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Autopsia mínimamente invasiva en tiempos de coronavirus

16.10.2020
MIA y COVID 1.jpg

[Este texto ha sido escrito por Natalia Rakislova y Adelaida Sarukhan (ISGlobal)]

 

Apenas nueve meses después de que se reportaran los primeros casos en Wuhan (China) el nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) ha causado ya un millón de muertes confirmadas por la enfermedad (COVID-19) a nivel mundial. Sin embargo, todas las personas expertas coinciden en que la cifra real de muertes directas (causadas por el virus) o indirectas (causadas por complicaciones con otras patologías o por el colapso del sistema sanitario) es mucho mayor. Datos sobre el exceso de mortalidad en 32 países –es decir, el número de muertes en 2020 por arriba del promedio de los últimos cinco años– indican que han muerto por lo menos unas 260.000 personas más durante la pandemia de COVID-19 que lo que indican las cifras oficiales.

La mayoría de personas desarrollan síntomas leves o moderados por lo que pueden escapar al diagnóstico. Entre las personas que desarrollan síntomas graves o mueren de COVID-19, la gran mayoría son personas mayores (más allá de los 65 años) o con condiciones crónicas de salud (particularmente diabetes, obesidad e hipertensión), pero también algunas personas jóvenes y aparentemente sanas. Se sabe que el virus no solo afecta a los pulmones, también a otros órganos, ya sea de manera directa o indirecta, resultado de una excesiva respuesta inflamatoria. Sin embargo, aún no se conocen bien los mecanismos que conducen a la muerte tras la infección con el virus, como tampoco se sabe con certeza cuánta gente muere a causa del SARS-CoV-2 y cuánta gente muere como resultado de complicaciones con otras infecciones o patologías.

Para entender mejor por qué algunas personas mueren de la COVID-19 y otras no, es necesario realizar exámenes post-mortem. La mayoría de las autopsias se realizaron en países de alto nivel económico, mientras los países con pocos recursos tienen escasas oportunidades

Para entender mejor por qué algunas personas mueren de la COVID-19 y otras no, es necesario realizar exámenes post-mortem. Sin embargo, las autopsias completas requieren personal y equipos especializados que frecuentemente faltan en países de bajos recursos. Además, la detección del nuevo coronavirus necesita de instalaciones especiales de bioseguridad, que incluso en países de alta renta son limitadas. Por estas razones, se han realizado muy pocos exámenes post-mortem en pacientes que murieron de COVID-19 y quedan muchas preguntas abiertas sobre la patología de la enfermedad. La mayoría de las autopsias por COVID-19 se realizaron en países de alto nivel económico, mientras los países con pocos recursos tienen escasas oportunidades de destacar en este nuevo campo de investigación.

Una técnica alternativa para los estudios post-mórtem en casos con COVID-19

Aquí es donde entran las autopsias mínimamente invasivas (MIA, por sus siglas en inglés), una técnica que hemos desarrollado y validado a lo largo de los últimos años con el objetivo de conocer las causas de muerte en países o lugares donde no se pueden realizar las autopsias completas. La gran ventaja de la MIA es que, como su nombre indica, es mínimamente invasiva: no es necesario abrir el cuerpo, basta con tomar pequeñas muestras de diferentes órganos y fluidos corporales con la ayuda de unas largas y delgadas agujas de biopsia. Esto hace que sea más fácilmente aceptada por los familiares. Además, no requiere personal especializado – una persona técnica puede realizarla tras ser formada. Por otro lado, este tipo de procedimiento no-invasivo minimazaría al mínimo el riesgo de transmisión de aerosoles infectivos durante el procedimiento y, en consecuencia, no son estrictamente necesarias las instalaciones de bioseguridad y bastarían los equipos de protección individual ligeramente reforzados. Finalmente, nuestros estudios han mostrado que la MIA es particularmente útil para detectar muertes causadas por agentes infecciosos en todos los grupos de edad (neonatos, población infantil, personas adultas, y mujeres embarazadas).

La gran ventaja de las autopsias mínimamente invasivas (MIA) es que, como su nombre indica, es mínimamente invasiva: basta con tomar pequeñas muestras de diferentes órganos y fluidos corporales

Ciertamente, la MIA nunca se ha usado en el contexto de una epidemia por un patógeno emergente altamente transmisible y peligroso, como por ejemplo el ébola, y, como todo procedimiento, comporta un cierto riesgo. Sin embargo, hemos realizado cientos de MIA en personas con VIH/sida y tuberculosis, con toda seguridad. En el caso del SARS-CoV-2, las MIA no deberían representar un riesgo adicional, siempre que se sigan las medidas de prevención adecuadas, incluyendo el uso de equipos de protección individual poco sofisticados y la desinfección meticulosa de superficies e instrumentos. Por lo tanto, en vista del riesgo y los retos asociados a las autopsias convencionales, la MIA puede representar una alternativa más fácil y sencilla.

Estamos convencidos de que el uso extenso de las MIA durante la actual pandemia es una estrategia factible y segura que puede ayudar a contabilizar mejor las muertes reales por SARS-CoV-2

Prueba de ello es que las autopsias que se han realizado durante la actual pandemia en China y Brasil usando una técnica similar, poco invasiva, han revelado hallazgos patológicos interesantes y comparables a las de autopsia completa. Por eso, estamos convencidos de que el uso extenso de las MIA durante la actual pandemia es una estrategia factible y segura que puede ayudar a contabilizar mejor las muertes reales por SARS-CoV-2, pero sobre todo a incrementar nuestro conocimiento sobre la patología de la COVID-19, particularmente en países de bajos recursos.