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Análisis y Desarrollo Global

¿Cuáles son las prioridades de salud de las personas mayores en tiempos de pandemia?

Serie | COVID-19 y estrategia de respuesta #19

07.08.2020

Este documento forma parte de una serie de notas de debate que abordan preguntas fundamentales sobre la COVID-19 y las estrategias de respuesta. Los trabajos han sido elaborados sobre la base de la mejor información científica disponible y pueden ser actualizados a medida que esta evolucione.

Escrito por Laura Delgado-Ortiz, Gabriela Cárdenas-Fuentes, Ximena Goldberg y Judith Garcia-Aymerich (Programa de Enfermedades No Transmisibles y Medio Ambiente de ISGlobal), el documento analiza tres ámbitos en los que la pandemia está dejando mayor huella en las personas mayores (en el seguimiento y tratamiento de las enfermedades crónicas, en la movilidad física y en la salud mental) y propone algunas medidas para mitigar estos efectos.

 

Durante la pandemia de COVID-19, las personas mayores han sido consideradas el colectivo más vulnerable. Desde el inicio de la emergencia, diferentes estudios han indicado que ser mayor de 65 años y padecer enfermedades crónicas -dos factores que a menudo van de la mano- aumentan el riesgo de contraer versiones más severas de la enfermedad. En España, los informes oficiales han demostrado que, en efecto, este grupo poblacional presenta las mayores tasas de hospitalización por COVID-19, de ingresos a unidades de cuidados intensivos (UCI) y de defunciones.

Por este motivo, algunos países han planteado políticas diferenciadas de prevención de COVID-19 para las personas mayores. Por ejemplo, en Colombia la normativa ha incluido la prohibición absoluta de la circulación de personas mayores en el espacio público. En otros lugares, como España, las medidas de restricción establecieron salidas mínimas fuera del domicilio y horarios específicos de circulación para las personas mayores, disminuyendo así las posibilidades de contagio, pero también las de movilidad e interacción social.

Por consiguiente, la carga de la pandemia ha sido doble para las personas mayores: el mayor riesgo de infección y de desarrollar versiones más severas de la enfermedad ha venido acompañado por una mayor vulnerabilidad frente a los efectos del confinamiento.

Impacto en las enfermedades crónicas de las personas mayores

En tiempos de pandemia, los servicios sanitarios se han visto obligados a reorganizarse priorizando la atención de pacientes graves con COVID-19 y dejando en un segundo plano el cuidado de pacientes con otras enfermedades. Esta reorganización se ha puesto de manifiesto principalmente en forma de retrasos en el diagnóstico de las enfermedades, así como demoras, modificaciones o interrupciones en el tratamiento farmacológico, quirúrgico o de otro tipo. Estas irregularidades se han debido a múltiples factores, entre los que se destacan:

  • La falta de personal sanitario, material y/o espacio
  • Las dificultades en los desplazamientos a los centros sanitarios (coche/ambulancia/taxi)
  • La autoselección por parte de las personas que tienen miedo a contagiarse durante las visitas al médico o deciden no ir “para no molestar”
  • La modificación del tratamiento habitual cuando este podía tener efecto inmunosupresor
  • La reducción en la disponibilidad de órganos de donantes

Algunos estudios y medios de comunicación han comenzado a cuantificar y diseminar los efectos de la pandemia en el manejo de las enfermedades crónicas. En Holanda, por ejemplo, los registros de cáncer han mostrado una reducción en el número de casos nuevos desde el inicio de la pandemia, lo cual ha sido asociado, entre otros factores, a la interrupción de los programas nacionales de cribado. En el Reino Unido se ha estimado que la pandemia provocará un retraso de entre tres y seis meses en el diagnóstico y tratamiento quirúrgico de pacientes con cáncer, lo que podría causar hasta 4.700 muertes. En el ámbito de las enfermedades cardiovasculares, una encuesta realizada por la Sociedad Española de Cardiología indicó que en España se dejaron de tratar un 40% de los infartos en la primera semana de confinamiento, y se administraron un 48% menos de tratamientos terapéuticos coronarios. Respecto a mortalidad por todas las causas, en Italia se ha estimado que excede en un 126% en hombres y un 85% en mujeres el número de muertes observadas en los cinco años anteriores, porcentajes muy por encima de las muertes contabilizadas por COVID-19.

Para contrarrestar esta situación, muchos centros sanitarios han promovido la automonitorización (por ejemplo, en pacientes diabéticos) y han incorporado o ampliado la modalidad de asistencia no presencial a través de consultas telefónicas y en línea. Si bien estas modalidades no presenciales reducen el riesgo de contagio e impulsan el uso de nuevas tecnologías en salud, no siempre son efectivas en personas mayores con limitado manejo digital, o en quienes requieren un examen físico presencial (por ejemplo, exploración neurológica). Por estas razones, resulta prioritario recuperar la continuidad asistencial siguiendo principios de equidad y acceso universal, construyendo así recursos tecnológicos respetuosos con la población sin alfabetización digital.

Impacto en la movilidad física

La pandemia y el confinamiento han producido una reducción en la movilidad. En efecto, en los 30 días posteriores a la declaración mundial de la pandemia se detectó una disminución global de más de un 27% en el número de pasos diarios. En el caso de las personas mayores, es probable que la reducción de la movilidad física durante el confinamiento haya sido aún mayor debido a diversos factores, tales como la ausencia de un compromiso laboral diario, la dificultad para acceder a espacios comunitarios (por falta de ascensores o a escaleras en mal estado), la dependencia de terceras personas para desplazarse y el miedo al contagio, incluso en etapas posteriores al confinamiento. Este último factor podría continuar determinando una reducción de la movilidad, con los consecuentes efectos a largo plazo.

Usando como referencia el marco conceptual de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para describir el funcionamiento, la discapacidad y la salud, los efectos de la inmovilidad derivada de la pandemia y el confinamiento en las personas mayores podrían estructurarse en las tres categorías:

  1. Déficits en las funciones y estructuras corporales
  2. Limitaciones en los niveles de actividad
  3. Limitaciones en la participación

 

Como resultado, las personas mayores podrían ver reducidas sus actividades dentro y fuera del hogar, incrementando así la posibilidad de que el aislamiento social persista más allá de los tiempos de pandemia.

Impacto en la salud mental

Se prevé que la pandemia incremente de manera significativa los problemas de salud mental en forma de síntomas de ansiedad y depresión, uso abusivo de alcohol y otras drogas, autolesiones o suicidio . Este impacto podría ser mayor en las personas mayores, que ya representaban un reto mundial en cuanto a salud mental. De acuerdo con la OMS, alrededor de un 20% de las personas mayores de 60 años padecen algún tipo de desorden mental o neurológico.

Algunas de las consecuencias en la salud mental de las personas mayores se asocian directamente con las características de la COVID-19. Los graves riesgos de la infección por coronavirus en las personas mayores han justificado que los medios de comunicación insistan en las conductas de autocuidado e higiene personal en esta población. Sin embargo, estas acciones de sensibilización exponen a las personas de manera repetida a información alarmante que puede redundar en miedo patológico al contagio y en una preocupación crónica con respecto a la enfermedad, lo que aumenta los niveles de estrés y ansiedad.

Por otro lado, los efectos del aislamiento preventivo no han sido iguales para toda la población. Las medidas de confinamiento han limitado actividades diarias de las personas mayores como salir a encontrarse con amigos, cuidar de sus nietos, pasear o hacer la compra. También han llevado al cierre de espacios comunes –incluyendo centros cívicos, culturales y comunitarios– que representan importantes puntos de interacción para este colectivo.

Mientras los más jóvenes han podido hacer uso de la tecnología y las plataformas digitales para mantener su contacto con amigos y familiares, algunas personas mayores no han hecho uso de estas herramientas. En tiempos de pandemia, esta brecha digital desconecta aún más a las personas mayores, ahondando los sentimientos de aislamiento y soledad que eran ya un grave problema de salud pública incluso antes de la pandemia, y que están relacionados con una mayor presencia de síntomas de depresión y ansiedad.

Las personas mayores tampoco son ajenas al impacto de otros cambios relacionados con la pandemia y el confinamiento, como por ejemplo el incremento de las actividades de cuidados de familiares dependientes o la incertidumbre financiera que afecta a su propia estabilidad o la de su núcleo familiar.

Asimismo, las personas mayores se han visto particularmente afectadas por procesos de duelo y pérdida de seres queridos, especialmente entre la población que vive en residencias para mayores.

Finalmente, vale la pena recordar que las personas mayores en situación de dependencia son particularmente vulnerables a diferentes formas de maltrato, incluyendo el abuso físico y psicológico. Se estima que, en todo el mundo, una de cada seis personas mayores recibe alguna forma de maltrato.

Conclusiones y recomendaciones para no dejar a las personas mayores atrás

Es urgente visibilizar al colectivo de personas mayores como población especialmente vulnerable a los efectos de salud, sociales y económicos del confinamiento en términos. Estas son algunas recomendaciones de buenas prácticas para el desarrollo de iniciativas futuras:

  1. Asegurar la continuidad del acceso a la salud en las personas mayores. Ante la amenaza de nuevas olas de infección (o de nuevos virus), es fundamental planificar una reorganización del sistema sanitario que sea capaz de atender emergencias sin dejar atrás el cuidado de personas mayores con enfermedades preexistentes.
  2. Promover la movilidad física en personas mayores. Es fundamental seguir fomentando la práctica de actividad física y ejercicios de movilidad tanto en el interior del domicilio como en el exterior, teniendo en cuenta las necesidades especiales de las personas mayores y de quienes padecen alguna enfermedad crónica.
  3. Minimizar los efectos del confinamiento en la salud mental de las personas mayores. El confinamiento y la pandemia dejarán secuelas psicológicas en todos. Cabe prepararse para prevenir problemas de salud mental en las personas mayores, fomentando la detección temprana de síntomas de ansiedad y depresión, y uso abusivo de alcohol y otras drogas.
  4. Escuchar a las personas mayores. Es primordial involucrar a las personas mayores en la preparación de los protocolos de acción y las iniciativas que les atañen.