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Hacia la privatización de la salud global: ¿Necesitamos Coca-Cola para combatir la Coca-Cola?

29.3.2017

[José Cerezo es estudiante del Máster en Salud Global ISGlobal-UB]

Fue en los años 70 del siglo pasado cuando se popularizó el término alianza público-privada, a consecuencia del desarrollo del neoliberalismo

Las interacciones entre los sectores público y privado han existido durante miles de años, pero fue en los años 70 del siglo pasado cuando se popularizó el término alianza público-privada (APP), a consecuencia del desarrollo del neoliberalismo. Sin embargo, no fue hasta finales de los años 90, con el impulso de la globalización económica, cuando empezaron a utilizarse en el sistema de Naciones Unidas, tras la reforma llevada a cabo por Kofi Annan.

En lo que respecta a la OMS, los años de dirección de Gro Harlem Brundtland (1998-2003) supusieron el auge de las APP y los Partenariados para el Desarrollo de Productos (PDP) en la organización y en otras iniciativas sanitarias internacionales. La falta de credibilidad junto con los problemas económicos con los que se encontraba la OMS fueron la clave de este proceso. Fue en aquel momento cuando surgieron APP como la alianza Roll Back Malaria Partnership o la Alianza Global para la Vacunación y la Inmunización (GAVI), entre otras muchas iniciativas.

A pesar de los grandes logros alcanzados durante las dos últimas décadas, incluyendo los millones de vidas salvadas, también han salido a la luz notables inconvenientes cuando las APP se han sometido a examen.

Las APP contribuyen a sesgar las prioridades sanitarias del país receptor, ya que generalmente priorizan sus objetivos

En primer lugar, las APP contribuyen a sesgar las prioridades sanitarias del país receptor, ya que generalmente priorizan sus objetivos, debilitando así la capacidad y motivación del país para establecer su propia agenda sanitaria. Las APP dependen de programas verticales centrados en enfermedades o grupos de pacientes concretos y resultados a corto plazo, por lo que, generalmente, ignoran necesidades más importantes que requieren una respuesta más amplia y a largo plazo. Además, la mala coordinación o la falta de la misma entre las diferentes APP provocan la duplicación y derroche de recursos y la creación de sistemas sanitarios paralelos dirigidos por los donantes. El resultado es una situación abrumadora en la que los sistemas sanitarios nacionales débiles no pueden competir con las APP, lo cual los desmotiva a la hora de adquirir responsabilidades para con los ciudadanos. Esta situación es intolerable, ya que no contribuye a la autonomía de los países en desarrollo.

Otro de los riesgos de las APP es el conflicto de intereses en el que pueden incurrir, ya que los intereses comerciales y públicos no siempre están alineados

Otro de los riesgos de las APP es el conflicto de intereses en el que pueden incurrir, ya que los intereses comerciales y públicos no siempre están alineados. Esto resulta evidente en lo que se refiere a la industria farmacéutica y alimentaria. En el caso de las APP, han surgido problemas como la falta de transparencia de los precios establecidos por las farmacéuticas o la patente de los productos desarrollados por ellas. Dado el enorme problema de acceso a medicamentos al que se enfrenta el mundo, la distribución de recursos públicos para promocionar alternativas al actual sistema de I+D, como el Marco mundial de Investigación y Desarrollo, en lugar de reforzar el papel de la industria farmacéutica, parece más ambiciosa desde una perspectiva de salud global.

Además, muchos autores han expresado su gran preocupación por la falta de responsabilidad y transparencia, y han denunciado mecanismos de gobierno deficiente dentro de las APP. A esto se suma que algunos estudios destacan que afirmar que las APP reducen el coste y son más eficientes en la distribución de servicios se basa más en la ideología que en las pruebas científicas. La continua transferencia de fondos públicos al sector privado bajo las APP ha debilitado la democracia, ha puesto en peligro la soberanía de la comunidad internacional y ha comprometido la credibilidad de la OMS; esto ha legitimado al sector empresarial para determinar la agenda sanitaria global participando en el establecimiento de prioridades. Este es, sin duda, el peor legado que nos han dejado dos décadas de hegemonía de las APP.

La ambiciosa Agenda para el Desarrollo Sostenible que tenemos por delante referente a la salud requiere una OMS fuerte, fundamentada, independiente y comprometida que actúe como líder de la salud global. El objetivo debería ser el fortalecimiento de los sistemas sanitarios para permitir que los países consigan la cobertura sanitaria universal. Además, es necesario el establecimiento de marcos reguladores para evitar los efectos negativos del cambio climático, la alimentación poco saludable y el alcohol en nuestra salud. Teniendo en cuenta la naturaleza de estos retos, las APP no son el instrumento más adecuado para llevar a cabo esta tarea, por lo que se hace necesario encontrar nuevas maneras de enfrentarse a ellos basadas en el fortalecimiento de la sociedad civil, los Estados y la comunidad internacional.


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