parásitos desarrollen resistencias a los antipalúdicos con los que contamos en este momento.

La investigación científica es un esfuerzo a largo plazo que, en demasiadas ocasiones, se percibe también como un esfuerzo ‘caro’. Sin embargo, un trabajo bien hecho en este ámbito puede significar diferencias enormes una vez que se aplican sus resultados, permitiendo no sólo salvar millones de vidas, sino también ahorrar millones de dólares.

Además de desarrollar nuevas herramientas, lo que es sin duda el resultado más espectacular de la investigación aplicada a la salud global, los investigadores pueden contribuir de muchos otros modos a la lucha contra la malaria. Trabajando mano a mano con los programas nacionales de control y eliminación de malaria, pueden idear soluciones para los nuevos retos que van apareciendo sobre el terreno, o diseñar estrategias innovadoras para conseguir los mismos logros, a un coste menor.

Por todo ello, resulta indispensable recordar la importancia de apoyar la creación del conocimiento que necesitaremos para luchar contra la malaria y, finalmente llegar a erradicarla. Como bien muestran los esfuerzos anteriores para erradicar diferentes enfermedades, olvidarnos de la ciencia es un error que no podemos asumir precisamente ahora que la erradicación de la malaria vuelve a estar en la mira como uno objetivo fundamental. Hasta que consigamos hacer desaparecer por completo las infecciones de malaria en todo el mundo, seguirán surgiendo nuevos desafíos. Las decisiones que se tomen deberán por tanto estar basadas en la mejor evidencia disponible, y la innovación seguirá siendo necesaria hasta el final.