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Para acabar con la malaria en Nigeria, debemos centrarnos en los sistemas de salud

27.4.2015

[Esta entrada es parte de la serie de blogs Día Mundial de la Malaria 2015 que coordina Roll Back Malaria y que se publican entre el 8 de abril y el 1 de mayo de 2015]

El presente brote de ébola ha copado los titulares durante casi un año. Sin lugar a dudas, se trata de una catástrofe: se han perdido más de 10.000 vidas y se nos ha escapado una oportunidad tras otra en la respuesta global a la enfermedad. No obstante, podemos aprender algunas lecciones de esta tragedia, en especial de la respuesta ofrecida por mi país, Nigeria.

Nigeria -el primer país en África occidental que logró poner fin al ébola dentro de sus fronteras- fue capaz de detener el ciclo de infección antes de que entrara en una espiral totalmente fuera de control. Dicho logro fue debido, en parte, al hecho de que los sistemas de salud de Nigeria están más desarrollados que los de otros países afectados. Mobilizamos el personal en el Centro de Operaciones de Emergencia establecido para la erradicación de la polio de modo que pudiéramos identificar con rapidez a los pacientes infecciosos y contener la infección, y destinamos personal médico altamente cualificado a su cuidado. Fue un ejemplo de lo que somos capaces de hacer cuando aplicamos nuestros recursos sanitarios de forma eficiente para responder a emergencias.

La misma aplicación estratégica de los recursos es clave para enfrentarse a otros retos en el ámbito de la salud, incluyendo la siempre presente amenaza de la malaria, que provoca tantas muertes por semana como las provocadas por los treinta años de brotes de ébola juntos. En Nigeria, la malaria es una crisis de salud pública. Toda la población del país vive en regiones donde la malaria es endémica, y según los cálculos en Nigeria se declaran 37 millones de casos de la enfermedad cada año. Los estragos son terribles, tanto para las personas como para la economía. La malaria lastra el crecimiento del PIB, agota los recursos sanitarios e implica un coste directo para los hogares nigerianos de hasta el 4% de sus ingresos anuales.

Por fortuna, disponemos de herramientas eficaces para enfrentarnos a esta enfermedad mortal: las mosquiteras para cama pueden evitar las picaduras de mosquito, los aerosoles pueden controlar la proliferación y los movimientos de los mosquitos, existen pruebas diagnósticas disponibles para confirmar que se sufre una infección y fármacos eficaces que curan a millones de personas cada año.

Nuestro reto consiste en aplicar dichas intervenciones de la forma correcta y en los lugares adecuados. En Nigeria, donde más de la mitad de la población vive fuera de las zonas urbanas, no seremos capaces de enfrentarnos a la malaria con herramientas de prevención, ni con diagnósticos y tratamientos, si no hemos formado a las personas y preparado las infraestructuras para que puedan suministrarlos en todas partes.

Nigeria tiene la suerte de contar con importantes recursos humanos en el ámbito de la salud, lo que es un reflejo de nuestras buenas políticas educativas y del grado de compromiso de nuestras instituciones formativas. No obstante, no distribuimos el personal de modo uniforme, lo que conlleva un déficit de trabajadores en el ámbito de la salud en áreas rurales y una concentración desproporcionada de profesionales competentes en las zonas urbanas. Cuando los fármacos y los diagnósticos llegan a las comunidades más remotas, muchas veces son suministrados por personas sin la formación necesaria para utilizarlos adecuadamente, lo que supone un despilfarro y puede ser también peligroso, ya que puede dar lugar a un tratamiento inadecuado y a la carencia de datos fundamentales acerca de la verdadera carga de malaria en nuestro país.

Lo que Nigeria necesita es un plan de distribución: no solo para los fármacos, sino también para las personas y la información. Para acabar con la malaria y otras enfermedades, debemos destinar médicos y enfermeras de atención primaria a zonas con un déficit de atención sanitaria. Podemos establecer programas de formación en los distritos rurales, ayudando así a transferir habilidades y capacidad humana. Las campañas educativas del sector público deben diseñarse para llegar a las poblaciones de alto riesgo y aportarles información acerca de cómo prevenir la infección, reconocer los síntomas y buscar tratamiento por parte de profesionales cualificados tan pronto como sea posible. Los programas deberían centrarse en lograr hacer llegar las mosquiteras tratadas con insecticidas y los medicamentos preventivos a los grupos vulnerables, en los que se incluyen las mujeres embarazadas y los niños pequeños.

También debemos asegurarnos de que existan estrategias coordinadas para que la prevención y el tratamiento sean accesibles para toda la población. Los gobiernos locales y nacionales, los organismos donantes y las ONG deben trabajar de forma conjunta para crear las infraestructuras que permitan enfrentarse a la malaria allí donde aparezca, incluso en las aldeas de más difícil acceso. Si no disponemos de sistemas para reducir el riesgo de malaria en todo el país, nunca seremos capaces de contener realmente la enfermedad. 

El ébola demostró lo que Nigeria es capaz de hacer cuando moviliza todos sus recursos para enfrentarse a una amenaza sanitaria. En el Día Mundial de la Malaria, espero que nuestros nuevos líderes se sientan inspirados a aplicar el mismo enfoque a los esfuerzos para enfrentarse a la malaria.

Más información

Programa ExxonMobil Global Health Scholars de la Universidad de Oxford.

Acerca del autor:

El Dr. Lawal Yusuf está cursando el Master of Public Policy en la Blavatnik School of Government, en la Universidad de Oxford. En el año 2013 obtuvo el grado de máster por la Universidad de Oxford, en el programa Master of Science in Global Health, donde fue un ExxonMobil Global Health Scholar.

Este post se publicó originalmente en el blog de la Blavatnik School of Government de la Universidad de Oxford.