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Asumamos la desigualdad seriamente

10.10.2016

[Este artículo se ha publicado originalmente en inglés en el blog del Banco Mundial]

Mientras trabajábamos en un nuevo informe representativo del Grupo del Banco Mundial que aporta las estimaciones más recientes y precisas sobre tendencias en materia de pobreza mundial y prosperidad compartida, quedó claro cómo queríamos titularlo: La pobreza y la prosperidad compartida 2016: Asumir la desigualdad.

Abordar la desigualdad determinará si se alcanza o no el objetivo de poner fin a la pobreza hacia 2030

Nos resultó evidente que la desigualdad se está convirtiendo en un factor cada vez más crucial para alcanzar los objetivos del Grupo del Banco Mundial de acabar con la pobreza y promover la prosperidad compartida. De hecho, nos dimos cuenta de que abordar la desigualdad determinará si se alcanza o no el objetivo de poner fin a la pobreza hacia 2030.

A nivel mundial, se ha avanzado enormemente en la reducción de la pobreza extrema —aproximadamente 1.100 millones de personas han salido de la pobreza extrema desde 1990—, pero actualmente continúa habiendo casi 800 millones de personas (1 de cada 10) que vive con menos de 1,90 USD al día. Esta cifra sigue siendo inaceptablemente alta, sobre todo si tenemos en cuenta el bajo nivel de vida que supone la línea de pobreza internacional.

Históricamente, conocemos la importancia del crecimiento en la reducción de la pobreza. Sin embargo, las tasas de crecimiento actuales no serán suficientes para alcanzar el objetivo de 2030, y sabemos que las previsiones de crecimiento global son desalentadoras. Por tanto, es necesario establecer qué tipo de crecimiento es beneficioso para los pobres. Para asegurarlo, en primer lugar hay que saber cómo ha actuado el crecimiento con relación a los pobres.

Aquí es donde entra en juego la prosperidad compartida.

Promover la prosperidad compartida significa que el crecimiento debe traducirse en ganancias para el 40% más pobre de la población de cada país

Promover la prosperidad compartida, el segundo objetivo del Grupo del Banco Mundial, significa que el crecimiento debe traducirse en ganancias para el 40% más pobre de la población de cada país. Llevar a cabo este seguimiento es importante para garantizar que los más pobres de todos los países están mejorando sus vidas y sus medios de subsistencia.

No obstante, también queremos saber más acerca de la situación de los más pobres frente al resto de la población de su propio país, y por esa razón hemos adoptado a un nuevo indicador, que denominamos prima de prosperidad compartida. Este indicador compara el crecimiento del 40% más pobre con el promedio, centrándonos todavía más en la desigualdad en nuestros esfuerzos por llegar a los menos favorecidos en todas partes.

Observamos que entre 2008 y 2013, el 40% más pobre creció más rápido que el 60% más rico en 49 de los 83 países de los que tenemos datos de calidad. En otras palabras, en 6 de cada 10 países (con datos disponibles), el 40% más pobre se benefició más del crecimiento que el resto de la población. Estos países albergaban al menos a dos tercios de la población mundial. Decimos «al menos» porque no contamos con datos suficientes del 25% de la población mundial para asegurarlo. Por tanto, necesitamos disponer de más datos, de mejor calidad y con mayor frecuencia. Si bien esta es una buena noticia, existe la percepción generalizada de que la desigualdad está aumentando en todas partes.
 

Aproximadamente 1.100 millones de personas han salido de la pobreza extrema desde 1990

A través de nuestro informe se muestra que, de hecho, esta percepción no se corresponde con la realidad de muchas partes del mundo en el último periodo. Si nos fijamos en la desigualdad por sí misma, observamos patrones similares a los de la prosperidad compartida a nivel de país para el mismo lapso de tiempo. En una muestra de 80 países, la desigualdad se redujo en más países que en los que aumentó. Por cada país en el que la desigualdad se amplió considerablemente, había dos países en los que la desigualdad se redujo significativamente. Este modelo representa un cambio bastante drástico después de que la desigualdad aumentara en muchos países durante las décadas de 1990 y principios de 2000.

La desigualdad entre los ciudadanos de todo el mundo ha disminuido en los últimos 25 años, pero continúa siendo muy alta 

Incluso a nivel global, la desigualdad entre los ciudadanos de todo el mundo ha disminuido en los últimos 25 años, pero continúa siendo muy alta. Esto se debió principalmente a que los ingresos promedio en algunas grandes economías emergentes alcanzaron a los de los países industrializados, lo cual ha reducido la desigualdad entre países.

Entonces, ¿es suficiente este proceso en la reducción de la desigualdad para ayudar a poner fin a la pobreza para el año 2030?

Nuestras simulaciones muestran que, aunque persista el fuerte crecimiento de la última década, no se alcanzará al objetivo de pobreza extrema mundial del 3% propuesta por el Grupo del Banco Mundial para el año 2030. Tampoco ayudan la desaceleración actual prevista del crecimiento mundial ni que los pobres se concentren cada vez más en el África subsahariana, donde el progreso en la reducción de pobreza ha sido más lento que en otras regiones, ni que los que han permanecido en situación de pobreza extrema serán los más difíciles de alcanzar de aquí a 2030.

Por tanto, para lograr el objetivo, el crecimiento tendrá que beneficiar más a los pobres que al promedio, lo que significa que es necesaria una reducción de la desigualdad, y tiene que ser mejor que en la actualidad. Es particularmente importante reducir la desigualdad en países donde vive un número considerable de personas pobres y donde la desigualdad ya es elevada.

Poner fin a la pobreza está a nuestro alcance, pero lograr nuestro objetivo depende de acciones concretas, de decisiones políticas inteligentes y del compromiso de personas y Gobiernos de todo el mundo

Todo lo anterior plantea algunas preguntas: ¿cómo se traduce esto en acciones? ¿Hay países que han reducido la desigualdad y la pobreza sin poner en peligro el crecimiento? De ser así, ¿qué podemos aprender de ello? ¿Podríamos resolver la pobreza extrema mañana mismo si simplemente destináramos la cantidad adecuada de dinero al problema? En próximos blogs, trataremos de resolver algunas de estas cuestiones.

Es importante recordar que hemos recorrido un largo camino en la lucha para poner fin a la pobreza extrema: no olvidemos los progresos desde 1990 y las mejoras generalizadas en áreas como la supervivencia infantil, la matriculación escolar, la esperanza de vida y la mortalidad materna. Hoy en día, poner fin a la pobreza está a nuestro alcance, pero lograr nuestro objetivo depende de acciones concretas, de decisiones políticas inteligentes y del compromiso de personas y Gobiernos de todo el mundo.

Más información

Presentación del Informe del Banco Mundial: Pobreza y prosperidad compartida 2016. 13 de octubre