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Repensando el modelo de negocio de la vacuna de la malaria

25.4.2022
WMD 2022 Gina

[Este artículo se publicó originalmente en Devex]

No nos toca celebrar la existencia continuada de una enfermedad que en teoría se puede prevenir y tratar, y aun así causa cerca de 214 millones de casos al año y más de 627.000 muertes. El Día Mundial de la Malaria es más bien un momento para reconocer lo que se ha logrado y aprendido a lo largo del año anterior. La OMS certificó que tanto El Salvador como China están libres de malaria, y 11,8 millones de niños adicionales fueron protegidos mediante la administración intermitente de fármacos durante la temporada de malaria, a pesar de la pandemia de COVID-19. 

La malaria sigue siendo una carga abrumadora para los niños de la región, y se cobra más de 260.000 vidas anualmente.

Se trata de logros medibles, cuya importancia no se ve reducida por los muchos desafíos persistentes, en particular en el África subsahariana, donde no solo se han estancado los avances, sino que ha empeorado la trayectoria. La malaria sigue siendo una carga abrumadora para los niños de la región, y se cobra más de 260.000 vidas anualmente. Por lo tanto, cuando la OMS recomendó la RTS,S/AS01, la primera vacuna contra la malaria para su administración generalizada en niños en el África subsahariana, se trató de un momento histórico. 

Poco después, Gavi, la Alianza para las Vacunas, se comprometió para el primer tramo de financiación para su implementación a gran escala. Sin embargo, ha resultado difícil garantizar el acceso a un alto volumen de suministro de vacunas, que sea asequible y esté disponible. Si bien parte del problema puede radicar en que no se trata de la vacuna ideal, históricamente la comunidad de la malaria ha logrado avances importantes con herramientas parcialmente efectivas, usadas conjuntamente.

La previsible escasez en el suministro de vacunas a lo largo de los próximos años pone al descubierto los puntos débiles de la salud global. En este caso, apunta a las dificultades persistentes en nuestra capacidad de salvar la brecha entre las grandes innovaciones y el desarrollo de productos, y la implementación a gran escala. Como otras enfermedades tropicales desatendidas, la vacuna de la malaria no tiene un mercado global en el Norte para compensar los costes de su desarrollo.

La investigación sobre la vacuna de la malaria ha sido liderada por laboratorios del sector público, y las inversiones en I+D han mostrado una tendencia descendente desde el 2017.

La pregunta que se repite a menudo es: ¿por qué las vacunas contra la COVID-19 se desarrollaron como por arte de magia en un año, mientras que la vacuna de la malaria tardó más de 30? Las vacunas de la pandemia aprovecharon la experiencia y las inversiones en otras vacunas para coronavirus y otros virus. Por otro lado, el parásito de la malaria sigue invadiendo, evadiendo, atacando y evolucionando de formas complejas. Para la COVID-19, la inversión global en investigación y desarrollo de producto fue de cerca de 6.600 millones de dólares estadounidenses, y los acuerdos de compra anticipada (firmados antes de la aprobación regulatoria) se estiman en 52.000 millones de dólares estadounidenses. Por otro lado, la investigación sobre la vacuna de la malaria ha sido liderada por laboratorios del sector público, y las inversiones en I+D han mostrado una tendencia descendente desde el 2017. Estas diferencias extremas explican las marcadas disparidades en la motivación a participar por parte de la industria.

Los desafíos de crear un modelo de negocio funcional para la innovación y distribución a gran escala de vacunas para enfermedades como la malaria requieren nuevos abordajes. Se pueden aprender varias lecciones de los intentos anteriores de salvar las distancias de inversión –como las Asociaciones para el Desarrollo de Productos (Product Development Partnerships)− para catalizar innovaciones que de otro modo no avanzarían mediante los modelos convencionales. Ciertos tipos de compromisos de mercado avanzados, por los que si se crearan nuevas vacunas éstas se comprarían y utilizarían, podrían ser otra solución para la credibilidad en el mercado.

Se han anunciado acuerdos directos con países como socios fundamentales en el proceso de desarrollo y fabricación, y si llegan a buen puerto, se trataría de un abordaje que alinea el desarrollo de vacunas y la capacidad de producción en África.

Están apareciendo nuevas ideas y debemos asegurar el compromiso de la siguiente generación de científicos y líderes procedentes de países donde la malaria es endémica. También es el momento de invertir en capacidad de producción en estos países, para abordar los desafíos de suministro. El sector privado también puede crear nuevas soluciones. Un ejemplo sería valerse de la ciencia y la experiencia de desarrollo del ARNm, así como de los retornos corporativos de la COVID-19, para desarrollar dicha tecnología para la malaria. Se han anunciado acuerdos directos con países como socios fundamentales en el proceso de desarrollo y fabricación, y si llegan a buen puerto, se trataría de un abordaje que alinea el desarrollo de vacunas y la capacidad de producción en África.

Sobre todo, la brecha entre la demanda y el suministro de la vacuna de la malaria nos conduce a la pregunta sobre la equidad en la asignación de recursos. La OMS está coordinando el desarrollo de un marco de priorización para que los países puedan tomar conjuntamente decisiones de asignación en un contexto de necesidad urgente. Dado que los índices de malaria varían significativamente entre países y en el interior de éstos, la tarea de enfocarse en las áreas de mayor riesgo requerirá una coordinación y una adaptación significativas de las estrategias de respuesta a nivel internacional y regional.

El momento de analizar y de sacar adelante las mejores ideas debería haber sido hace una década, pero quizá nos haya hecho falta una pandemia para mostrarnos lo que puede lograrse. Para alcanzar los objetivos globales en el ámbito de la malaria, necesitaremos crear las claves para transitar desde una buena ciencia hasta un esfuerzo global para las vacunas de la malaria, priorizado y accesible, que refleje la urgencia y la escala de la tarea.