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Se necesitan leyes más estrictas para proteger a los niños de sustancias químicas potencialmente tóxicas

07.4.2025
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Foto: Edu Bayer / Ayuntamiento de Barcelona

La fabricación de químicos y plásticos tiene pocas restricciones. Menos del 20% han sido testados por su toxicidad y un porcentaje aún menor por sus efectos en niños.

 

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[Este texto se basa en el artículo Manufactured Chemicals and Children's Health - The Need for New Law, publicado en The New England Journal of Medicine y escrito por The Consortium for Children's Environmental Health, del que es miembro Kurt Straif].

 

La escasa regulación que rodea la producción de sustancias químicas manufacturadas supone una grave amenaza para la salud de nuestros niños y niñas. La investigación en pediatría medioambiental de los últimos 25 años ha demostrado repetidamente que incluso exposiciones breves y de bajo nivel a sustancias químicas tóxicas durante periodos tempranos vulnerables pueden provocar enfermedades y discapacidades que persisten durante toda la vida. La exposición prenatal es especialmente peligrosa, ya que las sustancias químicas tóxicas pueden atravesar la placenta. La población infantil es mucho más vulnerable a las sustancias químicas tóxicas que la adulta. Algunos efectos son inmediatamente visibles, como los defectos anatómicos de nacimiento, mientras que otros pueden no manifestarse hasta más tarde en la vida, como la alteración del desarrollo sexual, la reducción de la fertilidad, el asma, la obesidad o el cáncer.

El fracaso de la actual legislación sobre sustancias químicas

Actualmente, la industria que fabrica productos químicos debe cumplir pocos requisitos legales para realizar pruebas de toxicidad antes de sacar nuevos productos químicos al mercado o vigilar los efectos adversos a largo plazo después de su venta.

En Estados Unidos, la Ley de Control de Sustancias Tóxicas (TSCA) de 1977 y sus modificaciones impone a los organismos reguladores la carga de identificar las sustancias químicas potencialmente peligrosas. Como resultado, en casi 50 años sólo se han prohibido unas pocas sustancias químicas. La industria también se beneficia de subvenciones gubernamentales multimillonarias y de la protección del secreto comercial, lo que dificulta el acceso del público a la información sobre la toxicidad o la composición química de los productos

En la Unión Europea (UE), la normativa REACH (Registro, Evaluación, Autorización y Restricción de Sustancias y Preparados Químicos) obliga a realizar algunos análisis de toxicidad de las nuevas sustancias químicas antes de su comercialización, pero se basa en gran medida en los datos de la industria y no consigue regular eficazmente muchas sustancias nocivas. Sólo se han restringido o prohibido 73 sustancias y grupos de sustancias químicas en los mercados de la UE, cifra alarmantemente baja si se tienen en cuenta los riesgos que entrañan.

Las políticas de gestión de sustancias químicas tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea presentan dos deficiencias críticas:

  1. Evalúan los riesgos de las sustancias químicas individualmente, sin tener en cuenta la realidad de que los niños y niñas están expuestos diariamente a mezclas de múltiples sustancias químicas manufacturadas. Estas exposiciones combinadas pueden tener efectos acumulativos o incluso sinérgicos, lo que aumenta el daño potencial.
  2. La mayoría de las normativas químicas de todo el mundo no abordan adecuadamente las sensibilidades únicas de la población infantil, con la excepción del requisito limitado de la Ley de Protección de la Calidad de los Alimentos de que la Agencia de Protección del Medio Ambiente estadounidense tenga en cuenta la vulnerabilidad de los niños y niñas a la hora de establecer los niveles de tolerancia de los pesticidas.

Necesitamos una normativa química más estricta

Para proteger la salud de la población infantil, necesitamos un cambio en la legislación sobre sustancias químicas que sitúe la salud por encima de todo. Los productos químicos ya no pueden presumirse inocuos hasta que se demuestre lo contrario. Al revés, antes de autorizar su comercialización, los fabricantes deberían demostrar, mediante pruebas independientes, que sus productos no son tóxicos a los niveles de exposición previstos. Además, debería exigirse a los fabricantes que vigilen los efectos a largo plazo de sus productos, sobre todo en las niñas y los niños.

Un enfoque global para el cambio

Para abordar verdaderamente este problema, necesitamos cooperación internacional. Un tratado mundial vinculante sobre sustancias químicas, similar al tratado mundial sobre plásticos de la ONU, podría proporcionar el marco necesario para proteger a los niños de todo el mundo de las sustancias químicas nocivas.

Transformar la industria química

En última instancia, para salvaguardar la salud infantil, debemos transformar la industria química. La basada en el carbono fósil debe sustituirse por alternativas sostenibles que den prioridad a la salud humana. Aunque esto requerirá cambios significativos en las leyes y modelos de negocio actuales, es esencial para preservar el medio ambiente y proteger a las generaciones futuras. La inacción ante los productos químicos ya no es una opción.