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Maneras obvias y no tan obvias por las que el cambio climático afecta a nuestra salud

26.5.2014

Tradicionalmente, la preocupación por el cambio climático ha estado relacionada, sobre todo, con su efecto en los recursos naturales y la subsiguiente carga económica. El efecto directo en la salud humana no ha recibido la atención adecuada en el debate público. No obstante, la publicación de la segunda parte del quinto informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) el pasado mes de marzo ha abierto un debate público sobre los múltiples efectos del cambio climático en lo referente a la salud.

El informe del IPCC se basa en los datos más recientes para describir al detalle tres vías por las que el cambio climático afecta a la salud: efectos directos, efectos mediados por el ecosistema y efectos mediados por sistemas humanos.

Los efectos directos del cambio climático son causa, principalmente, de acontecimientos meteorológicos extremos. Las inundaciones provocan ahogamientos, hipotermia, lesiones y problemas de salud mental a corto y largo plazo. El aumento de urbanización en países cálidos de latitud baja deriva en que la gente habite en zonas urbanas superpobladas donde existe aislamiento, alcantarillado y ventilación deficientes, con lo cual aumenta la vulnerabilidad a temperaturas extremas e inundaciones. Los que ya habitan en zonas cálidas e islas de calor urbanas pueden enfrentarse a temperaturas que afectan la termorregulación humana, poniéndolos en riesgo de daño orgánico, colapso circulatorio, pérdida de conocimiento y muerte.

Los efectos en la salud mediados por el ecosistema están relacionados con enfermedades infecciosas y la calidad del aire. Los cambios de temperatura y las precipitaciones modifican la distribución y el ciclo vital de los vectores, como mosquitos o garrapatas, que transmiten enfermedades como la malaria o la enfermedad de Chagas. Las fuertes precipitaciones originan charcos de agua estancada que pueden convertirse en focos de cría de mosquitos. Las temperaturas elevadas reducen los periodos de incubación y el ciclo vital de los vectores y esto puede derivar en un aumento de la transmisión. Las enfermedades transmitidas por el agua también son sensibles a la temperatura y a las precipitaciones. Las escorrentías pueden contaminar el agua por los residuos fecales y las altas temperaturas aumentan la proliferación de patógenos. Se prevé que cada vez haya más zonas idóneas para la transmisión de enfermedades, lo cual pondrá a más gente en peligro.       

Los contaminantes que alteran el clima (CAP, por sus siglas en inglés) no solo afectan a la salud por el cambio climático, sino también directamente. El 7,6% del total de años de vida ajustados por discapacidad (AVAD) se atribuye a contaminación atmosférica por partículas, situando la contaminación atmosférica en lo más alto de la lista de factores de riesgo para la salud ambientales. Reducir la contaminación atmosférica es uno de los grandes retos a los que se enfrenta el ser humano. La OMS opina que la comunidad internacional debería estar dispuesta a pagar el 2,7% de la economía total mundial para reducirla.

Los efectos mediados por sistemas humanos se refieren a impactos en la nutrición y la salud ocupacional. En el mejor de los supuestos, el bajo peso infantil podría aumentar un 20% en 2050 debido al bajo rendimiento de la cosecha, lo cual obstaculiza el intento de conseguir el primer ODM. El cambio climático aumentará los riesgos en el lugar de trabajo. El calor hará que la gente cambie su jornada laboral durante el día al amanecer o al anochecer, momento en el que algunos vectores son más activos, y esto los pondrá en riesgo de enfermedades infecciosas. Las altas temperaturas provocarán la evaporación de sustancias químicas tóxicas que pueden causar envenenamiento y enfermedades respiratorias. Suponiendo un aumento de la temperatura de 3,4 ºC en 2100, se calcula que la productividad disminuirá un 60%.

El cambio climático afecta a la salud de maneras obvias y no tan obvias; por lo tanto, es necesario conocer su alcance. Es preciso meditar acerca de estas vías y empezar a incluir la salud en las estrategias de adaptación al cambio climático y las políticas sanitarias. En una ocasión negamos la existencia del cambio climático; ahora no queremos incurrir en el error de menospreciar sus efectos en la salud.

 

Lucía Fernández es licenciada en Físicas y estudiante del Máster en Investigación Clínica - Salud Internacional. 

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