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Historia de la malaria, ¿para qué?

04.4.2024
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Foto: Jesús M. Izquierdo - Imagen de la exposición "Misión Malaria: una mirada histórica", en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid.

Como comisarios de la exposición Misión Malaria: una mirada histórica, nuestro objetivo fue sacar a la luz las relaciones —muchas veces insospechadas— entre la historia de la malaria y la historia social, cultural, económica, incluso ideológica de la humanidad.

 

Trabajar durante los últimos meses en presentar al público la historia de la malaria ha sido para mí una oportunidad única y sin precio: hace quince años dejé atrás mi ‘otra vida’ para dedicarme a la malaria. Esa ‘otra vida’ era la de una historiadora de la ciencia. Comprenderán ustedes que me torne un poco filosófica, y me atreva a compartir algunas notas sobre Misión Malaria: una mirada histórica, la exposición que recientemente inauguramos en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. No se trata de explicar los contenidos de la muestra –que al fin y al cabo está para ser vista–, sino los principios básicos de la propuesta con la que Alain-Paul Mallard y yo misma abordamos su comisariado y la importancia que tiene, a nuestro entender, el acto de posar una mirada histórica sobre tan devastadora enfermedad.

El punto de partida para poner en pie esta exposición ha sido la colección y biblioteca de historia de la malaria de Quique Bassat. Es verdaderamente espléndida. Personalmente, no daba yo crédito de tener en mis manos un frasco con polvo de corteza de quina, un libro original de Grassi con esas ilustraciones científicas que podrían pasar por piezas de arte abstracto.

Nuestro objetivo como comisarios fue dar un nido a dichos objetos, envolverlos con los hilos de significado que sólo el contexto histórico puede proporcionar.

La exposición abarca desde el paradigma galénico, cuando ‘las fiebres’ se atribuían a una corrupción de la sangre derivada de respirar miasmas putrefactos (los malos aires se consideraban los causantes de la malaria), hasta la Revolución Científica que significó atribuir los síntomas de la malaria a la infección del cuerpo por un agente externo. Recorre el siglo XX, y llega hasta la dramática situación que vive el mundo hoy en día por culpa de la enfermedad.

En la historia de la malaria hay sagas vertiginosas, intuiciones científicas y empresas sanitarias titánicas entrelazadas con intereses comerciales, guerras o secretos de Estado

Pero lo que verdaderamente vuelve fascinante a la historia de la malaria, y lo que esta exposición aspira a presentar a sus visitantes, son las intersecciones de esta historia con el resto de la historia social, cultural, económica, incluso ideológica, de la humanidad. Las relaciones entre ámbitos aparentemente tan lejanos como Guerra Fría y salud pública, el miedo a enfermar y aquella costumbre tan inglesa del gin & tonic vespertino en climas tropicales.

En la historia de la malaria hay sagas vertiginosas, grandes intuiciones científicas y empresas sanitarias titánicas, entrelazadas con intereses comerciales, guerras o secretos de Estado.

Porque si en el siglo XVII los boticarios jesuitas fueron capaces de traer a Europa una corteza milagrosa que curaba las fiebres, fue porque antes tuvieron que llegar a Perú de la mano de los conquistadores españoles. Este contexto determinó a su vez la manera en la que interpretaron su descubrimiento: como un signo de la Providencia, en el que el territorio conquistado para la fe católica ponía al abasto del Viejo Mundo el remedio contra las epidemias.

Cuando Laveran miró a través del microscopio la sangre de pacientes enfermos en Argelia y esbozó la idea de que la malaria era causada por una infección parasitaria, o cuando Ross diseccionó miles de mosquitos pensando que estos insectos podían transmitir la malaria, ninguno de los dos estaba en Argelia o la India de vacaciones: habían llegado hasta ahí destacados por sus respectivos ejércitos en el marco de la expansión colonial decimonónica.

La Historia nos muestra la extrema complejidad de la lucha contra la malaria en el presente y nos conmina a actuar desde todos los frentes y con la más alta responsabilidad

En Europa, el cambio de paradigma abrió las puertas a grandes campañas de salud pública que ya no se afanaban en disipar los miasmas, sino que dirigieron su artillería contra el mosquito vector, protegiendo ventanas, desecando los pantanos donde se crían las larvas… Sin malaria, zonas prácticamente inhabitables despegaron económicamente.

Años después y al otro lado del mundo, el descubrimiento de la artemisinina fue el resultado de una petición desesperada que Ho Chi Min hizo a su aliado Mao en plena Guerra de Vietnam: que China desarrollara nuevos antimaláricos para salvar a sus tropas de la devastación de la malaria.

Hoy por hoy, la malaria se concentra en África, en sus zonas rurales más aisladas. En esta realidad influyen, por supuesto, factores biológicos: la especie de parásito más letal, los vectores más eficientes. Pero no podemos negar que tal situación es también fruto del abandono y la pobreza. No podemos olvidar, por volver a la historia, que la Campaña Mundial para la Erradicación de la Malaria de los años 50, en África, simple y sencillamente nunca se implementó. Tras las fumigaciones con DDT para acabar con los mosquitos, la malaria se eliminó de los países más prósperos, pero siguió campando sin barreras en todo un continente.

Si algo nos guió a Alain-Paul y a mí mientras pensábamos cómo había que presentar la exposición, fue precisamente dar concreción al principio más básico de la historiografía: que no hay inevitabilidad, sino contingencia. Lo que nos ha llevado al momento presente es un largo y complejo proceso en el que personas concretas tomaron decisiones concretas en encrucijadas históricas determinadas y según su particular forma de ver el mundo: su escala de valores, sus intereses, su ideología, vaya… Así ha sido en el pasado, y así continúa siendo en el presente.

Esperamos que, tras tener acceso a esta mirada y conocer la historia, los visitantes terminen por suscribir en primera persona esa aseveración mil veces repetida de que la malaria es quizás el mejor ejemplo —el peor— de las desigualdades e injusticias que imperan en el terreno de la salud global.

Para quienes de una manera u otra trabajamos en la lucha contra la malaria, esperamos que la historia nos ayude a aquilatar mejor cuán compleja es la realidad a la que nos enfrentamos, y nos conmine a actuar, desde todos los frentes, con la más alta conciencia de nuestra responsabilidad.