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La crisis climática es una crisis de salud

04.3.2020

Foto de Li-An Lim/Unsplash

 

“El cambio es lo único constante en la vida”, y la supervivencia de cualquier especie depende de su capacidad de adaptación a tales cambios. Irónicamente, los seres humanos nos hemos auto-impuesto el cambio climático o la degradación ambiental a través de nuestras acciones o, mejor dicho, inacciones, y es posible que la mera adaptación a estos cambios no contribuya necesariamente a la supervivencia de nuestra especie.

Mientras trabajaba en este texto, la OMS publicó un resumen informativo acerca de la aparición del Coronavirus en China, y los análisis preliminares mostraron que algunas muestras medioambientales de marisco dieron positivo por coronavirus. En base a una gran cantidad de estudios, se ha demostrado que el escenario actual de cambio climático y degradación ambiental se debe mayoritariamente a la actividad humana, lo que afecta enormemente a nuestra salud y a nuestra vida.

El informe de The Lancet del 2018 sobre salud y cambio climático – The Lancet Countdown report 2018 − ha resumido acertadamente estos efectos multifacéticos. Los impactos están afectando de forma desproporcionada a la salud de las poblaciones vulnerables en países de renta baja y media, además de provocar unas pérdidas económicas abrumadoras −cerca de 129.000 millones de dólares estadounidenses entre 1990 y 2016− como consecuencia de acontecimientos relacionados con el cambio climático.

La OMS publicó una lista con las 10 amenazas para la salud global; encabezaban la lista la contaminación atmosférica y el cambio climático, descrito como uno de los mayores retos del siglo XXI. Ha representado un gran problema de salud pública dada su implicación en la reducción de la producción de alimentos (lo que ha precipitado los problemas de desnutrición), el aumento de las enfermedades transmitidas por vectores, la emergencia de patógenos con un elevado potencial amenazador, como el ébola, el incremento de la aparición de casos de dengue y de cólera, los riesgos laborales para salud y el aumento de la incidencia de acontecimientos climáticos extremos, como olas de calor, sequías, inundaciones e incendios incontrolados.

La OMS publicó una lista con las 10 amenazas para la salud global; encabezaban la lista la contaminación atmosférica y el cambio climático, descrito como uno de los mayores retos del siglo XXI

Con el tiempo, estos impactos han dejado de estar restringidos a los países de renta baja, y las consecuencias de las alteraciones en el equilibrio de nuestro ecosistema pueden observarse a nivel global. Por lo tanto, la OMS está en lo cierto al afirmar que “ la crisis climática es una crisis de salud". Las prioridades de salud global, si bien ya se ven sobrepasadas por otros problemas de salud más acuciantes, no pueden ignorar la amenaza de una crisis climática que representa la raíz de muchos de los problemas de salud pública.

Por desgracia, seguimos reaccionando con apatía y dejándonos llevar por la inercia ante esta amenaza existencial para la humanidad. Los esfuerzos como el acuerdo de París, la creación del Green Climate Fund y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (12 de los 17 están directamente relacionados con el cambio climático) son señales positivas, pero parece que son demasiado escasas y que llegan demasiado tarde.

El informe de The Lancet del 2018 (The Lancet Countdown Report 2018) mostró que, o bien existía un escaso progreso en una respuesta que ya de por sí llegaba con retraso en términos de esfuerzos globales, o bien se estaban realizando acciones en la dirección equivocada. Por consiguiente, dada su complejidad, el cambio climático requiere colaboraciones multidisciplinares con resultados medibles. Pese a todo, según las Naciones Unidas, es factible. Enfrentarse al cambio climático ahora es una acción sensata desde el punto de vista económico. Cuanto más lo retrasemos, más lo pagaremos.

Existe una tendencia creciente a la concienciación sobre el cambio climático, y la ciudadanía de a pie está ejerciendo presiones sobre las y los políticos. Recientemente, el Parlamento del Reino Unido declaró la emergencia por el cambio climático, y Dinamarca introdujo una ambiciosa política. Sin embargo, tanto los medios de comunicación como los gobiernos siguen evitando presentarlo como un problema de salud pública.

Existe una tendencia creciente a la concienciación sobre el cambio climático, y la ciudadanía de a pie está ejerciendo presiones sobre las y los políticos

Nosotros, como profesionales de la salud global, junto con las personas que se encargan de proporcionar directamente los cuidados de salud, podríamos ser los abanderados ideales de una acción colectiva hacia las políticas del cambio climático, ya que estamos más equipados y la ciudadanía de a pie nos recibe mejor. Convertir la legislación sobre el cambio climático en una política de salud global es una necesidad acuciante.

La única forma de avanzar es retroceder y dejar de perjudicar al único ecosistema del que disponemos bajo el disfraz de la innovación, del aumento del nivel de vida y de la globalización. No tenemos ningún PLANeta B, y no deberíamos ensuciar nuestro propio hábitat hasta el punto de que nos resulte imposible seguir viviendo en él. Como conclusión, quisiera citar el ejemplo de Bután –el país más feliz del mundo− para que nos sirviera de inspiración, dado que ha sido capaz de mantener su propio ecosistema y de preservar su rica cultura al tiempo que ha hecho prosperar su economía.


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