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Transformarnos a través de la investigación en salud global

09.7.2025
Alfredo Mayor. Mirada hacia delante
Foto: MC Escher nos desafía a tomar algo en un estado familiar y transformarlo en otro, ofreciendo una interpretación y un punto de vista completamente diferentes.

La salud global ofrece muchas oportunidades para romper las cadenas del pasado colonial y fomentar relaciones equitativas entre investigadores e instituciones de diferentes continentes.

 

La persona que soy hoy (con mis valores, prioridades y conocimientos científicos) es el resultado de las experiencias que he tenido la suerte de disfrutar en países de recursos limitados. Estoy muy agradecido a las personas e instituciones que me abrieron sus puertas durante mi formación como investigador. Entre ellas se encuentran el Instituto de Inmunología en Colombia, el Centro de Investigación en Salud de Manhiça en Mozambique y el Centro Internacional de Ingeniería Genética y Biotecnología en India. Estas oportunidades han estimulado reflexiones frecuentes sobre mi forma de relacionarme con colegas y amistades de países con menos recursos, y a identificar actitudes —a veces prejuiciosas— que condicionan tanto mi trabajo científico como mi comportamiento personal.

Este autoexamen me llevó, hace un par de años, a compartir con colegas de España, Mozambique, Etiopía y Benín un ejercicio de reflexión sobre las formas de colaborar en la investigación sobre salud global. Me refiero a las colaboraciones entre instituciones, normalmente en diferentes continentes, con grandes disparidades a nivel social, cultural y económico. Hemos heredado del pasado colonial una serie de privilegios —en términos de ubicación geopolítica, raza, clase, género y preferencia sexual— que condicionan, en muchas ocasiones de forma inconsciente, las relaciones que establecemos. Ahora que la solidaridad hacia los más necesitados parece difuminarse en nuestro horizonte, esta reflexión me parece especialmente necesaria. Como científico, una forma de fomentar este análisis es prestar atención no solo a los resultados de la investigación, sino también al propio proceso de investigación.

Conversaciones difíciles pero necesarias

Todavía estamos lidiando con las secuelas del pasado colonial. Esto es evidente en los ámbitos político (relaciones internacionales), económico (financiación y recursos) y epistémico (la forma de pensar, conocer y establecer la verdad). Los desequilibrios desencadenados por la colonización han favorecido que los países antiguamente colonizadores aborden desafíos sanitarios comunes en los países anteriormente colonizados (y no a la inversa), lo que crea una base para relaciones de dependencia e incluso subordinación. La toma de conciencia de estos privilegios y asimetrías que no sirven por igual a todas las personas puede ayudarnos a desarrollar estrategias que fomenten relaciones más equitativas.

La salud global ofrece numerosas oportunidades para transformar mentalidades. La colonialidad, el poder y la equidad son conceptos fundamentales que permiten abordar conversaciones difíciles pero necesarias para desafiar nuestras formas de colaboración. Sin embargo, estos conceptos están tan integrados en nuestro vocabulario que han perdido su capacidad de movilizar conciencias. El reto consiste en transformar estas ideas abstractas y ya algo gastadas en propósitos concretos, y hacerlo a través de la acción, para así pasar de las aspiraciones a los cambios tangibles.

Una reflexión colectiva

Una colaboración transformadora identifica una serie de objetivos hacia los que la alianza desea trabajar, y acuerda el proceso para alcanzarlos conjuntamente. La definición del camino que ha de llevar a esa transformación necesita una reflexión colectiva sobre cómo y por qué ocurrirán los cambios deseados. Esto guiará la planificación de “quién hará qué, cómo y cuándo”, de modo que las acciones concretas y centradas en la equidad permitan avanzar la colaboración. Tres actitudes esenciales pueden facilitar este proceso. En primer lugar, la conciencia sobre la propia posición, que permitirá cuestionar los supuestos y privilegios inherentes a cada uno. En segundo lugar, la solidaridad y la unión, para crear una visión interconectada que trascienda las diferencias. Y por último, la responsabilidad compartida sobre las acciones y los resultados, para garantizar una relación efectiva. Con estos elementos de base, podremos fomentar un rol de apoyo mutuo, ser generosos para equilibrar intereses, y adaptarnos con agilidad (porque aprendemos en el proceso). De esta forma será posible ajustar los ritmos de trabajo cuando sea necesario y  avanzar conjuntamente hacia objetivos comunes.

Se trata de lo que estamos dispuestos a hacer (y de cómo lo hacemos), no de lo que somos capaces de imaginar, lo que marcará la diferencia a la hora de aprovechar todo el potencial transformador de la investigación en salud global

Las alianzas transformadoras fomentan la reciprocidad y los beneficios compartidos, pero no de forma calculada. Para ello es importante planificar los mecanismos de reciprocidad con el mismo cuidado que la propia investigación. El principio de subsidiariedad favorece el fortalecimiento de capacidades en los lugares donde se presenta el desafío sanitario que se aborda. Realizar las actividades en estos contextos, minimizando enfoques que requieren menos esfuerzo —como enviar muestras o datos a instituciones con más recursos—, es clave para superar las barreras que impiden desplegar todo el potencial de las capacidades existentes. Muchas veces las capacidades están ahí: el desafío radica en implementar esas capacidades.

Explotar las complementariedades es una herramienta poderosa para avanzar conjuntamente en el camino que se despliega ante nosotros. Los colaboradores más avanzados deben empatizar con los desafíos que otros pueden enfrentar (técnicos, contextuales, sociales, políticos e institucionales, entre otros). Aquellos con menos recursos deben identificar las necesidades y medios (incluida una mejor gobernanza) para ganar agencia de forma activa y desempeñar un papel de liderazgo. Y todos debemos esforzarnos por respetar los compromisos, ya que la voluntad de abrirse y trabajar conjuntamente viene determinada por el sentido de integridad, competencia y credibilidad que el otro inspira. Una cultura científica que piense a más largo plazo, se comprometa con decisiones basadas en valores y se responsabilice de las relaciones de poder integradas en el proceso de la investigación es clave para promover y fomentar un equilibrio basado en la equidad.

Nuevas formas de trabajar y liderar

Podemos lograr más cuando trabajamos juntos hacia un objetivo común en el que todos creemos. Este trabajo en equipo aumenta la probabilidad de encontrar soluciones y genera una sensación de satisfacción compartida que mejora nuestra propia felicidad y bienestar. Sin embargo, trabajar con personas que tienen perspectivas, prioridades y capacidades diferentes requiere tiempo y esfuerzo. Necesitamos crear nuevas formas de trabajo y estilos de liderazgo que fomenten actitudes más colectivas que individuales, más colaborativas que competitivas, y más de acompañamiento que de mando. Estas innovaciones en nuestra forma de hacer tienen el potencial de promover un entorno de investigación verdaderamente global y un desarrollo sostenible.

La clave del progreso reside en convertir nuestros principios teóricos en acciones concretas. Solo así conseguiremos fomentar la movilización colectiva del intelecto, la ambición y la acción global que requiere la salud mundial. Se trata de lo que estamos dispuestos a hacer (y de cómo lo hacemos), no de lo que somos capaces de imaginar, lo que marcará la diferencia a la hora de aprovechar todo el potencial transformador de la investigación en salud global.