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8 de marzo: para que todas las mujeres puedan intentar ser lo que quieran

07.3.2022
H4+ Sven Torfinn. DR Congo August 2013
Foto: H4+ / Sven Torfinn - DR Congo

Llegué feliz a mi edad adulta pensando que me había liberado de esclavitudes innecesarias. Habíamos abandonado las medias finas, la peluquería de rulos, los trajes chaquetas y algunas cosas más de nuestra apariencia que tanto parecía importar para el éxito social.

La universidad nos abría las puertas sin, al parecer, ninguna distinción de sexo. Sin demasiada sorpresa aceptábamos que casi todos los profesores fuesen hombres, que enfermería fuera cosa de mujeres y que jefatura de servicios, de hombres. Sin embargo, en el ambiente de los 70 se empezaba a vivir una ambición de romper moldes, queríamos abrir la sociedad hacia un lugar más democrático, más libre, más rico. Esta movilización se hacía más patente en las mujeres que, con o sin alianzas feministas, estábamos dispuestas a darlo todo para ser doctoras, ingenieras, hasta incluso jefas de servicio. Lo importante era poder ser “yo”.

En el ambiente de los 70 se empezaba a vivir una ambición de romper moldes, queríamos abrir la sociedad hacia un lugar más democrático, más libre, más rico

Han pasado años desde aquel principio, y siento que, como muchas otras compañeras, nuestra vida profesional no se puede juzgar por ser hombre o mujer. Habíamos iniciado un camino que no pararía, una demanda que nadie podía controlar, solo nosotras, solo yo. Claro que a mi alrededor veía compañeras a las que algunos querían convertir en “floreros”. He trabajado con mujeres inteligentes, ambiciosas, compañeras, fieles, dulces, enérgicas y honestas. Me he sentido cómoda construyendo proyectos, ahondando cómo avanzar, creándome una conciencia social. He podido elegir con quién, cuándo y dónde; arriesgando perder, pero apostando para crecer.

 

Foto: Laura Guerrero / Ayuntamiento de Barcelona

Las desigualdades en las intervenciones en salud de la mujer

Llevo años trabajando en la prevención del cáncer de cuello uterino. Este cáncer causa cada año la muerte a muchas mujeres sobre todo en países de bajos recursos. Gracias a una intensa y afortunada investigación científica, hoy podríamos evitar casi la totalidad de estos cánceres. En el mejor de los casos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que tardaremos 100 años en eliminar este cáncer en la mayoría de los países, aunque en muchos países europeos, Norteamérica o Australia se llegará a la eliminación en menos de un lustro.

¿Por qué esta desigualdad? ¿Es solo debido al lugar de nacimiento o también a que la salud de las mujeres es menos prioritaria? En muchas geografías se ha priorizado el proteger la reproducción como elemento clave en el sostén de una población. Se ha trabajado para disminuir la mortalidad materna, asociada a la reproducción, pero las intervenciones en salud de la mujer están lejos de ser suficientes.

¿Por qué esta desigualdad? ¿Es solo debido al lugar de nacimiento o también a que la salud de las mujeres es menos prioritaria?

Si nos acogemos con optimismo al reto de la eliminación del cáncer de cuello uterino, veremos que no es suficiente con promover la vacunación, las revisiones ginecológicas o un acceso universal al tratamiento. Cuando trabajamos con un país o una comunidad para reforzar estas intervenciones de salud, nos encontramos con una realidad muy dispar a la vivida en mi generación en Barcelona. El reclamo de nuestra identidad en todos los ámbitos que hemos conseguido no es ni mucho menos universal.

En mi ámbito de trabajo sobre la salud de mujeres es muy frecuente entender que la mujer que tenemos enfrente no tiene el control de su vida. Que ella no será quien decida cuantos hijos quiere ni con quién quiere vivir. Veo a mujeres que tienen que pedir permiso a sus maridos para poder aceptar un tratamiento de una lesión que puede derivar en cáncer. Con horror constato que no es extraño que el marido no lo autorice.

En mi ámbito de trabajo sobre la salud de mujeres es muy frecuente entender que la mujer que tenemos enfrente no tiene el control de su vida. Que ella no será quien decida cuantos hijos quiere ni con quién quiere vivir

La vacunación del virus del papiloma humano (VPH) es una de las herramientas más potentes que tenemos para luchar contra el cáncer cervical o de cuello uterino. La propuesta más idónea en términos de coste-eficacia es vacunar a todas las niñas entre 9 y 15 años con dos dosis y seguramente pronto se aceptará que una dosis es suficiente.

En algunos países o comunidades, se ha rechazado esta vacunación por el miedo a que la vacuna ofrezca un salvoconducto a una sexualidad precoz o a que se pueda comprometer la capacidad reproductiva de la mujer. Estos argumentos son habituales y solo consiguen entorpecer el camino hacia una vida saludable. Estos argumentos rara vez están promocionados por mujeres.

 

Lucy Barh, matrona del Redemption Hospital en Monrovia (Liberia). Foto: Dominic Chavez / World Bank

No pares nunca de intentar

¿Qué sentido tiene celebrar este 8 de marzo? Para mí, que he vivido bajo un lema que, sin decirlo en voz alta, siempre estuvo presente en mi vida, “No pares nunca de intentar”, hoy más que nunca veo la necesidad de reivindicar la igualdad de acceso a la libertad de escoger, a la oportunidad de trabajo, a poder vivir en salud para que todas puedan intentar ser lo que quieran ser.

Me alegra ver que medios como la revista Nature pide apoyo para las mujeres científicas en el continente africano. No basta que hayan sido capaces de llegar, tienen que poder mantener sus investigaciones. Desde aquí podemos ampliar y mejorar nuestra colaboración con ellas y con ello favorecer un mejor financiamiento de sus proyectos generando más autonomía y seguridad.

Me alegra ver que medios como la revista Nature pide apoyo para las mujeres científicas en el continente africano. No basta que hayan sido capaces de llegar, tienen que poder mantener sus investigaciones

Abro el periódico y veo otra muerte de una mujer en manos de su expareja y que la presidenta de la Unión Europea (UE) no ha sido saludada adecuadamente por un visitante. Mientras, las mujeres (mayoritariamente de países ricos) ganan medallas en los Juegos Olímpicos de invierno, compiten, disfrutan, lloran al igual que sus compañeros. Parecería que lo importante para vivir en igualdad es que estemos seguras de tener los mismos derechos, que todas nuestras células, que toda nuestra sangre, que nuestro cerebro nos exija esta igualdad para utilizarla con fuerza para contrarrestar cualquier oposición y poder llegar a nuestra meta.

Que este 8 de marzo nos sirva para continuar este largo camino de recortar barreras que limitan nuestras capacidades para SER NOSOTRAS.