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La lucha contra la malaria. Crónicas desde el laboratorio

22.5.2017

La malaria es, sin lugar a dudas, la enfermedad parasitaria humana más importante. Casi la mitad de la población mundial vive en zonas endémicas, con riesgo de contraer la infección. Los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que hubo más de 200 millones de casos de malaria en todo el mundo en 2015, los cuales dieron lugar a más de 400.000 muertes, principalmente en niños menores de cinco años en el África subsahariana.

La malaria afecta principalmente a los países más vulnerables, contribuyendo así a consolidar el ciclo de la pobreza

Al observar en un mapa la distribución de las zonas endémicas de la enfermedad en el mundo, puede verse como esta afecta principalmente a los países más vulnerables, con sistemas de salud más frágiles y menores inversiones en investigación científica, contribuyendo así a consolidar el ciclo de la pobreza. A pesar de lo terrible de estas cifras, entre los años 2010 y 2015, los esfuerzos realizados en países donde la malaria es endémica, apoyados por el resto de la comunidad internacional, han conseguido disminuir en un 20% los casos de malaria y en una tercera parte el número de muertes producidas por la enfermedad. La reducción es mucho más importante si tomamos en cuenta los últimos 15 años. Sin embargo, la emergencia de parásitos resistentes a la artemisinina, el principal tratamiento contra la malaria, así como el incremento de la resistencia por parte del mosquito Anopheles, el vector del parásito, a los insecticidas piretroides ponen en grave riesgo los progresos realizados recientemente.

La malaria no podrá ser completamente eliminada con los métodos de control y tratamiento de los que disponemos actualmente

Entre la comunidad científica está comúnmente aceptado que, muy posiblemente, la malaria no podrá ser completamente eliminada con los métodos de control y tratamiento de los que disponemos actualmente. Incluso teniendo en cuenta la reciente aprobación por parte de la Agencia Europea del Medicamento de la primera vacuna contra la malaria, la RTS,S (o MosquirixTM), su moderada eficacia parece indicar que su efecto, aunque beneficioso teniendo en cuenta las elevadas cifras de mortalidad de las que estamos hablando, será posiblemente limitado.

Son necesarias nuevas y mejores herramientas para poder considerar realmente la eliminación de la enfermedad

Por lo tanto, son necesarias nuevas y mejores herramientas para poder considerar realmente la eliminación de la enfermedad, lo cual requiere de un mejor y más completo conocimiento de la biología y la bioquímica del parásito, de las interacciones que se establecen con el hospedador y con su vector, de los sistemas de defensa de estos contra el parásito, de la detección de portadores asintomáticos que pueden contribuir a la propagación de la enfermedad, y un largo etcétera. Para poder llenar estas lagunas de conocimiento, es decir ‘lo que sabemos que no sabemos’, es necesario intensificar los esfuerzos para investigar los múltiples aspectos conocidos de la enfermedad. Y, como científicos, hemos de tener en cuenta también ‘aquello que no sabemos que no sabemos’, es decir aquellos nuevos descubrimientos y hallazgos inesperados, generados a menudo por la investigación fundamental, que pueden tener un impacto incluso más profundo.

La investigación básica puede llevar a la generación de nuevas y necesarias herramientas para la lucha contra la malaria

Para poner un ejemplo de como la investigación básica puede llevar a la generación de nuevas y necesarias herramientas para la lucha contra la malaria, e ilustrando también cuanto tiempo puede llevar este desarrollo, recientemente fueron publicados dos trabajos en la revista The Lancet Infectious Diseases describiendo los ensayos clínicos de un nuevo fármaco para el tratamiento y la prevención de la malaria, el DSM265. A pesar de su potencia moderada deteniendo el crecimiento del parásito, su larga duración en el torrente sanguíneo podría permitir la curación de la enfermedad con una sola dosis y podría ser muy útil en combinación con otras medicinas ya existentes. Pues bien, este fármaco actúa sobre una enzima esencial para el metabolismo del parásito, la dihidroortorato deshidrogenasa, que fue descrita por primera vez en un trabajo publicado en 2002 en el cual se detallaba el funcionamiento de esta enzima y su potencial como diana terapéutica.

Es evidente que una gran mayoría de estudios similares no podrán generar estos frutos y no darán lugar al desarrollo de fármacos o actuaciones más efectivas contra la malaria. Pero de lo que sí que podemos tener la absoluta certeza es de que, sin realizar este tipo de trabajos, será muy difícil disponer de las herramientas apropiadas que nos permitan acabar con la enfermedad.