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La zona gris entre el altruismo y los negocios

09.5.2019

Para abordar el asunto específico (y muy difícil) de las grandes compañías farmacéuticas y su participación en el gobierno global de la salud, primero debemos definir qué es la “gobernanza global”. Lo que define a una “buena” gobernanza global es que sea participativa, orientada a consensos, responsable, transparente, receptiva, eficaz y eficiente, equitativa e inclusiva, y que cumpla la ley. Sin embargo, no puede hablarse de gobernanza en el ámbito de la salud sin mencionar a las empresas multinacionales farmacéuticas, y no es posible hablar de las empresas multinacionales farmacéuticas sin mencionar un factor muy importante: el dinero. Y dado que el dinero es “la raíz de todos los males”, puede echar a perder todas las características de la buena gobernanza con relativa facilidad.

Las compañías farmacéuticas son una de las principales partes interesadas -por no decir que son la principal- en una de las situaciones de salud global más críticas: el acceso a los medicamentos y/o las vacunas. No sólo fabrican y suministran medicamentos y vacunas, sino que también fomentan la investigación y el desarrollo de fármacos y tecnologías alternativos, nuevos y más baratos, que podrían llegar a las poblaciones más necesitadas.

Las compañías farmacéuticas son una de las principales partes interesadas en una de las situaciones de salud global más críticas: el acceso a los medicamentos y/o las vacunas

A pesar de su gran importancia, los esfuerzos globales para el acceso universal a los medicamentos son un fenómeno relativamente reciente. Antes de la década de los 90, la mayoría de las políticas sanitarias internacionales se centraban en la coordinación de campañas nacionales para hacer frente a los brotes de enfermedades infecciosas, a través de la OMS. Cuando la pandemia de VIH/SIDA fue en aumento, los esfuerzos para controlar la enfermedad desplazaron el acceso a la medicación hacia el centro de las políticas de salud global, dada la constatación de que la prevención y detección en el momento oportuno, así como el tratamiento precoz, eran fundamentales para contener la creciente amenaza; así lo expuso el informe de los primeros diez años de ONUSIDA.

De esta forma, las empresas multinacionales farmacéuticas se han ido situando en el centro de la creación de políticas públicas no sólo en los asuntos relacionados con el VIH/SIDA, sino también en muchas otras enfermedades ampliamente extendidas y emergentes como la malaria y la tuberculosis, así como en otros preocupantes problemas sanitarios que no dejan de aumentar, como la resistencia a los antibióticos y el movimiento anti-vacunas.

 

 

Dado que se trata de empresas privadas, las compañías farmacéuticas siempre buscarán un beneficio económico como resultado de sus inversiones e intervenciones. Existe una tensión permanente entre la consecución de unas políticas eficaces y los incentivos para las empresas farmacéuticas hacia un acceso más amplio a los medicamentos. Dada la propia naturaleza de la política, estos procesos no están exentos de corrupción, en especial en países de renta baja y media en los que la buena gobernanza es deficiente en la mayoría de sistemas sanitarios. La existencia de corrupción, y por consiguiente la ausencia de una buena gobernanza en los sectores sanitario y farmacéutico, afecta profundamente a la eficacia de los sistemas sanitarios a todos los niveles. Al ser un problema puramente “político”, la corrupción no suele verse como un problema que pueda afectar al éxito de los programas de salud, pero las organizaciones globales reconocen la existencia del problema, dado que han desarrollado iniciativas para monitorizar y ayudar a luchar contra la corrupción, como el Programa de la OMS para la buena gobernanza del sector farmacéutico (GGM, según sus siglas en inglés).

Aunque se trata de un asunto muy delicado, la correcta implicación de las empresas multinacionales farmacéuticas es crucial para lograr una buena gobernanza, dado que dictan el curso de muchas intervenciones de salud importantes, como por ejemplo los acuerdos con gobiernos sobre los precios de los medicamentos de uso público. Como ejemplos, podrían citarse los acuerdos alcanzados por los gobiernos de España y Malasia con grandes compañías farmacéuticas para negociar los precios del fármaco contra la hepatitis C Sofosbuvir, para su utilización en los sistemas de salud públicos. Dichos acuerdos, si bien son inmensamente beneficiosos para las personas que sufren la enfermedad, adolecen de falta de transparencia y evidentemente implican intereses corruptos que están muy lejos del interés por hacer accesible la medicación.

La correcta implicación de las farmacéuticas es crucial para lograr una buena gobernanza, dado que dictan el curso de muchas intervenciones de salud importantes, como los acuerdos con gobiernos sobre los precios de los medicamentos de uso público

Por otro lado, también existen acuerdos que favorecen a las empresas farmacéuticas en detrimento de la población. En Sudáfrica, un país donde históricamente la tuberculosis, la infección por VIH y el SIDA han sido muy prevalentes,  las empresas farmacéuticas pueden mantener las patentes de sus medicamentos, principalmente a través de un proceso de “perennización” de las patentes denominado evergreening (en el que las empresas modifican mínimamente la estructura molecular y solicitan una patente para un nuevo fármaco, con lo que conservan la patente durante otros 20 años). Aunque varias ONG llevan años luchando para conseguir un cambio en dichas leyes (la Fix Patent Laws Coalition, por ejemplo), y a pesar de que el Gobierno de Sudáfrica se ha comprometido a reformar las leyes sudafricanas sobre patentes, se han llevado a cabo pocas acciones concretas para adoptar e implementar una reforma, y muchos medicamentos esenciales siguen siendo inaccesibles para el público en general.

Aunque existen muchos acuerdos prometedores en el horizonte que proporcionarían grandes beneficios a las poblaciones más necesitadas, deben aumentarse las inversiones y la promoción de programas destinados a controlar y erradicar la corrupción que, a todos los niveles, interfiere con la creación de políticas de salud. Es importante que dichos programas permanezcan totalmente apartados de las influencias políticas o de los intereses económicos. Se trata de un reto gigantesco, dado que la corrupción es un factor que siempre está presente en todos los niveles gubernamentales en los países en desarrollo, en los que la intervención de las empresas farmacéuticas es más necesaria.

 

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